José Gil Olmos
MÉXICO, D.F.
(apro).- Cuando Enrique Peña Nieto ganó la elección presidencial, la vox populi
de inmediato reaccionó diciendo que el dinosaurio había regresado a gobernar.
Hoy podríamos
cambiar de animal para describir al “nuevo” PRI, pues ya no se trata de aquel
animal extinto, sino de un camaleón que se ha adaptado a las nuevas
circunstancias, tomando el color que más le conviene para sobrevivir.
El camaleón, a
diferencia del dinosaurio, supo adaptarse a los cambios climatológicos desde
tiempos inmemorables. Los expertos dicen que desde el paleoceno ya habitaba la
tierra y que, gracias a su habilidad de cambiar de color de acuerdo con las
circunstancias, así como a su lengua rápida y alargada, y a sus ojos que se
pueden mover independientemente el uno del otro, pudo sobrevivir en cada época.
Las cualidades del
camaleón bien podrían ser las del PRI que durante 71 años seguidos adaptó su
piel y su discurso a la época. Después, cuando perdió la presidencia de la
República, en el año 2000, cambió de color mientras sus ojos se movían para ver
hacia dónde dirigir sus pasos y sobrevivir.
Pasaron 12 años con
una piel camuflada, es decir, adaptada a su posición de segunda y tercera
fuerza política nacional. Así, pese a estar en una situación política adversa,
el Revolucionario Institucional comenzó su transformación de piel y la puso de
un color rojo para llamar la atención de la gente.
Con ese color, que
significa la batalla, ganó la mayoría de las gubernaturas, presidencias
municipales y congresos locales. Se colocó en los órganos electorales y ganó tantos
votos que se convirtió en mayoría relativa en el Congreso de la Unión.
El camaleón comenzó
a reinar en el país, aunque no tenía el poder presidencial.
Con esa piel rojiza
se alió con los empresarios de los principales medios de comunicación que le
ayudaron a transformar su epidermis, hacerla deslumbrante, vistosa, colorida,
atractiva al elector. El camaleón caminó por todo el país y su imagen se
multiplicó por miles, luciéndose como una estrella. Y ganó con un vestuario de
millones de dólares.
De regreso en el
trono, tomó una nueva imagen, menos rugosa y suave al tacto. Su lengua se
alargó haciendo suyas las propuestas que sus opositores plantearon en campaña,
y sus ojos se movieron para abarcar los movimientos de sus adversarios y
prevenir sus acciones.
Así comenzó su nuevo
proceso de adaptación, su evolución, tomando otro color para lanzar ideas que
antes le pertenecían a sus eternos enemigos, entre ellas la cruzada nacional
contra la pobreza, la reforma educativa, la venta de Petróleos Mexicanos, la
atención a las víctimas de la violencia y a los pueblos indígenas, entre otras
muchas propuestas incluidas en el llamado Pacto por México.
Sin embargo, en sus
genes mantuvo los rescoldos del pasado autoritario, la sangre rancia de la
tranza, la médula podrida de la corrupción y la osamenta dura de la impunidad.
Continuó con esa herencia generacional, aunque por fuera la forma de la piel
sea distinta.
El camaleón, a
diferencia del dinosaurio, supo adaptarse a los nuevos tiempos. El dinosaurio
desapareció cuando las condiciones cambiaron, pero el camaleón se transformó
para seguir siendo lo que es: un reptil cuyo nombre significa “león en tierra”
y que siempre buscará la forma de permanecer por mucho tiempo.
(PROCESO/ José Gil Olmos/ 20 de febrero de 2013)
No hay comentarios:
Publicar un comentario