A la ciudad de Culiacán llegó la noticia
de un enfrentamiento por el rumbo conocido como la “Y griega”. Allí, en una
emboscada del Ejército, había sido abatido el legendario Pedro Avilés Pérez,
conocido como “El León de la Sierra”, un personaje que desde los años cuarenta
del siglo XX tendió los primeros puentes con la mafia italo-estadounidense para
el tráfico de heroína y marihuana.
Elia Baltazar
Ciudad de México, 11 de marzo
(Infobae/SinEmbargo).- La noche del 15 de septiembre de 1978, la fiesta
nacional de la Independencia de México, que celebra todo el país, tropezó en
Culiacán, Sinaloa, con un suceso que aceleró el ascenso de Miguel Ángel Félix
Gallardo en la pirámide del narcotráfico en México.
Esa noche, a la ciudad de
Culiacán llegó la noticia de un enfrentamiento por el rumbo conocido como la “Y
griega”. Allí, en una emboscada del Ejército, había sido abatido el legendario
Pedro Avilés Pérez, conocido como “El León de la Sierra”, un personaje que
desde los años cuarenta del siglo XX tendió los primeros puentes con la mafia
italo-estadounidense para el tráfico de heroína y marihuana.
Don Pedro, como lo llamaban,
había formado un clan que trabajaba para su servicio. Entre ellos estaba Miguel
Ángel Félix Gallardo, un agente de la policía judicial de Sinaloa, que se
desempeñaba como escolta de la familia del entonces gobernador Leopoldo Sánchez
Celis (1963-1968).
A aquel hombre alto y enjuto,
lo distinguían su inteligencia, buen trato y capacidad para corromper
políticos. Por su cercanía con el poder del estado y sus dotes personales, don
Pedro lo convirtió en su enlace con la clase política de Sinaloa.
El León de la Sierra dominaba
la región. Pero hacia los años setenta, las disputas por el poder entre las
familias de narco crecieron en Sinaloa y los enfrentamientos eran cada vez más
constates. Presionadas por el gobierno de Estados Unidos, las autoridades
actuaron y en 1975 el gobierno mexicano puso en marcha la Operación Cóndor, su
primera gran ofensiva contra la siembra de marihuana y amapola en la sierra de
Sinaloa y Durango.
Lo distinguían su
inteligencia, buen trato y capacidad para corromper políticos
Don Pedro y su gente
consideraron que no había que sacudir las aguas y, mientras estas se aplacaban,
movieron su centro de actividades –y progresivamente sus residencias– a la
ciudad de Guadalajara, en Jalisco.
Cuando la muerte sorprendió a
Avilés, su grupo ya estaba asentado en la Perla de Occidente y al frente quedó
Miguel Ángel Félix Gallardo, seguido en el mando por Ernesto Fonseca Carrillo,
Manuel Salcido Uzueta –a quien los estadunidenses llamaban “Crazy Pig” y aquí
lo conocían como El Cochiloco–, Juan José Quintero Payán, Pablo Acosta
Villarreal y Juan José Esparragoza Moreno “El Azul”.
En un escalafón menor se
encontraban Amado Carrillo, Rafael Caro Quintero e Ismael Zambada García “El
Mayo”. Muy por debajo de ellos, apenas como pequeños sembradores, traficantes
de enervantes y pistoleros, estaban Héctor Palma Salazar, Joaquín Guzmán Loera,
los hermanos Arellano Félix y los hermanos Beltrán Leyva”, escribe Anabel
Hernández en su libro Los señores del narco.
Era conocido por su inteligencia y su
capacidad para corromper políticos. Foto: Especial vía Infobae
Con ellos la DEA inaugura la
etapa de los cárteles en México, al bautizarlos como el cártel de Guadalajara.
Desde allí Félix Gallardo construyó un imperio que, al momento de su detención
en 1989, rondaba los 50 millones de dólares por las ganancias del tráfico de
cocaína, de acuerdo con cálculos de las autoridades de Estados Unidos y México.
Ya lo llamaban entonces El Jefe de Jefes o El Padrino, y fue el narcotraficante
más poderoso de México al ser el primero en exportar cocaína a gran escala
desde Colombia a Estados Unidos, a través del país, cuando el resto de los
grupos sólo comerciaba con marihuana y amapola.
DE POLICÍA A NARCO
Nacido en un suburbio de
Culiacán, en 1946, Félix Gallardo tal vez fue el único de su generación de
narcotraficantes que no provenía del campo. De joven, había estudiado una
carrera comercial que no lo conformó, y decidió mejor enrolarse en la policía
judicial de Sinaloa. La corporación le asignó la seguridad de la casa de
gobierno del estado y después el propio Gobernador de la época, Leopoldo
Sánchez Celis, lo hizo guardaespaldas de su familia.
Entre los dos hubo una
relación muy cercana. Tanto que el gobernador fue padrino en su boda con María
Elvira Murillo. Estos a su vez lo fueron de uno de los hijos del Gobernador,
Rodolfo Sánchez Duarte, en su casamiento con Theolenda López Urrutia.
Dicen que su relación con
Félix Gallardo le costó la vida a Rodolfo, asesinado en 1990 junto con el
abogado Luis Manuel Pérez Fernández y el comerciante Jesús López. A los tres
los habían secuestrado al llegar al aeropuerto de la Ciudad de México procedentes
de Culiacán, el miércoles 21 de noviembre de ese año. Al día siguiente sus
cuerpos aparecieron en las inmediaciones de un basurero de la colonia
Renacimiento, en el municipio conurbado de Ecatepec. Estaban Amordazados,
atados de pies y manos, acribillados con metralletas AK-47 y 9 mm y con el
“tiro de gracia”.
Dicen que vino a la ciudad a
visitar a su padrino Félix Gallardo, ya entonces preso, acusado del asesinato
del agente de la DEA Enrique Camarena y del piloto mexicano Alfredo Zavala.
LA CONEXIÓN COLOMBIA
Hasta mediados de los años
setenta, la DEA sabía poco sobre las operaciones de Félix Gallardo, quien se
aparecía en Guadalajara y Sinaloa como un próspero hombre de negocios. Los
agentes federales estadounidenses sabían que en 1975 había formado una sociedad
con Juan Ramón Matta Ballesteros, el químico hondureño que fue su puente con el
narcotraficante colombiano Gonzalo Rodríguez Gacha, a quien llamaban “El
Mexicano” por su afición a los mariachis y al tequila, y era pionero en las
rutas de la cocaína a través de México.
Matta Ballesteros presentó a
Rodríguez Gacha con su amigo Miguel Ángel Félix Gallardo en 1977. Un año antes
había sido aprehendido Alberto Sicilia Falcón, el primer narcotraficante
asentado en la ciudad de Guadalajara y hasta entonces contacto de Matta en
México.
Preso Sicilia Falcón, Félix
Gallardo se hizo de su red en Guadalajara y de la relación con los colombianos
a través de Matta Ballesteros. Entre las anécdotas de aquella relación se
cuenta la visita de Rodríguez Gacha a la casa de playa de Félix Gallardo en
Altata, cerca de Culiacán. El escritor Héctor Aguilar Camín escribe que allí
pactó con Félix Gallardo el paso de la coca por México hacia Estados Unidos:
los hombres de Rodríguez Gacha aportarían la droga y los hombres de Félix
Gallardo la llevarían a Estados Unidos. “Félix Gallardo cobra por el traslado
una comisión del 25 o 30 por ciento (los cronistas difieren en esto) sobre el
precio de venta”, anota en su artículo.
“Nadie hay tan preparado en
México para cumplir ese trato como Miguel Ángel Félix Gallardo. Durante sus
días de contrabandista de goma y marihuana, ha montado una red de distribución
que une al noroeste mexicano con el suroeste de Estados Unidos. Pasa la yerba y
la goma por un archipiélago de contactos en Sonora, Baja California, Arizona,
Nuevo México y California. Para estos efectos, la frontera empieza en las
barrancas de la sierra mazatleca y termina en el corazón de las grandes
ciudades de Norteamérica: Nueva York y Los Angeles, Miami y Chicago, Washington
y Detroit”, escribe Aguilar Camín.
El pacto de Altata consolidó
y extendió la capacidad de operación de Félix Gallardo y el cártel de
Guadalajara al punto de compararlo con el Cártel de Medellín.
De los colombianos aprendió
la estrategia de mover la droga en pequeñas aeronaves. De hecho, fue el primer
traficante mexicano en establecer un puente aéreo entre Sudamérica, América
Central y el norte de México. De allí la mercancía se enviaba por tierra a los
contactos estadunidenses.
Félix Gallardo no provenía del campo.
Foto: Especial vía Infobae
A principios de febrero de
1977, la DEA tiene la primera evidencia de su poder. Ese año, Johnny Phelps,
uno de sus agentes en San Diego, recibió la noticia de que 300 kilogramos de
cocaína habían llegado a Culiacán desde Colombia y que un avión privado que
transportaba la mitad de esa carga se dirigía a Tijuana. “En aquellos días,
nunca se había visto una carga de ese tamaño al oeste de las Montañas Rocosas”,
escribe la periodista Elaine Shannon en su libro Desperados: Latin Drug Lords,
U.S. Lawmen, and the War America Can’t Win.
De los colombianos aprendió
la estrategia de mover la droga en pequeñas aeronaves. De hecho, fue el primer
traficante mexicano en establecer un puente aéreo entre Sudamérica, América Central
y el norte de México
Phelps convenció a un grupo
de federales para que fueran al aeropuerto de Tijuana. Cuando el avión aterrizó
encontraron 141 kilogramos de cocaína, un récord para la época. El responsable
era Félix Gallardo, quien en 1979 fue incluida en los archivos de la DEA como
“un intermediario especializado en el transporte, sospechoso de ejecutar cargas
de tallas grandes de cocaína en Arizona y Los Ángeles”. Su organización creció
hasta el punto en que enviaba entre una tonelada y media y dos toneladas de
cocaína al mes.
Para los años ochenta “es el
hombre más buscado y menos perseguido del noroeste de México”, anota Aguilar
Camín. “Todo el mundo sabe de sus negocios y de su vida. Aparece en fiestas,
bodas y bautizos, que la prensa local reseña rumbosamente”.
El se presentaba en Sinaloa y
Jalisco como un próspero empresario ganadero, dueño de restaurantes y centros
nocturnos, y hasta era miembro del consejo local del desaparecido Banco Somex.
Nadie se atrevía a tocarlo. En los estantes oficiales había al menos 15 órdenes
de aprehensión en su contra, acumuladas hasta 1976, por tráfico de cocaína y
heroína, escribe el investigador Luis Astorga.
Hasta que la DEA puso en
marcha la llamada Operación Padrino, en 1982, para cercar a Félix Gallardo y su
gente.
LA CACERÍA
Aguilar Camín relata que en
1984 la DEA tenía cuatro agentes radicados en Guadalajara y 30 más repartidos
en la Ciudad de México, Monterrey, Hermosillo, Mazatlán y Mérida. Otros 20 van
y vienen en tareas temporales. Entre ellos estaba Enrique “Kiki” Camarena, a
quien llaman también “El Gallo Prieto”.
En la mira tenían al cártel
de Guadalajara. Camarena, particularmente tenía en la mira a Ernesto Caro
Quintero. Por sus informes, el gobierno federal ordenó una operación en la
hacienda del Búfalo, propiedad de Caro Quintero, el 6 de noviembre de 1984. De
acuerdo con las notas periodísticas de la época, participaron 270 soldados, 170
agentes de la Policía Judicial Federal, 35 agentes del ministerio público, 50
agentes auxiliares, 15 helicópteros y tres aviones Cessna. Como resultado, Caro
Quintero perdió 8 mil 500 toneladas de marihuana ya cosechada.
Su venganza tuvo como diana a
los agentes de la DEA que operaban desde Guadalajara. Entre ellos Enrique
Camarena, que había seguido la pista de Caro Quintero en su rancho de Chihuahua
gracias a la información que había proporcionado un piloto de la Secretaría de
Agricultura y Recursos Hidráulicos, Alfredo Zavala Avelar, ex militar retirado.
A los dos los secuestró el 7
de febrero de 1985. Los torturaron en la casa de Caro Quintero y los mataron a
golpes. Sus cuerpos aparecieron una semana después en Michoacán. A partir de
ese momento, la DEA perseguió sin tregua a los tres líderes del cartel de
Guadalajara: Rafael Caro Quintero, Ernesto Fonseca y Miguel Ángel Félix
Gallardo.
A Caro Quintero lo detienen
el 4 de abril de ese mismo año en Costa Rica. A los tres días, el 7 de abril,
aprehendieron a Ernesto Fonseca. Y cuatro años después, el 8 de abril de 1989,
cayó Félix Gallardo de la mano del policía Guillermo González Calderón, su
compadre y hasta entonces uno de sus protectores.
Cuentan que cuando González
Calderón llegó a la casa de Miguel Angel Félix Gallardo, el capo salió a su
encuentro
–¿Qué pasó, compadre?
–preguntó con una sonrisa amable
–Que compadre ni que madres
–respondió el policía y le soltó una bofetada.
La muerte de Camarena
evidenció la red de complicidades entre los narcos y las autoridades y provocó
que México tuviera que someterse al Proceso de Certificación de Drogas que
aplicaba Estados Unidos.
“El Padrino” es un hombre muy enfermo.
Foto: Especial vía Infobae
Este proceso establecía
sanciones financieras y la cancelación de ayuda estadunidense para los países
que no aprobaban. Hasta 1997 México debió entregar anualmente un informe de sus
acciones contra el tráfico de drogas.
EL OCASO DE “EL PADRINO”
Cuando lo aprehendieron,
Félix Gallardo tenía 43 años. De los tres, sólo él sigue en la cárcel por el
asesinato de Camarena y Zavala. Tuvieron que pasar 28 años para que el llamado
“Padrino” o “Jefe de Jefes” recibiera una condena de 37 años de cárcel, apenas
impuesta en agosto de 2017.
Ahora, de casi 73 años, “El
Padrino” es un hombre muy enfermo, casi sordo, que padece un agudo padecimiento
auditivo y neurológico, según el diagnóstico que publicó en su momento en su
sitio de internet.
Difícilmente cumplirá en vida
la sentencia que tiene por delante. Poco a poco, en el penal de Puente Grande,
en Jalisco, se apaga la leyenda del “Jefe de Jefes” y queda el corrido que en
su honor compusieron Los Tigres del Norte:
“Soy el jefe de jefes señores
me respetan a todos niveles
y mi nombre y mi fotografía
nunca van a mirar en papeles
porque a mí el periodista me quiere
y si no mi amistad se la pierde”.
ESTE CONTENIDO ES PUBLICADO POR SINEMBARGO CON
AUTORIZACIÓN EXPRESA DE Infobae.
(SIN EMBARGO/ REDACCIÓN / MARZO 11, 2018, 11:21AM)
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