Entre tanto grito matraquero
que arrastra una vieja cultura priista revigorizada cada vez que ungen
candidato a la Presidencia, hubo a quienes no les gustó que el abanderado del
PRI fuera un no militante. Empezando por el Secretario de Gobernación, Miguel
Ángel Osorio Chong, que pensaba incluso después del destape que esa candidatura
era para él, y varios gobernadores y figuras en el partido en el poder a
quienes les parecía inadmisible que a quien consideraban un funcionario panista
en el Gobierno de Enrique Peña Nieto, buscara sucederlo. Pero la línea
presidencial se mantuvo y la fuerza interna del Presidente impuso a quien
deseaba -asumiendo seguramente que con José Antonio Meade, que no arrastraba
los negativos de otros aspirantes, tiene una candidatura competitiva.
Peña Nieto no estuvo en el
evento dominical en la explanada del PRI, pero no era necesario. Durante poco
más de un mes jugó ajedrez político donde engañó a su propio equipo, lanzó
distractores y llevó al finalmente ungido a una situación de nervios extremo al
no saber, cuando lo citó el Presidente el sábado 25 de noviembre a Los Pinos,
con qué encargo iba a salir de la casa presidencial. Personas que siguieron de
cerca los últimos días del destape, recuerdan que Meade fue llevado al máximo
de la incertidumbre por el Presidente, y que incluso llegó a pensar que el día
que lo iluminó la decisión de Peña Nieto, el Banco de México podría ser su
destino sexenal.
La ruta final del destape
comenzó a finales de octubre, en una reunión de gabinete para evaluar los
trabajos por los sismos de septiembre. Peña Nieto encontró con la mirada a
Julio Guerrero, jefe de la Oficina del Secretario de Hacienda, quien iba en
sustitución de Meade, que no había podido acudir. Peña Nieto fue directo a los
ojos de Guerrero y le dijo que no lo había visto en Oaxaca ni Chiapas, a
diferencia de todos los que estaban en la reunión, que no habían abandonado
esos estados. Varios de los presentes lo interpretaron como una crítica a
Meade. Los secretarios hablaron sobre lo
que habían hecho, y luego de que el de Educación, Aurelio Nuño, informó que en
un plazo de 20 días se restablecerían las clases y se empezaría el retorno a la
normalidad, Osorio Chong señaló que era inadmisible esa demora. La crítica fue
agria, y el Presidente volvió a preguntar por el plazo a Nuño. Al oírlo
nuevamente, Peña Nieto dijo que le parecía adecuado y volvió a felicitar al
Secretario de Educación.
Ese fue el principio de una
serie de acciones presidenciales en donde Nuño fue arropado por Peña Nieto de
una forma tan notoria, que comenzaron a aparecer columnas en la prensa política
señalando que el Secretario de Educación no debía ser descartado de la lucha
final por la candidatura. Se empezó a ver a Nuño en reuniones donde no tenía
competencia, pero siempre cerca del Presidente, quee alimentó la confusión
dentro del gabinete que se había abierto en la reunión de finales de octubre
sobre su reemergencia sucesoria. Dos elementos más sirvieron de distractor.
Uno fue interno. En una
reunión del gabinete económico al arrancar noviembre, al abordarse el tema del
relevo en el Banco de México, Meade sugirió que el Subsecretario de Hacienda,
Miguel Messmacher, sería un buen candidato. Peña Nieto lo volteó a ver, de
acuerdo con una persona que conoció los detalles, y retador con la mirada, como
suele ser en ocasiones el Presidente, respondió, palabras más, palabras menos,
“tú puedes ser un buen candidato al Banco de México”. El otro fue externo,
cuando ante una pregunta de la prensa, Peña Nieto dijo que estaba cierto que
enviaría el nombramiento del Gobernador del Banco Central al Senado, lo que la
mayoría, incluido Meade, entendió como que el relevo no sería interno, que no
necesita el trámite parlamentario, sino una figura externa. Al saber que
Messmacher no estaba en el ánimo del Presidente para ese puesto, no había
muchos, o quizás ninguno, además de Meade, que pudieran llegar al Banco desde
afuera.
Lo que pasaba dentro de los
muros del poder fue invisible para la opinión pública, en donde se buscaban
afanosamente las claves para entender lo que sucedería. La sucesión la traía
Peña Nieto bajo control, pero pareció descarrilarse el jueves 26, cuando apareció
en los medios el video donde el Secretario de Relaciones Exteriores, Luis
Videgaray, hacía elogios superlativos de Meade. Videgaray cometió un error,
resultado según sus cercanos, por la enorme estimación por el hoy candidato.
Pero de origen, la falla fue del equipo de Meade, al haber insistido que el
evento al cual fue invitado el entonces Secretario con el cuerpo diplomático,
fuera abierto a la prensa. Esa no es una reunión que se abra a los medios, pero
fueron muy insistentes los personeros de Meade, para incrementar su exposición
pública.
Ese traspiés añadió
incertidumbre y nervios a Meade, con los que llegó a Los Pinos el sábado 25
desconociendo qué buscaría el Presidente de él. Era que buscara que la sucesión
quedara en manos del PRI. En Los Pinos estaban el líder del PRI, Enrique Ochoa,
y Nuño, quien será el coordinador de la campaña. Nadie más fue convocado para
concretar lo que el lunes 27 sería el destape de Meade. Nadie, pese a varios
intentos, le pudo arrebatar al Presidente su facultad metalegal, como priista,
que elegir a su sucesor, que este domingo, con el registro del candidato,
concluyó la primera y larga fase para buscar mantener la Presidencia.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA
PALACIO/ 04/12/2017 | 04:01 AM)
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