En la residencia de un
empresario a finales de octubre, el Presidente Enrique Peña Nieto cenó con un
grupo de capitanes de la industria. De lo poco que trascendió, se conoce que el
Presidente, sin reclamar a nadie, habló sobre lo que cree dicen de él. Dijo,
por ejemplo, colocando sus frases en voces anónimas de empresarios, que podían
pensar que no era la persona más culta, la más letrada, o que se equivocaba al
hablar. Que sus deficiencias podrían ser grandes ante sus ojos, pero lo que
podía asegurarles es que era altamente competente en los temas electorales. El
sabor de boca que les dejó, según una de las versiones de la reunión, es que
tenía control sobre el proceso de sucesión y que confiaba en que a quien
escogiera como su sucesor, ganaría la elección en 2018.
Varias semanas después,
vinieron algunas confirmaciones. El preámbulo fue el viernes, un día después de
que un video mañosamente editado enviado a los medios de comunicación, mostraba
al Secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, pronunciar un insólito
elogio del Secretario de Hacienda, José Antonio Meade, frente al cuerpo
diplomático acreditado, que provocó que varios periódicos en el país publicaran
que Videgaray había destapado a Meade para la candidatura presidencial del PRI.
Las ruedas de la sucesión parecían haber sido puestas en marcha, en una versión
postindustrial de aquellas épocas del viejo régimen cuando uno de los sectores
del partido se pronunciaba por un candidato, lo que era la señal de que la
línea presidencial se había decantado.
En esta ocasión, sin embargo,
no hubo confirmación, sino atajo. El Presidente terminaba una gira en La Paz,
cuando inesperadamente se desprendió de la burbuja de seguridad del Estado
Mayor Presidencial y caminó con una enorme sonrisa hacia la prensa, con la que
bromeó y afirmó: “Están bien despistados. El candidato no se elige por elogios
o aplausos”. Peña Nieto desautorizaba a Videgaray, aunque su lisonja a Meade no
fuera realizada en un acto público, sino que trascendió por la infidencia de alguien
en la Cancillería que plantó en los medios un clip editado donde está la frase.
El viernes Pablo Hiriart, en las páginas de El Financiero, escribió sobre la
forma como Videgaray pareció arrancarle a Peña Nieto la decisión sobre su
sucesor, buscando colocar un sello personal sobre Meade –quien tendría que
agradecérselo en caso de que fuera el ungido-, y adjudicando en el futuro
candidato todo lo bueno en términos de estabilidad, y todo lo malo, podía
inferirse con la omisión, a su jefe.
Videgaray, tan experimentado,
por largo tiempo la persona que ha hablado al oído del príncipe, y quien desde
que se descartó por la candidatura presidencial ha dicho en privado que
buscaría, si no decidir, sí incidir en el sucesor de Peña Nieto –por ejemplo,
mostraando los negativos del Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio
Chong-, ¿podría cometer un error de tal naturaleza? ¿Quién podría haber
filtrado a la prensa el clip extrañamente editado para ensalzar a Meade? Podría
plantearse también, como hipótesis de trabajo, que se lanzó un globo de sonda
(trial balloon) para medir la temperatura a la opinión pública, como se hace en
otras naciones con sistemas políticos avanzados, y ajustar los tiempos del
destape. Si uno ve los resultados del llamado destape de Videgaray, los
negativos se los chupó el Canciller, pero que no hubo críticas ni
cuestionamientos sobre Meade, ni extrañamientos sobre su exposición como el
candidato designado. En el balance final, la candidatura de Meade entraría bien
en los grupos donde hay resistencia, en el PRI, por subordinación o disciplina,
que no reaccionaron sino con resignación a la eventual candidatura de un no
priista.
¿Está jugando el Presidente
con los escenarios y trabajando de manera heterodoxa las alianzas internas en
su partido? En la sucesión de 1988, que es donde más remembranzas ha generado
la de 2018, el Presidente Miguel de la Madrid procesó el destape de Carlos
Salinas de Gortari el domingo 4 de octubre de 1987 en una reunión con el Comité
Ejecutivo Nacional en Los Pinos, donde les pidió a varios de sus miembros, los
líderes en las cámaras y de los sectores popular y campesino, que hablaran con
el dirigente obrero, Fidel Velázquez, para que diera su apoyo al candidato
designado, al ser el único que, derivado de la reconstrucción de la economía
dos años antes, la clase trabajadora había sido la más sacrificada y la más
agraviada por el arquitecto de decenas de miles de despidos, el entonces
Secretario de Programación y Presupuesto.
De la Madrid negoció las alianzas
con la designación en marcha, y el trabajo de consenso que buscó para evitar un
nuevo quiebre en el PRI, como había sucedido con la Corriente Democrática un
año antes, tiene una analogía clara con la forma como surgió el nombre de Meade
como el inminente la semana pasada. No hay que olvidar lo que dijo el
Presidente a los empresarios en la cena de octubre, ni lo imposible que es leer
sus decisiones electorales a partir de sus acciones. A Peña Nieto sólo se le
puede interpretar en el manejo de los procesos electorales, a tiempo pasado.
El viernes, cuando se refirió
a lo sucedido, su lenguaje de cuerpo era relajado y pletórico de gran humor,
sin presión ni tensión, como se le había visto dos semanas antes. Contuvo la
bufalada y restableció el control unipersonal sobre la sucesión. Es cierto lo
que dijo en aquella cena. En el manejo electoral, se pinta solo.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA
PALACIO/ 27/11/2017 | 02:00 AM)
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