Es común ver en las calles del país y en
otros espacios públicos gran cantidad de niños realizando algún tipo de
actividad que no corresponde a su edad. ¿Puede considerarse natural que haya
menores y adolescentes que deban trabajar para sobrevivir en lugar de ir a la
escuela, jugar, dedicarse a actividades recreativas y a descansar?
Infografía: SinEmbargo
Dulce Olvera y Daniela Medina
Ciudad de México, 12 de junio
(SinEmbargo).– La pobreza es la principal causa del trabajo infantil, de
acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Los menores de
edad trabajan para alcanzar un bienestar que no les fue proporcionado, lo cual
conduce a un círculo vicioso: la familia es pobre y el niño debe trabajar, si
el niño tiene un empleo, no puede estudiar; sin preparación, sus ingresos como
adulto son proclives a ser bajos por lo que envía a sus hijos a laborar.
“[El de México] Es un gobierno que sostiene un
modelo de desarrollo excluyente que genera pobreza y que obliga a muchas
familias o a parte de la sociedad a utilizar la mano de obra infantil como
mecanismo más eficiente de explotación. Eso conlleva decisiones de carácter
político, económico, social, cultural, inclusive geopolítico, que implican que
las niñas y niños no sean considerados como sujetos de derecho”, dijo Alfonso
Poiré Castañeda, consultor de la organización Save the Children en entrevista
con SinEmbargo.
Las consecuencias de esta entrada
al “mercado laboral” a tan temprana edad son diversas, pero el también miembro
de la Comisión intersectorial para erradicación de la violencia en contra de
niños, niñas y adolescentes destaca la alienación. “Ven el trabajo como algo
enajenante, los separa de su actividad humana. También en muchas ocasiones
produce enfermedad, la muerte inclusive si el trabajo es particularmente
riesgoso o si las condiciones de explotación son muy severas o si implica una
violencia significativa”.
Por su parte, Thomas Wissing,
director de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) México, aseguró que
“el trabajo infantil afecta la salud y el desarrollo integral de niñas, niños y
adolescentes, y su principal causa es la pobreza de los hogares. Sin embargo,
no resuelve su situación económica, ya que por cada dos años que las niñas y
los niños no estudian, ganan 20 por ciento menos en sus trabajos cuando son
adultos”.
Los mayores índices de
pobreza en el país se concentran en este sector poblacional. Del total de mexicanos
en pobreza, el 53.8 por ciento (21.4 millones) son menores de 18 años, de
acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Pública de
Desarrollo Social (Coneval).
Sus principales carencias,
según el mismo Consejo, recaen en el acceso a la educación, a los servicios de
vivienda, y en la calidad de estos espacios. Los índices también son altos en
acceso a seguridad social y acceso a alimentación.
Hoy se conmemora el Día
Mundial Contra el Trabajo Infantil. Los datos más recientes (2013) del
Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) documentan que en México
2.5 millones de niñas, niños y adolescentes realizan alguna actividad
económica.
De estos, de acuerdo con
Wissing, 428 mil menores se encuentran en Chiapas (165 mil), Guerrero (139 mil)
y Oaxaca (124 mil), estados donde el gobierno planea implementar las Zonas
Económicas Especiales (ZEE), cuyo objetivo es atraer y mantener inversiones que
generen empleos de calidad y oportunidades productivas para la población de sus
regiones.
El principal sector de
actividad en el que está inmersa la población de 5 a 17 años que trabaja es el
agropecuario (30.5 por ciento), seguido del comercio y servicios (25.9 y 24.6
por ciento, respectivamente).
“Aunque en ocasiones el
trabajo es una decisión que los niños, niñas y adolescentes ejercen libremente;
en general, esta actividad también es consecuencia del contexto de inequidad en
México, caracterizado por la falta de garantías a los derechos humanos de la
infancia y la adolescencia tales como el acceso a la educación, salud,
alimentación, esparcimiento, vivienda, entre otros”, aseguró en su sitio web
Save the Children.
Del total de niñas, niños y
adolescentes ocupados de 5 a 17 años, 49.1 por ciento también estudia y realiza
quehaceres domésticos; 14.9 por ciento únicamente combina el trabajo con los
estudios; 24.3 por ciento mezcla el trabajo únicamente con quehaceres
domésticos; y 11.7 por ciento solo trabaja.
Sin embargo, por condición de
ocupación, el 36 por ciento de los ocupados no asisten a la escuela, frente a
4.5 por ciento, en el caso de aquellos que no trabajan.
Nuria Sanz, directora y
representante de la Oficina de la UNESCO en México, planteó que el acceso
universal a la educación, y en particular a la enseñanza de calidad gratuita y
obligatoria, es un factor decisivo en la lucha contra la explotación económica
de niñas y niños.
EL TRABAJO, DISTINTO A LA EXPLOTACIÓN
Poiré Castañeda menciona la
diferencia entre los conceptos de trabajo infantil y explotación laboral, pues
no todas las actividades que llevan a cabo los niños y niñas deben
criminalizarse. “De hecho, la mayoría de ellos está involucrado en una
actividad que podría ser considerada trabajo, que es el trabajo doméstico, pero
realizan esa actividad no a costa del ejercicio de sus derechos. Entonces el
trabajo doméstico, familiar o el comunitario pueden ser consideradas
actividades benéficas inclusive, siempre y cuando no impliquen riesgos,
renunciar a algún derecho, y les aporten conocimientos, aprendizajes o la
posibilidad de un proyecto de vida”, dice.
“Muchas veces hay actividades
que pueden ser consideradas trabajo que también están ligadas a una estrategia
de sobrevivencia y pensamos que en esos casos la respuesta no debe ser
criminalizar el trabajo sino el diseño de políticas públicas adecuadas para
prevenirlo y restituir a las niñas y niños en el ejercicio de sus derechos”,
continúa.
“Lo que nos preocupa
particularmente es la explotación infantil, lo que llamamos prácticas
intolerables en contra de la infancia, que son todas estas formas de sumisión
de niñas y niños en actividades totalmente inconvenientes para su desarrollo y
que significan también la renuncia a muchos derechos, como la trata, la
explotación sexual o laboral, esclavitud, la incorporación en el crimen
organizado. Son formas que no deben confundirse con el trabajo, aunque la OIT
habla de ‘peores formas de trabajo infantil’, nosotros como Save the Children
no las consideramos trabajo, las consideramos prácticas intolerables y/o
delictivas.
Hecha esta distinción, es en
este campo precisamente en el que hay más dificultades desde el punto de vista
de políticas públicas, no se conocen las cifras, no hay programas emergentes
para atender esos problemas, el diseño institucional no está preparado para
lidiar con esos problemas, en muchas ocasiones se desconocen esos problemas
pues hay mecanismo de corrupción y de complicidad con los explotadores”.
OTROS FACTORES DEL TRABAJO INFANTIL
La pobreza, aunque es un
factor determinante en las decisiones de las familias para pedir que los
menores trabajen, no es el único que debe considerarse.
Desde la perspectiva de la
OIT, el estado de salud de la persona adulta proveedora de ingresos familiares
puede influir. Si los padres están enfermos, los hijos se ven obligados a
mantener a la familia.
En cuanto a la educación, los
costos que implica, como transporte, inscripción, uniformes y material escolar,
llegan a desalentar. También es posible que los padres consideren que ir a la
escuela no aumenta las perspectivas de que sus hijos encuentren un buen
trabajo, debido a la baja calidad educativa o a las características del mercado
laboral.
Por otra parte, es frecuente
que los niños trabajen en la empresa familiar para reducir o evitar los costos
de contratar a terceros.
LAS CONSECUENCIAS
Un niño recoge latas para vender en
playas de Acapulco. Foto: Cuartoscuro.
El Grupo de Iniciativa
Nacional por los Derechos del Niño (GIN) agrupó las consecuencias del trabajo
infantil en físicas, psicológicas, educativas y económicas.
El trabajo peligroso tiene
efectos devastadores para su salud y desarrollo. En general, el trabajo
peligroso puede incluir: horarios nocturnos y prolongados; exposición al abuso
de orden físico, psicológico o sexual; los trabajos que se realizan bajo tierra
o agua, alturas significativas o espacios confinados; con maquinaria, equipos y
herramientas peligrosas, o que implican la manipulación o el transporte de
cargas pesadas; y aquellos que se realizan en un medio insalubre donde estén
expuestos a sustancias, agentes o procesos peligrosos, o bien a temperaturas o
niveles de ruido o de vibraciones perjudiciales para la salud.
La obligación de adoptar
posturas forzadas o cargas excesivas puede comprometer su crecimiento normal; y
la exposición a sustancias químicas y a la radiación solar los afecta con más
intensidad, dado que tienen menos defensas contra las enfermedades.
Al ser más vulnerables a las
vejaciones físicas, sexuales y emocionales, trabajar en un entorno donde se
sienten denigrados u oprimidos puede provocarles daño psicológico (baja
autoestima, desconfianza o frustración).
Asimismo, las niñas, niños y
adolescentes que trabajan presentan problemas de rendimiento escolar que puede
desembocar en analfabetismo o deserción.
Las largas jornadas y el
cansancio incrementan la posibilidad de que reprueben sus estudios; en
promedio, dice el GIN, aquellos que trabajan tienen un retraso aproximado de
dos años, lo cual puede resultar en avances tardíos conforme al sistema
educativo autorizado.
En México, la jornada de
trabajo de los menores de 16 años no puede exceder de seis horas diarias, pero
el 29.3 por ciento de la población de cinco a 17 años ocupada trabaja 35 y más
horas a la semana, documenta el Inegi.
De acuerdo con la OIT, en
Chiapas hay niños y adolescentes que realizan actividades en la extracción del
ámbar, lo cual es una labor minera con riesgos para la salud.
En tanto, en Guerrero se
detectaron niños en zonas de cultivos ilícitos y en Oaxaca trabajan en sectores
de la construcción donde hacen tareas no apropiadas con su desarrollo físico y
de salud.
¿CÓMO EVITARLO?
El abogado llama a la urgente
reforma del Artículo 1º Constitucional, con la que se reconozca a cada uno de
los niños y niñas como titulares de derechos, además de una transformación en
la visión económica y cultura.
“Tiene que haber ajustes muy
importantes en el modelo económico, trabajos y salarios decentes para las
familias, esfuerzos de desarrollo comunitario, económico, social en las
diferentes regiones, no es suficiente que haya oferta de las empresas sino que
se tienen que buscar proyectos autogestivos de tal manera que las familias no
tengan que emigrar y puedan encontrar una opción de sobrevivencia a nivel
local.
Tiene que haber una serie de
acciones de transformación cultural, las niñas y niños tienen que ser vistos
como sujetos de derechos y no como objetos o mercancías que pueden ser
prescindibles o consumibles”, concluyó.
(SINEMBARGO.MX/ REDACCIÓN / SIN EMBARGO
JUNIO 12, 2016 - 12:04 AM)
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