Por alguna extraña razón, en
los rincones de las cavernícolas mentes de algunos distinguidos miembros de la
clase política mexicana, existe la disposición para censurar las redes
sociales. Lo detonó Periscope –una herramienta para transmitir audio y video en
tiempo real– por parte de un funcionario en la Ciudad de México que la usó para
denunciar socialmente a un empresario cuyos escoltas estaban violando la ley.
Sus guardias blancas lo insultaron y golpearon, pero la consecuencia no fue una
acción legal en contra de los guardaespaldas y su patrón, sino la discusión si
Periscope podía ser utilizado en ese tipo de situaciones. ¡Vaya discusión
bizantina! En lugar de la sanción moral contra los atacantes del funcionario,
mejor se pusieron a analizar cómo censurar las redes sociales.
La discusión sobre la
vulnerabilidad de la libertad de expresión nunca tomó cuerpo, pero las
tentaciones autoritarias volaron –incluso con la certeza de quien esto escribe
de que muchas de estas almas retrógradas ni siquiera se percatan de los
peligros–, que llevaron a un grupo de legisladores del PAN a preparar una
iniciativa de ley para la regulación de Periscope, y a la afirmación del
presidente del Instituto de Acceso a la Información del Distrito Federal, de
que tiene que haber un protocolo que impida a los funcionarios usar en tiempo
real esa herramienta. ¿Cuál es la racional de tales lances de creatividad
gorila? A saber, salvo que no se debe olvidar que el camino al infierno está
pavimentado de buenas intenciones.
Existe una profunda confusión
sobre el concepto de libertad y las libertades, así como de las
responsabilidades públicas y sociales. Hace algunos años hubo grandes
manifestaciones en Nápoles, donde la camorra protestaba abiertamente contra la
policía italiana por renovar su flota de lanchas, por lo que la velocidad de
las nuevas naves les impedía seguir contrabandeando. En estos días, la
discusión sobre cómo impedir que los funcionarios públicos utilicen Periscope,
se asemeja a aquél episodio en las cosas del Mediterráneo, salvo que allá la
policía ignoró a los mafiosos y la prensa los denunció, mientras que aquí los
políticos quieren sancionar a los políticos, la prensa mantiene una distancia
irresponsable, y la sociedad se regodea escatológicamente en las redes
sociales. Deben pensar que la censura se puede acotar, sin entender que la
larga lucha por las libertades trajo a muchos hostigamientos y represalias.
Debe condenarse a aquellos improvisados sin conciencia ni memoria que vean en
la regulación de Periscope la coronación de su oportunismo efímero.
En un texto semanal para la
Fundación Heritage sobre la corrección política, que ahora nos empapa como la
norma que debe guiar nuestro futuro y llevarnos al destino añorado, el profesor
de Harvard, Harvey Mansfield, escribió en 1991: “La libertad de expresión es
algo necesariamente asociada con la razón; es ofrecer una opinión que contiene
una razón. Cuando se da una razón, se establecen puntos en común para convencer
o persuadir a alguien. No es una imposición. Por tanto, la libertad de
expresión posibilita un gobierno democrático”.
El alegato de la clase
política para regular Periscope, es que no afecta a la sociedad en su conjunto,
sino que busca únicamente regular su uso para los funcionarios públicos. ¿Qué
significa eso? Que no abusen, argumentan, como si no existieran disposiciones
legales que permiten enfrentar ese tipo de excesos. En cambio, nadie se acordó
que el funcionario de la delegación Miguel Hidalgo que atrapó en sus
dispositivos y mostró en tiempo real sus violaciones a la ley, fue agredido por
cínicos que, atrapados en sus fechorías, se quejaron que les habían violado sus
derechos. La clase política, ignorando concepto y definición de lo que es
público y lo que es privado, respaldó a los delincuentes y castigó a quienes
descubrieron métodos de inhibición contra delincuentes. Vergüenza debía darles
a quienes han tomado la iniciativa de censurar Periscope, y abrirle la puerta a
los demonios autoritarios que merodean desde hace unos meses como buitres sobre
la sociedad mexicana.
Periscope es parte de las
herramientas que las nuevas tecnologías han puesto a disposición de la gente.
Se le llaman medios sociales, que han democratizado el contenido y empoderado a
una sociedad para la recolección, diseminación y consumo de la información, así
como en la forma de crear y compartirla para que otros interactúen y
participen. Los medios sociales rompieron con la verticalidad de quienes
detentaban el control de la información y la volvieron horizontal y transversal.
Se acabó el monopolio del acopio, filtro, proceso y distribución de contenidos
para llevarla al terreno del acceso de todos en la forma, tiempo y espacio que
lo desee.
Es cierto que hay abusos en
las redes sociales, y que muchas veces el discurso del odio predomina en las
discusiones. Pero como el presidente Thomas Jefferson, uno de los padres
fundadores de Estados Unidos escribió en 1787, es mejor enfrentar los abusos de
la prensa, sus mentiras y sus groseros chismes que pueden engañar y confundir a
la gente, que vivir sin acceso a un mercado de ideas. No se puede permitir que
una clase política pigmea cierre las puertas de la libertad y que coloque a
México en el mismo nivel que Venezuela, Cuba, Corea del Norte, China o Turquía,
por mencionar sólo algunos de los compañeros de viaje con los que estos
políticos confundidos nos quieren meter en la cama.
Twitter: @rivapa
(DOSSIER POLITICO/ Raymundo Riva Palacio
El Financiero/ 2016-03-18)
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