MEXICO, D.F. (apro).- La situación en Michoacán parece tomar
un cauce más tranquilo luego de que en este año el gobierno federal
decidió dar un giro a su política de combate al narcotráfico. Pero debe
señalarse que este golpe de timón no se hubiera dado si los grupos de
autodefensas ciudadanas no hubieran presionado al liberar con las armas
en las manos a municipios completos que estaban bajo el dominio de Los
Caballeros Templarios.
La amenaza de los autodefensas de liberar todo Michoacán del crimen
organizado, así como las muestras de que se trataba de todo un ejército
de civiles armados dispuestos a morir con tal de conseguir su liberación
y las de sus familias, obligaron a moverse al gobierno peñista que
estaba cómodamente sentado sobre la misma estrategia de combate militar y
policiaco heredada por Felipe Calderón y que ya había dado muestras de
fracaso.
Las autodefensas, integradas por profesionistas, rancheros,
agro-empresarios y jornaleros, mostraron un conocimiento del campo para
localizar a los líderes templarios y combatirlos en su propio terreno.
Su estrategia era similar a la de la guerrilla moderna que ataca y
avanza, liberando territorio.
El éxito y la simpatía social por estos grupos fueron vistos como una
amenaza por el gobierno federal, que temió que se replicara el ejemplo
en otras partes del país donde se vive una situación similar de dominio
del crimen organizado.
Ante este riesgo, los estrategas del gobierno decidieron aprovechar
la fuerza y el conocimiento de las autodefensas para ponerlos al frente
de la línea de combate contra los Templarios y acompañarlos con la
presencia de la Policía Federal y el Ejército. Es decir, mandaron a las
autodefensas a realizar el trabajo sucio.
Por voz del doctor José Manuel Mireles, líder de las autodefensas,
fueron ellos los que dieron la información de que Nazario Moreno, El
Chayo, estaba vivo y el lugar donde operaba, aunque después el gobierno
peñista no lo reconocería y se adjudicara la muerte del fundador de los
Caballeros Templarios.
Las autodefensas fueron usadas por el gobierno federal a través de un
convenio donde pretendieron darles legalidad y, ahora que ya no les son
útiles, las están haciendo a un lado y a sus líderes los acusan de ser
integrantes de alguna banda criminal.
En un juego perverso, los enviados del gobierno peñista encabezados
por Alfredo Castillo aprovecharon las historias personales y las
divisiones internas de las autodefensas para minar su fuerza y debilitar
la simpatía social que ya se habían ganado.
Hoy mucha gente duda de la legitimidad y de la autenticidad de este
movimiento social armado, el único que ha sido capaz de enfrentar a un
cártel del crimen organizado y de recuperar amplios territorios que los
delincuentes tenían bajo su control.
A pesar de que ya no tienen la misma fuerza de inicio, las
autodefensas siguen avanzando en Michoacán y ya tienen presencia en un
tercio del territorio. El gobierno de Enrique Peña Nieto no podido
desarmarlas y todo indica que pasara mucho tiempo antes de que logren
desaparecerlas, porque aún permanece una de las causas que dieron origen
a la descomposición en la entidad: la alta corrupción de sus
autoridades y la complicidad que muchas de ellas siguen manteniendo con
el crimen organizado.
Twitter: @GilOlmos
/2 de abril de 2014)
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