Joven
asesinada en Plazuela Machado dejó de trabajar para pasar más tiempo con su
familia
MAZATLÁN.- La vio
tan bonita, que su papá quiso llamarla como la flor: Azucena.
La joven, de apenas
30 años, ayer fue asesinada a las afueras de un bar en la Plazuela Machado
cuando se encontraba con sus amigas de la infancia.
Azucena era ama de
casa, madre de familia. Su muerte dejó en la orfandad a su pequeña Mariana, de
6 años, y a Javiercito, de 8 meses. Y apenas en diciembre se casó.
"Mi muchachita
linda era hermosa, cuando nació su papá le puso el nombre, dijo que se llamaría
Azucena porque estaba muy bonita.
Y así era, muy
bonita mi niña", narró doña Esperanza, de 56 años, una mujer que ha vivido
tres veces las peores tragedias.
Hace 25 años su
esposo falleció en un accidente vial, en 2004 le mataron a su hijo mayor en
Estados Unidos, también una bala perdida lo atravesó; y ayer se fue su Azucena.
"La vida ha trapeado conmigo", agrega.
CÓMO SE ATREVEN
La tragedia ocurrió
cerca de las 02:00 horas en la Plazuela Machado, Azucena estaba con tres
amigas, todas se conocían desde niñas. Su esposo se había quedado en casa con
los hijos.
La noticia se disipó
en minutos, el esposo de Azucena llegó desesperado a la plazuela cuando el
cuerpo ya no estaba. Más tarde él mismo se lo dijo a la familia.
"Eran como las
tres y media de la madrugada cuando entró, así como lo vi, supe que no era nada
bueno. Me dijo lo que había pasado, que una bala perdida la había matado. Ella
no conocía a los otros heridos, nadie se conocía, fue la casualidad",
comparte doña Esperanza.
Ayer Azucena ya
estaba en un ataúd cubierto con una parte de su vestido de novia.
Doña Esperanza fue
la primera que entró a la funeraria donde la velaban. El cuarto era frío.
"No estoy
viviendo esto, nunca me imaginé ver a mi niña así, en una caja, ay Dios Santo,
ya me dejaron más mocha de lo que estaba ¿cómo se atreven a quitarle la vida a
la gente?", gritó desesperada.
Al velorio llegaron
los amigos, la familia y las flores.
La primera corona
fue de las hermanas de Azucena, a ella le gustaban las rosas rojas y las
llevaron.
SU QUERER
En los últimos
cuatro años Azucena trabajó en una tienda departamental, antes colaboró en una
central de autobuses, pero su meta era estudiar, ella quería ser maestra. Ése
era su sueño, pero más allá de sus metas estaban sus hijos, Mariana, de 6 años,
y Javiercito, de 8 meses.
"Después que
nació el niño ya no volvió a su trabajo, se quedó con su familia, prefirió
dedicarle más tiempo a los niños, dice doña Esperanza.
Está hundida en el
dolor; tiene coraje y quiere justicia.
"Se dijo tanto
que iba a haber mucha seguridad en el Carnaval, que estaba blindado Mazatlán,
aquí está el blindaje, que vengan a ver. No hay autoridades, desde hace 10 años
no creo en nada", lamentó.
"Mi hija era
hermosa, grandota, alta, muy bonita, (al responsable) que lo detengan y lo
castiguen como merece, no debe andar libre, una persona que dispara a inocentes
no está bien, A mi hija nada me la devuelve".
La tragedia de la
familia Pacheco Rojas se hace más grande con los recuerdos Entre la plática sus
hermanas recordaron otro gran detalle: El cumpleaños de Azucena.
"Nació un 15 de
marzo, ya mero cumplía sus 31 años. Cada año nos íbamos a comer o hacíamos en
la casa una comida, con esto, ¿qué vamos a festejar?", dice doña
Esperanza.
... Y la intolerancia manchó el Carnaval
MAZATLÁN.- Esa
madrugada la Plazuela Machado dejó de ser el corazón cultural de Mazatlán y fue
visitada por la muerte. Era martes, los primeros estertores del día, el
preámbulo de lo que sería el último día del Carnaval. Las autoridades
acariciaban un ansiado "saldo blanco".
De pronto la fiesta
se tornó en confusión. Olas de almas con cerveza en mano llegaban a la Machado
después de la algarabía total en el concierto de Banda El Recodo, evento que
concentró a 60 mil personas y la atención de las fuerzas policiales.
Una vez en la plaza,
los insaciables de la fiesta se topaban con que todo había acabado. El motivo:
un asesinato. "Mataron a dos muchachas a balazos", decían unos en
medio del caos. Otros replicaban que era sólo una joven muerta y dos heridos en
una balacera.
Lo que no estaba a
discusión era el lugar del crimen, el bar La Coronita, situado bajo los
históricos Portales de Cannobio.
Los policías
municipales y estatales actuaron con desesperación, acordonaron la escena del
crimen en un perímetro de más de 20 metros que abarcaba parte de la plaza,
desalojaron por la fuerza a los curiosos, a más de alguno jalonearon y gritaron
sólo por encontrarse allí o querer pasar. Al llegar los reporteros, fueron
replegados.
Los meseros recogían
mesas, sillas y barras de cerveza.
"Ya se había
acabado la música en vivo, el sonido tocaba música retro, cuando se oyó primero
un balazo, después otros dos. La gente empezó a dispersarse", relataron
testigos que se hallaban en el bar.
Sobre el homicidio
saltaron rumores y mitotes propios de la festividad de los papaquis.
Un crimen pasional
tras una discusión; balas perdidas tras una riña; y un ataque dirigido eran los
supuestos móviles, de acuerdo con el "vox populli".
El Secretario de
Seguridad Pública Municipal, Pablo Andrés Hernández Lizárraga, declaró que el
motivo habría sido una "discusión", ajena a la víctima mortal.
El cuerpo estaba en
el suelo de la calle Heriberto Frías, atorado entre las sillas plegables del
bar, cubierto con un mantel a cuadros rojos y blancos.
Los peritos llegaron
casi a las 03:00 horas y empezaron su trabajo.
A lo lejos se
escuchaba un grito. Un desgarrador "¡No, hija, tú no..." surcaba el
ya enrarecido ambiente. Era una voz de mujer, quizá la madre de la joven
asesinada, la cual fue identificada como Azucena Pacheco Rojas, de 30 años, y
madre de dos hijos.
(NOROESTE/ SHEILA ARIAS / SIBELY CAÑEDO/ 05-03-2014)
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