Varias niñas entre 15 y 16 años, fueron violadas y obligadas a pasar uno o dos días con los narcotraficantes a cambio de la vida de sus padres.
Ciudad de México. Hace tres años que
Javier Cortés, vicario General de la Diócesis de Apatzingán, era párroco
en La Ruana, Michoacán.
En el confesionario tuvo que escuchar el
lamento de varias niñas entre 15 y 16 años, violadas y obligadas a pasar
uno o dos días con los narcotraficantes a cambio de la vida de sus
padres.
Esa situación se convirtió en algo habitual para el
sacerdote, quien presenció todo tipo de vejaciones: violaciones,
extorsión, amenazas y hasta la muerte de un sacerdote de otra de las
comunidades de Tierra Caliente.
“Era el párroco de La Ruana y me
tocó tratar los casos de señoritas, muchachas donde les pedían que si no
se iban con ellos sus papás pagarían las consecuencias. Eran niñas,
muchachitas, adolescentes entre los 15 y 16 años que se veían forzadas a
estar con ellos uno o dos días”, dijo el Vicario a SinEmbargo.
Primero
fue La Familia Michoacana. Después, Los Caballeros Templarios, quienes
llegaron a las comunidades y dejaron a su paso madres solteras en toda
la región.
“Hay muchos niños regados. Ellos se van, los cambian y
se quedan solas las madres con sus hijos”, dijo el sacerdote en
entrevista.
No todos esos hijos fueron producto de violaciones,
dijo. Las vejaciones a las jovencitas de las comunidades eran tan
habituales, que las mujeres tomaban anticonceptivos.
“Las señoritas han tenido el cuidado de no quedar embarazadas, hasta ahí hemos llegado”, dijo.
Aquello
fue el detonante para que las guardias comunitarias se levantaran en
armas en febrero de este año, como en su momento denunció el médico José
Manuel Mireles, un miembro de la policía de Tepalcapetec.
“Decían
los padres de familia que no era posible que las niñas fueran para
ellos y sirvieran para ellos. Fue muy difícil tratar a estas niñas”,
narró el sacerdote.
La situación en la región de Tierra Caliente
detonó que el Obispo de Apatzingán, Miguel Patiño Velázquez, publicara
el 16 de octubre una carta dirigida a la diócesis y a las autoridades
donde denunció que Michoacán es un Estado fallido, dominado por los
narcotraficantes.
“Ellos están en todo, en todos los giros de la
economía. Están en todo, pero lo más lamentable es que la población se
está acostumbrando a este estado de cosas, que no es una situación
normal. La gente ve natural la violencia y se está llenando de odio. El
Obispo hizo este llamado a poner un alto”, dijo el Vicario General de
Apatzingán.
En su denuncia, el obispo Patiño Velázquez Patiño
Velázquez expuso que el crimen organizado tomó el mando de esa zona y
aunque se trata de comunidades pequeñas y se sabe quienes son los
delincuentes nadie ha hecho nada.
Las autoridades posiblemente
saben dónde están los criminales, pues “no es asunto de ahora ni es
misterioso”, afirmó monseñor Patiño Velázquez, quien se ha convertido en
un fuerte crítico de la estrategia de seguridad implementada por los
gobiernos federal y local contra la delincuencia.
Patiño, quien
ese mismo mes encabezó una marcha con la participación de cinco mil
personas para pedir la paz en la región y en todo Michoacán, fue
entrevistado por Carmen Aristegui, en MVS, a quien le dijo que en esa
localidad están sin transportes, sin gasolinas, “el crimen organizado ha
prohibido hasta la venta de tortillas… aquí se hacen cosas graves
contra la sociedad”.
“Hay alguien que manda, que manda que no
vendan tortillas y no hay”, planteó como ejemplo del control que ejercen
sobre esas comunidades los delincuentes.
También expuso que en
sus 32 años de servicio religioso en esas comunidades, en un lapso de 17
años el crimen ha matado a cinco sacerdotes.
“Todo esto viene de
muy atrás y el crimen se ha venido organizando y perfeccionando cada vez
más” y ante los ojos de todos. Patiño también puso en duda la
efectividad de la estrategia de seguridad que se aplica en la región.
Aunque
el Ejército “está cumpliendo en parte” su tarea, no pasa nada: en sólo
10 kilómetros hay 10 retenes en la carretera, pero no pasa nada, no
encuentran nada, expuso.
El Obispo se refirió también a la carta
que a mediados de octubre publicó en la página web de la Conferencia del
Episcopado Mexicano (CEM) para denunciar la violencia en Michoacán y
pedir la ayuda de las autoridades federales.
Al respecto dijo que
no pensó que “la cartita” llegaría a tantas partes, pero que su reclamo
sigue firme y las autoridades deben responder a los ciudadanos.
EL OBISPO ESTÁ EN UN RETIRO
De acuerdo con reportes de medios locales, 40 unidades de la Policía
Federal llegaron a la casa episcopal, aledaña a la catedral de
Apatzingán, para trasladarlo en medio de un operativo de seguridad a un
cuartel militar.
El padre Gregorio López, de la Diócesis de Apatzingán, declaró a
medios que Miguel Patiño fue llevado en medio una caravana y que se
frustró el atentado gracias a información que militares obtuvieron al
intervenir una comunicación vía satelital.
Sin embargo, el Vicario General negó que el Obispo permanezca
resguardado y dijo que se encuentra en un retiro espiritual en San Juan
de los Lagos, Jalisco.
“El Obispo no fue levantado, no está secuestrado ni está resguardado
por la policía. Está en un retiro espiritual fuera de Michoacán. La
gente se alarmó porque el domingo pasado estuvieron afuera de la casa
elementos federales porque dijeron que descubrieron un intento para
asesinarlo. Pero no pasó a más, el obispo fue escoltado sólo 20
minutos”, dijo.
Aunque el Vicario indicó que no existen amenazas de muerte, reconoció
que el crimen organizado les envía “mensajes” a través de conocidos.
“Sabemos que hay molestia del crimen organizado y de algunas
autoridades. A través de un sacerdote han dicho que tengamos cuidados,
que no se nos pase, que no hablemos, no hay amenazas de muerte
directas”, dijo.
Pero los criminales no amenazan, ni mandan “avisos” en vano. El
Vicario Javier Cortés lo sabe, pues este año, cuando la violencia se
agudizó, fue asesinado en la comunidad San José de Chila el sacerdote
Victor Manuel Diosdado.
“Él tenía un carácter muy fuerte y tuvo problemas con esas personas y
un día lo levantaron. Yo creo que nada más lo querían asustar, pero se
les pasó la mano y el padre falleció. Lo tiraron por acá por
Apatzingán”, dijo.
Apatzingán se sale de la norma. No es un lugar donde las personas
pueden salir a cenar en la noche en compañía de la familia o donde los
jóvenes puedan pasear o tener una vida nocturna.
Ahí la población se resguarda antes de las diez de la noche, por su voluntad o por recomendación de los militares.
“Los militares le dicen a la gente que se metan a sus casas temprano,
que eviten andar ya de noche y la gente lo hace por convicción, sabemos
que es un Estado fallido”, dijo el Vicario Javier Cortés.
El sacerdote prosigue: “es un Estado Fallido porque ese ambiente de
trabajo, alegría, fraternidad, respeto, todo eso que un estado de
derecho trae consigo, no existe aquí”, indicó.
El Vicario detalló que los sacerdotes se han dado a la tarea de
acompañar espiritualmente a la población y a pedirles en las liturgias
de los domingos, que traten de no pensar y platicar lo que les sucede,
para así por lo menos, intentar llevar una vida normal.
“Tratamos de darles un mensaje de esperanza, de paz y dar consuelo a
todos aquellos que tienen un levantado, un secuestrado, un asesinado”.
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