Arturo Rodríguez García
MÉXICO,
D.F. (apro).- En 1993 el director de Proceso, Rafael Rodríguez
Castañeda publicó su libro Prensa vendida. Una historia del periodismo
mexicano y su vínculo con el poder. La sentencia introductoria es
vigente:
“De sexenio a sexenio, de presidente a presidente, la
situación prevalece: un gobierno que ejerce el autoritarismo
prácticamente sin limitaciones; una prensa en su mayoría domesticada, y
un público que desconfía por igual de la prensa y del gobierno”.
Con
el trasfondo del festejo del 7 de junio, fecha en que se celebró por
cinco décadas –y en la mayoría de las entidades del país, sigue
ocurriendo— la “libertad de expresión”, Rodríguez Castañeda recuperó
muchos de los episodios más vergonzosos para el periodismo mexicano, que
hoy resultan fundamentales para comprender la relación del poder
político y la prensa o de, en palabras del autor, “la tarea de buscar
una prensa sumisa e incondicional”.
Sin embargo, a partir del
gobierno de Vicente Fox la situación cambió. La celebración presidencial
dejó de efectuarse y se eligió el 3 de mayo, Día Internacional de la
Libertad de Expresión conforme a la Organización de las Naciones Unidas
(ONU), para entregar el Premio Nacional de Periodismo con base en un
jurado ciudadano. Hasta entonces, el 7 de junio, fue considerado el Día
de la Libertad de Prensa.
El origen de la connivencia
Rodríguez
Castañeda ofrece en su libro una explicación. El 7 de junio de 1951,
los dueños y directores de medios de comunicación ofrecieron una comida
de homenaje al entonces presidente Miguel Alemán. Entre los anfitriones
destacaban el escritor, diplomático y periodista Martín Luis Guzmán; el
coronel José García Valseca y el empresario Rómulo O´Farrill.
Además,
en el comité organizador figuraban los directores de Novedades,
Alejandro Quijano; de El Universal, Miguel Lanz Duret; de Excélsior,
Rodrigo de Llano; de La Prensa, Mario Urdanivia, entre otros prohombres
del periodismo mexicano.
En discursos y declaraciones, todos
elogiaron a Miguel Alemán. Ahí, el llamado cachorro de la Revolución
devolvió la moneda colocando al periodismo mexicano a la altura de los
mejores del mundo, testimonio del progreso del país.
Y también patentó:
“En
este acto espontáneo y trascendente, el gobierno y la prensa nacionales
quieren dejar un testimonio de que en nuestro país se ha convertido en
una realidad inexpugnable la libertad de pensamiento, cumpliéndose los
principios de la Revolución Mexicana”.
Luego prosiguió a propósito de su responsabilidad, exenta de ánimos opresores:
“Más
vale tolerar y soportar los yerros que en la difusión de ideas se
cometan, que disminuir, así sea en parte mínima, la libertad de
expresión”.
El encuentro tuvo lugar en el restaurante Grillón.
Agasajo entre el poder presidencial a su instrumento, la prensa
complaciente que lo homenajea. Un menú de exquisiteces dignas de un
principado:
Hígados de ganso con jalea de champaña; huevos
rellenos de caviar ruso; langosta americana; arroz a la criolla; timba
de jamón York a la florentina; pato en salsa de Curazao; crepas de
cajeta de almendras. Vinos: Chablis 1946; champaña Charles Heidsek.
Amenizó el sexteto de cuerdas del maestro Pedro García.
La comida
fue un éxito y, un año después, el 7 de junio de 1952, la celebración se
repitió, institucionalizando el Día de la Libertad de Prensa. A Miguel
Alemán se le entregó un pergamino firmado por 111 directores de diarios y
revistas, en el que reconocían el respeto del mandatario a la libertad.
Del puño de Rodríguez Castañeda:
“El
Día de la Libertad de Prensa quedó así instituido mediante la unión,
aparentemente indisoluble, de los empresarios periodísticos con el poder
político representado por el Presidente”.
En esa época, la
tolerancia de Alemán quedó probada: Dos años después de los festejos
cerró el semanario Presente, dirigido por José Piñó Sandoval, donde se
había expuesto la corrupción del régimen alemanista; cinco periodistas
fueron expulsados de Tiempo, dirigida por Martín Luis Guzmán, quien
evitó publicar los hechos del 1 de mayo de 1952, cuando hubo muertos y
heridos durante una marcha alternativa a la oficial, del Día del
Trabajo.
El internacional 7 de junio
En 1953, los
empresarios periodísticos mexicanos fungieron como anfitriones de la
Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), convocando además a
representantes no miembros de 25 países.
En Prensa vendida, Rodríguez Castañeda explica sobre la SIP:
“En
el marco de la Guerra Fría, cumplía en el ámbito periodístico un
importante papel de control y tenía precisamente su sede permanente en
Washington”.
El informe sobre el estado de la libertad de
expresión en el continente ocultaba los graves ataques al ejercicio
profesional en numerosos casos, entre otros, destacaba el caso del
dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo.
La delegación
mexicana propuso a la SIP instituir en todo el continente el 7 de junio
como Día de la Libertad de Prensa. Hubo revuelo, pues Jorge Piñó,
director de Presente quien sufrió la represión, expuso su caso, en tanto
otros abordaron el asesinato del director del Mundo de Tampico.
Los
críticos fueron vapuleados verbalmente y, sin mayor trámite, la
asamblea adoptó por mayoría la fecha, en un acto que se presentó para
“expresar a don Miguel Alemán, don Manuel Ávila Camacho y don Lázaro
Cárdenas, expresidentes de México, la simpatía que los periódicos de
América Latina profesan hacia todos aquellos que han sabido ser, por la
virtud de sus actos, paladines de la libertad de prensa”.
Episodios vergonzantes
A
través de los años, la obsecuencia con el gobierno se refrendó cada 7
de junio. Del libro de Rafael Rodríguez Castañeda, algunos episodios:
–1959.
Reprimido el movimiento ferrocarrilero y encarcelados sus líderes
Demetrio Vallejo y Valentín Campa, ambos comunistas, Federico Barrera
Fuentes fue orador en la comilona del gremio con Adolfo López Mateos. En
alusión a lo anterior, dijo:
“Hubo días angustiosos y turbulentos
en que fue puesta a prueba la serenidad y la energía del régimen. En
esas jornadas pudo estimarse mejor la acción periodística como elemento
coadyuvante en la defensa de nuestras instituciones y de la integridad
económica del país, puesto que los periódicos y revistas explicaron
espontáneamente a sus lectores, y sin discrepancia fundamental entre
ellos, cuál era la naturaleza real del conflicto, cuáles sus raíces
extranacionales, que se encubrían bajo la apariencia de un simple
movimiento de huelga, y con cuánta justificación actuaba el poder…”
–1969.
Perpetrada la matanza de Tlatelolco, el gremio periodístico acude, como
cada año, al banquete presidencial. Los meses han sido críticos para la
prensa mexicana que ve crecer la consigna de “¡prensa vendida!”. Martín
Luis Guzmán fue el orador:
“El gobierno, en ningún momento,
coartó o intentó coartar la libertad de prensa. Dejó, consciente de sus
deberes, que los periódicos asistieran libérrimos al conflicto; que
libremente reflejaran en sus páginas según el criterio o las
inclinaciones de cada uno o que, incluso, participaran en él. Ninguna de
nuestras publicaciones recibió consigna alguna, franca o velada, ni la
más leve advertencia o indicación… así pues, nos sentimos obligados a
declarar, cosa que hacemos satisfechos y orgullosos –satisfechos como
periodistas, orgullosos como mexicanos—, que la libertad de prensa no ha
sufrido el menor menoscabo por parte del gobierno de la República, ni
en la horas más sombrías del año comprendido entre el 7 de junio de 1968
y hoy…
“…No titubeamos en reconocer que, frente a tamaña
coyuntura, nuestros periódicos siguieron usando su libre albedrío para
discrepar en lo que para cada uno de ellos era la verdad: la verdad de
los hechos y la veracidad o falsedad con que el movimiento subversivo y
sus simpatizantes, disimulados o francos, los explotaban para acrecentar
la agitación, para explicar y aun justificar los desmanes y la
violencia, y para presentar a los supremos depositarios de la legalidad
como a funcionarios incomprensivos, injustos, ciegos en el desempeño de
su cargo, y a tal punto transgresores de la ley que ni la Constitución
misma respetaban.
“Lo felicitamos a usted, señor; y si,
efectivamente, en algo fallamos a esa hora, lo lamentamos sin la menor
reserva, y esto hace que nuestra felicitación resulte aún mayor. Lo
aplaude a usted una prensa que al ejercer plenamente su libertad
demostró no ser prensa vendida, como la malicia y la subversión nos
gritaban, y la hubieran querido, dentro del cálculo de sus planes. Lo
aplaude una prensa cuyas experiencias últimas la confirman en su postura
independiente, y la cual, gracias a su independencia misma, cree servir
bien al régimen democrático e institucional del México de hoy, al
México de libertades, realidad y promesa, que debemos a nuestra
revolución, la Revolución Mexicana, todavía en marcha”.
De esa comilona, el fundador de Proceso, Julio Scherer García, narró en su libro Los presidentes:
“Conocíamos
a la gran mayoría de nuestros colegas, inclinados ante el poder. El 7
de junio de 1969, Día de la Libertad de Prensa, aprovecharon la
oportunidad para rendirle otro acto de acatamiento al presidente Díaz
Ordaz, como si lo necesitara tan explícito y servil. Una ovación como no
se había escuchado en estas celebraciones premió sus palabras.
Inimitable maestro del lenguaje, Martín Luis Guzmán había dedicado su
genio a la exaltación de Díaz Ordaz. Qué no le debía la República.
Libertad, tranquilidad, paz, orden, progreso.
“La ovación seguía y
seguía. Igual que una lluvia tenaz, obsesiva. De frente a centenares de
periodistas, entre el secretario de la Defensa, general Marcelino
García Barragán, y el secretario de Relaciones Exteriores, Antonio
Carrillo Flores, yo permanecía con los brazos desmayados. Nada me haría
aplaudir”.
–1976. La cúpula del periodismo mexicano tiene un viejo
anhelo: que el presidente instituya el Premio Nacional de Periodismo y
lo entregue el 7 de junio. Luis Echeverría, ese año, lo hace posible. La
algarabía desborda hasta que un periodista chiapaneco, Augusto
Villarreal, denuncia a talamontes en su estado, una matanza de indígenas
perpetrada por el Ejército, entre otras cosas, que revelan la barbarie
gubernamental y el silencio cómplice de la prensa. El presidente toma la
palabra:
“Podemos afirmar que a nadie se ha perseguido, o
siquiera molestado, por la expresión de sus ideas. La crítica no ha sido
simplemente tolerada, sino se ha convertido en fuente y motor de muchas
decisiones gubernamentales, cuando ha sido producto del estudio, la
reflexión y la responsabilidad verdaderas, así como cuando se ha
caracterizado por sus finalidades constructivas y patrióticas”.
Unas semanas después, el gobierno de Luis Echeverría perpetraría el “golpe a Excélsior”.
–1982.
La economía del país va en picada y las críticas a la petrolización
iniciadas desde años atrás en las páginas de Proceso van realizándose
ante la indignación gubernamental. El presidente José López Portillo
ordena suspender la publicidad en las páginas del semanario (práctica
que asumirían después Vicente Fox, Felipe Calderón y, actualmente,
Enrique Peña Nieto). En la reunión anual con la prensa nacional, el
mandatario, en un desplante de franqueza sobre su noción del manejo
patrimonialista del gasto gubernamental, la personalización de la
crítica y su noción sobre el ejercicio del periodismo, expresó:
“¿Una
empresa mercantil organizada como negocio profesional tiene derecho a
que el sistema le dé publicidad para que sistemáticamente se le oponga?
Esta es, señores, una relación perversa, una relación morbosa, una
relación sadomasoquista que se aproxima a muchas perversiones que no
menciono aquí por respeto a la audiencia: te pago para que me pegues.
¡Pues no señor!”
–1985. El asesinato de Manuel Buendía y diversos
episodios de represión contra periodistas críticos. Ese año, el orador
es Regino Díaz Redondo –el que encabezó nueve años antes el golpe a
Excélsior con patrocinio de Echeverría Álvarez–, dice a Miguel de la
Madrid a nombre de “la prensa seria del país”:
“Cuenta usted con
una prensa noble y seria, analítica y plural, crítica y respetuosa de la
democracia en que vivimos y, sobre todo, con la inteligencia y el ánimo
dispuestos a trabajar por el bien del país.
“En sus esfuerzos por vencer la crisis tiene usted a su lado a los periodistas independientes de México”, presumió Díaz Redondo.
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