Constitucionalmente el titular del Ejecutivo federal
reúne en su persona dos jefaturas: la del gobierno y la del Estado. Pero la
ambición política de Enrique Peña Nieto se desborda, así que tras la XXI
Asamblea Nacional del PRI detentará asimismo el control de ese instituto
político. Según la ex dirigente nacional priista Dulce María Sauri, el mensaje
es claro. “El partido del presidente –dice– está unido y listo para apoyarlo en
sus iniciativas”.
Jenaro Villamil
MÉXICO, D.F.
(Proceso).- A partir de la XXI Asamblea Nacional del PRI, el domingo 3, el
presidente Enrique Peña Nieto tiene el control del partido y además “su
conducción plena”, lo que “reforzará ante la sociedad la imagen de un trato
privilegiado” hacia el tricolor y “discriminatorio hacia otros partidos”, advierte
Dulce María Sauri Riancho, ex dirigente nacional priista y ex gobernadora de
Yucatán.
Pronostica que la
presencia presidencial en las deliberaciones del partido gobernante “acabará
por sofocar la escasa costumbre de debate abierto sobre asuntos de interés
colectivo en los órganos de dirección partidista”.
Excluida de los
trabajos previos a la XXI asamblea, a pesar de ser consejera nacional del PRI,
Sauri Riancho observó desde su natal Mérida lo ocurrido en el cónclave
tricolor. Sin abandonar su militancia ni su análisis crítico, en entrevista por
escrito con Proceso la ex senadora y ex diputada federal hace un balance de los
principales cambios en los documentos básicos de su partido y aborda temas
espinosos, como la reforma energética o la aplicación del IVA a medicinas y
alimentos.
–¿Cuál es el balance
político que haría tras esta asamblea? ¿La considera una restauración del viejo
modelo?
–Fue el reencuentro
del PRI con su condición de partido en el gobierno. El hilo de la continuidad
con el modelo político que rigió al país más de 70 años está en el intento de
poner las bases para la reconstrucción del poder presidencial en el PRI. No es
el programa de gobierno el que se adecua a los documentos básicos partidistas,
sino que son éstos los que cambian presuntamente para alinearse con él.
“En pocas palabras,
el presidente Peña Nieto ya tenía el control del PRI. A partir de la XXI
asamblea tiene además su conducción plena. ¿Para qué le sirve en el corto
plazo? Muy probablemente para garantizar el voto de los priistas en las más
controvertidas reformas en el Congreso.”
–La incorporación de
Peña Nieto a los órganos colegiados de dirección priista ha generado polémica.
¿Es violatoria de la Constitución? ¿Se puede ser jefe de Estado, jefe de
gobierno y también jefe de partido en un sistema como el mexicano?
–El régimen político
de México es presidencial y la política mexicana sigue siendo presidencialista.
La determinación asumida por la XXI asamblea en cuanto a que el presidente Peña
Nieto encabece su Comisión Política Permanente y su Consejo Nacional tiene que
ser evaluada en una doble dimensión: hacia la sociedad y las otras fuerzas
políticas y hacia el interior del partido.
“En la figura
presidencial concurren la jefatura de gobierno y la jefatura del Estado
mexicano: no se pueden disociar. El primero, el jefe de gobierno, lo puede ser
también de su partido, como en un sistema parlamentario. Pero el jefe de Estado
lo es de todos los ciudadanos. Ante la sociedad se reforzará la imagen de un
trato privilegiado hacia el PRI por parte del Ejecutivo federal y, en
consecuencia, discriminatorio hacia otros partidos.
“En el partido la
presencia presidencial acabará de sofocar la escasa costumbre del debate
abierto sobre asuntos de interés colectivo en los órganos colegiados de
dirección partidista. Los cinco sentidos priistas, cultivados para detectar ‘la
línea’, ni siquiera tendrían que esforzarse. No creo que esta determinación
haya sido asumida como parte de un juego de ‘fuera máscaras’ o de fin a la
simulación de una neutralidad que se le exigió hasta el cansancio a los
gobernantes priistas en el pasado. Me pregunto cuáles son los elementos de la
realidad política que aconsejaron adoptar una medida de esta naturaleza. Como
diría el clásico: ¡¿Pero qué necesidad?!”
Candidaturas de “fácil venta”
–En los estatutos se
quitaron los candados a candidatos de elección popular y se aprobó la cuota de
género de 40%, entre otros cambios. ¿Cómo valora esas modificaciones?
–La decisión sobre
la eliminación del requisito de haber tenido un cargo de elección popular
previamente a la postulación como candidato o candidata a la Presidencia (o a
la gubernatura de un estado) es un intento de restituirle a la figura
presidencial una facultad metalegal de la que había sido privada en 1996. Sólo
así se puede comprender.
“El PRI está en el
gobierno tras 12 años en la oposición. Sus cuadros más destacados cumplen el
requisito de haber tenido un cargo de elección popular, aunque haya sido por
otro partido político. Abrir los candados huele a una ominosa posibilidad
futura: Que a la antigua usanza, en 2018 nos encontremos con una candidatura
priista creada como un producto de consumo electoral, de fácil venta.
“El requisito
derogado ha sido insuficiente protección frente a la improvisación y el invento
de personajes programados exclusivamente para ganar elecciones, pero no para
gobernar. Sin él, el riesgo será aún mayor para el PRI y para los priistas que
legítimamente se esfuerzan para ser considerados en las postulaciones.
“En cuanto a las
cuotas de género, celebro que el PRI haya tomado la determinación de ‘alinear’
sus documentos básicos a la resolución 12624 del TEPJF.”
–En el Programa de
Acción el PRI modifica su rechazo al IVA a alimentos y medicinas. ¿No fue ésta
la causa de la pérdida priista en el 97 de la mayoría en el Congreso? ¿Es
necesaria esta medida en el contexto actual?
–Reforma energética
y reforma fiscal van juntas y de la mano. Si el gobierno de Enrique Peña Nieto
quiere reformar Pemex tendrá que hacer lo correspondiente en la parte de
ingresos públicos. Sabemos lo difícil que es plantear una reforma fiscal que
afecte los intereses de los grandes grupos económicos y de los 15
supermillonarios mexicanos de la lista de Forbes. Por eso siempre ha sido menos
complicado políticamente introducir el IVA, porque aparentemente la sociedad no
tiene medios efectivos de defensa y reacción frente a estas reformas.
“Los estrategas
gubernamentales tendrán que pesar y medir cuidadosamente. ‘Por si se ofrece’,
el primer obstáculo para presentar una iniciativa que grave alimentos y
medicinas fue removido con la reforma al Programa de Acción del PRI. Pero eso
no implica necesariamente que el gobierno se decida a ejecutar el ‘paso de la muerte’,
porque a eso equivaldría una reforma a la Ley del IVA para extensos sectores de
la sociedad mexicana. Es cierto que el PRI es mayoría en el Congreso, pero para
aprobar la ley necesitaría de otros partidos políticos. ¿Cuál sería? ¿A cambio
de qué?
–El tema energético
y la apertura de Pemex al capital privado fueron otros dos asuntos importantes.
¿Cómo valora estas medidas de los delegados priistas? ¿Se trata de “temas tabú”
o son “línea presidencial”?
–Hay participación
privada en actividades petroleras desde hace un buen número de años. La
disyuntiva no está entre capital privado o público, sino entre una empresa
pública fuerte, capaz de representar en forma efectiva la rectoría del Estado
en materia energética o una paraestatal debilitada al máximo por la exacción
fiscal. Abrir la distribución, la petroquímica básica a la inversión privada en
las actuales condiciones de Pemex implicaría la acelerada extranjerización y la
consiguiente pérdida de control nacional sobre los hidrocarburos.
“Esta misma
situación se vivió con el sistema bancario a finales de los noventa. Bastaron
tres años para que la mayoría de los bancos quedasen como propiedad de
extranjeros. Tengo la impresión de que en la asamblea del PRI se aprobaron
reformas para flexibilizar la letra, sin tener claridad del rumbo que
finalmente tome el gobierno sobre estos temas. El Plan Nacional de Desarrollo
todavía se encuentra en elaboración.”
Las viejas formas
–Es clara la
centralización y la restauración de las decisiones políticas del PRI en función
de la figura presidencial. El problema es que en 2012 se ganaron las elecciones
presidenciales con menos de 40% de los votos. ¿Es compatible esta tendencia con
lo prometido en el Pacto por México?
–Considero
pertinente distinguir entre “figura” y “agenda” presidencial. El PRI tomó la
determinación en la XXI asamblea de reconstruir la relación con el presidente a
partir del restablecimiento de los atributos que tuvo la figura presidencial en
el pasado: El más importante, el ejercicio de su libre albedrío respecto a la
candidatura presidencial.
“En este mismo
sentido también era importante afinar la maquinaria partidista, al menos hacia
el exterior, presentando una imagen de unidad monolítica sobre ciertos temas,
como el energético y las telecomunicaciones, en especial. Restablecer las
formas no significa que dejen de contar políticamente otros actores, que se
deben a su partido pero que también juegan un importante papel en lo externo,
ante otras fuerzas políticas y la misma sociedad.
“Me refiero a los
coordinadores parlamentarios y a los mismos gobernadores priistas. Ellos vienen
de 12 años de lucha; probaron la autonomía en la toma de decisiones. Regresar a
las antiguas prácticas puede ser difícil porque el ambiente del exterior se ha
modificado profundamente.
“No obstante su
experiencia política les impedirá cometer acto de suicidio, que eso
significaría enfrentarse al presidente. Pero pueden atemperar y matizar algunas
decisiones presidenciales, sobre todo si las perciben costosas para su imagen
personal, cuidadosamente labrada a lo largo de los años.
“Para desarrollar su
agenda el presidente Peña Nieto tendrá que considerar que seis de cada 10
mexicanos no votaron por el PRI en 2012. Puede convencer y lograr apoyos de
quienes sufragaron por sus opositores, pero ello dependerá de las medidas que
adopte como cabeza del Poder Ejecutivo federal, de la eficacia de su gobierno
para cumplir los compromisos ‘bandera’ que la sociedad espera y exige, como los
relativos a la seguridad y al mejoramiento de la condición económica de la
mayoría.
–Como protagonista
de estos años, ¿cuál es su reflexión sobre este proceso: Entre 1997 y 2003
(elecciones intermedias) se dieron los cambios más acelerados en el modelo de
transición a la mexicana (IFE autónomo, Congreso sin mayoría unipartidista,
triunfo opositor en el DF, Jalisco, el triunfo de Fox)? ¿Qué lecciones le dejó
a usted este periodo como dirigente nacional del PRI y luego como senadora?
–Recordemos las
fechas y a los actores. En septiembre de 1996 se llevó a cabo la XVII asamblea
del PRI donde se establecieron los “candados” a la postulación del candidato
presidencial. Estaba en pleno proceso la reforma política, comprometida por
Ernesto Zedillo desde el inicio de su gobierno. Ese mismo año, en octubre, se
aprobaron las reformas para dotar de plena autonomía al IFE, ciudadanizarlo y
conformar su consejo general. Fue entonces cuando el Tribunal Electoral quedó
incorporado al Poder Judicial y se estableció el financiamiento público para
los partidos políticos.
“En perspectiva, la
derrota priista fue magnificada por ser la primera vez que el partido no
alcanzaba la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados. La cifra de 238 sólo
fue superada en la reciente elección. Pero la formación del G-4 fue el inicio
de profundos cambios en las relaciones dentro del Legislativo y de los
diputados con el presidente. Entre 1995 –la crisis económica y el IVA– y la
derrota electoral de 2000 hay un continuum en el que 1997 fue determinante. Es
la principal lección de ese periodo.
“En 2003 los vientos
parecían soplar a favor del PRI. Había resistido la alternancia, comenzaba a
ganar elecciones estatales, tenía nueva dirigencia nacional. Los problemas
comenzaron desde la postulación de las candidaturas, en particular entre el
presidente y la secretaria general del CEN (Roberto Madrazo y Elba Esther
Gordillo).
“El PRI ganó la
mayoría y junto con su aliado, el PVEM, conformaron un bloque legislativo. Otra
vez una asamblea del PRI, en este caso la XIX, fue escenario de decisiones que
impactaron el proceso electoral presidencial. Madrazo decidió permanecer al
frente del partido y de alguna manera secuestrar virtualmente la postulación
del candidato a la Presidencia de la República.
“El enfrentamiento
abierto entre el presidente y la secretaria general acabó de dar al traste con
cualquier posibilidad de ganar en 2006. Por esa razón fueron cuidadosos los
pasos para construir la candidatura de Enrique Peña Nieto. Sin la figura
presidencial no había camino más que la negociación interna. El avasallamiento
y la imposición le resultaron muy caros al partido en 2006.
“En 2018 viene un
nuevo reto para el PRI: Postular a su candidato a la Presidencia de la República
en una nueva realidad política y desde el gobierno federal. Será en 2015 cuando
comiencen a perfilarse las condiciones y los actores que participarán en la
determinación, que se tomará sin candados para el presidente.”
(PROCESO/ Jenaro Villamil/ 12 de marzo de 2013)
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