Ante las dificultades para actuar en grupo, algunos terroristas atacan solos, como ocurrió con Mohamed Merah, asesino de siete personas en Francia. Estos casos se están multiplicando.
Un policía francés se asoma por la ventana de la vivienda
de Toulouse, Francia, donde el pasado 22 de marzo fue sitiado y muerto Mohamed
Merah. Foto: Jean-Paul Pelissier/ Reuters
BRUSELAS, Bel.- El cuerpo del joven cayó muerto desde su balcón.
Trataba de escapar de su departamento asaltado por la Policía cuando las balas
de los agentes de élite lo alcanzaron.
En el pecho llevaba un chaleco antibalas;
en la mano, su cruenta Colt 45 mm. Murió como había prometido minutos antes a
los agentes:
“Como un muyahidín, como un guerrero santo y con las armas en la
mano para llegar al paraíso con una sonrisa”.
Así terminó una larga operación de
32 horas el pasado 22 de marzo, la cual puso fin a la vida del asesino confeso
de Toulouse, un caso que conmocionó a toda Francia.
“¿Se trata de un extremista entrenado para matar o un aislado homicida?”, se
preguntó la opinión pública gala tras los sangrientos atentados del 11, 15 y 19
de marzo cometidos en esa ciudad fanática del rugby, ubicada al suroeste del
país.
¿Era el asesino de tres militares franco-magrebíes y cuatro franceses
judíos —tres de ellos niños— un gatillero anónimo similar a la figura de los
asesinos estadunidenses que, rifle en mano, disparan al azar en espacios
públicos, o un fanático afín a grupos radicales que buscan venganza a través del
terror?
Las autoridades francesas consideraron que se trataba de un único
gatillero, de un “lobo solitario”, un fenómeno social que, según informes
oficiales, se ha duplicado en la última década en Europa.
Imagen sin fecha presentada por la televisión francesa el
21 de marzo pasado, donde supuestamente aparece Mohamed Merah en una carrera de
automóviles. Foto: France 2 Television/ Reuters
ATAQUES
A las cuatro de la tarde del 11 de marzo, Imad Ibn-Ziaten, un militar paracaidista de 30 años, llegó puntual a la cita en una calle de Toulouse, junto al colegio Chateau de l’Hers, para mostrar su motocicleta Suzuki 650 que había puesto a la venta en internet.
Minutos más tarde, el cuerpo del joven de origen magrebí fue encontrado sin vida junto a su moto.
Cinco días después, a las dos de la tarde del 15 de marzo, en la zona de Montauban, tres uniformados fueron atacados también cuando esperaban su turno en un cajero automático; murieron dos de ellos:
Abel Chennouf, de 24 años, y Mohamed Legouad, de 26. Ambos, como Imad, eran norafricanos y paracaidistas militares.
Las cámaras de seguridad del banco grabaron al atacante, que huyó en una moto.
A pesar de que Francia movilizó a 60 agentes antiterroristas, a las ocho de
la mañana del 19 de marzo un tercer atentado tuvo lugar en la escuela judía Ozar
Hatorah, del barrio de La Rosarnie, también en Toulouse.
Hasta allí llegó un
hombre en una motocicleta quien, sin quitarse el casco, disparó contra el rabino
Jonathan Sandler, de 30 años, cuando esperaba el autobús que llevaría al colegio
a sus hijos Gabriel y Arieh, de cuatro y cinco años, respectivamente.
Ambos
pequeños huyeron, pero el atacante persiguió a otra niña de siete años, hija del
director de la escuela Ozar, hasta el patio donde la tomó del cabello para
pegarle un despiadado tiro en la cabeza, según se aprecia en un video grabado
por cámaras de seguridad.
Al salir, el atacante alcanzó a los hijos del rabino
Sandler y sin piedad les asestó dos tiros a quemarropa.
Tras las investigaciones, las autoridades hallaron en todas las escenas
casquillos de una Colt 45 mm.
Además, supieron que todas las agresiones se
habían videograbado por una cámara colocada en el pecho del anónimo agresor por
medio de un arnés.
PATRONES Y MOTIVACIONES
Los servicios de inteligencia franceses tenían ubicado a Mohamed Merah, de 23
años, desde el año pasado; sin embargo, no pudieron comprobar su peligrosidad.
De acuerdo con la Dirección Central de Inteligencia (DCRI, por sus siglas en
francés) este tipo de casos son muy difíciles de monitorear, ya que estas
personas se autorradicalizan y actúan por su cuenta.
“Si el tipo madura su
proyecto en solitario, no podemos sondear su inconsciente. Esto vale por un lado
para el terrorismo y, por otro, para el Derecho común”, dijo un vocero de la
DCRI al diario El País.
En el libro Understanding Lone Wolf Terrorism: Global Patterns,
Motivations and Prevention (Entendiendo el terrorismo del lobo solitario:
conductas, motivaciones y prevención), publicado en este año, el investigador
Ramon Spaaij asegura que el número de episodios de este tipo llevados a cabo en
el Viejo Continente han pasado de 19 que se registraron en la década de los
noventa, a 40 llevados a cabo entre los años 2000 y 2010.
La misma Policía Europea (Europol), en su “Reporte sobre la situación y
tendencias del terrorismo” de 2011, revela que en 40 años —entre los años
setenta y la primera década de 2000— en Europa crecieron en 500 por ciento este
tipo de ataques; en cambio, en Estados Unidos (EU) se registró un aumento de 45
por ciento durante el mismo periodo.
No obstante, Edwin Bakker, investigador de este fenómeno, afirma que no hay
que dejar que los números sorprendan.
En entrevista con M Semanal, el
académico de la Universidad de Leiden en Los Países Bajos, asegura que los casos
“son muy pocos. Las estadísticas pueden sonar espectaculares; el incremento de
cero a cinco en porcentaje es por sí mismo escandaloso.
Holanda misma ha tenido
muchos ataques, como cuando se intentó matar a la Reina, pero no lo llamamos
terrorismo”.
Ceremonia de duelo en la escuela judía de Ozar Hatorah, el
25 de marzo, por los niños y el rabino asesinados por el yihadista
argelino-francés. Foto: Zohra Bensemra/ Reuters
BUENO PARA EL DIBUJO
A Mohamed Merah le gustaban los cigarros de marihuana. Según relataron sus
amigos, como a cualquier chico de su edad le atraían también las chicas, las
motos, los autos deportivos, las fiestas y el futbol.
Fue el cuarto de cinco
hijos de una inmigrante argelina de nombre Zulikha Azizi, pero quienes lo
conocieron dicen que nunca practicó fervientemente el Islam.
Merah nació en 1988 en el suburbio de Bellefontaine, en Toulouse.
Allí creció
rodeado de un ambiente hostil, donde los inmigrantes del norte de África
conviven tensamente con refugiados del mismo continente.
De acuerdo con el
diario francés Le Monde, a la edad de 14 años se escapó de su casa
motivado, entre otras cosas, por la separación de sus padres.
El joven encontró
refugio en el peligroso barrio de Les Izards, un gueto descrito por la prensa
como “uno de los grandes supermercados de droga de la ciudad”.
Asistió a la escuela durante dos años, apoyado por un centro de acogida
llamado Les Chamoix (Los camellos). Sus maestros lo recuerdan como un chico “con
aptitudes para el dibujo”. Sin embargo, también mostró destreza para cometer
delitos: robó celulares, motocicletas, agredió a un maestro del centro y manejó
sin licencia, faltas que lo llevaron a pisar varias veces la comandancia de
Policía.
Tras dejar los estudios, Mohamed empezó a trabajar como aprendiz en un taller
mecánico en el mismo barrio de Les Izards.
No obstante, luego de protagonizar
una pelea callejera en 2007 fue encarcelado por 18 meses.
De acuerdo con las
autoridades locales, tras las rejas fue donde “comenzó a leer el Corán y se
radicalizó”.
Una vez liberado, en enero de 2008, intentó ingresar al Ejército
francés sin éxito debido a sus antecedentes penales.
SIN ORDEN EXTERIOR
Ramon Spaaij, también profesor de la universidad australiana de La Trobe y de
Amsterdam, asegura en su libro que “un lobo solitario es por definición una
persona que actúa por sí mismo, sin órdenes —ni tampoco conexiones— con ninguna
organización”.
“Este tipo de individuos”, escribe, “es un operador autónomo,
quien por su origen está inserto naturalmente en el grupo social objetivo y es
capaz de una autoactivación en cualquier momento”.
Hasta ahora, el caso de Mohamed Merah encaja en los tres elementos que Spaaij
describe como necesarios para detectar a los lobos solitarios:
“El primero es
que operan de manera individual, no pertenecen a ningún grupo terrorista o a red
alguna, y su modus operandi es concebido y dirigido sin ninguna orden
exterior”.
El propio autor señala a Anders Behring Breivik, el asesino de 77
personas en julio del año pasado en Noruega, como un caso ejemplar de este tipo
de terrorismo.
Por su parte, Quirine Eijkman, investigadora del Centro de Terrorismo y
Contraterrorismo en Holanda, afirmó que este tipo de ataques no son tan nuevos,
y que “además pueden estar inspirados por medios como internet y viajes como los
que hizo Merah”.
En charla con este semanario, Eijkman aseguró que “este tipo de
atentados siempre han sucedido en Europa, pero bajo otros contextos, como los
nacionalismos.
Pero en términos de lucha contra el terrorismo, en los últimos 10
años hemos estado más enfocados en los grupos”.
La investigadora sostuvo que el
actuar por propia voluntad en el momento que se decida “es una de las tácticas
de acción más nuevas utilizadas por organizaciones como Al Qaeda, las cuales por
su misma naturaleza son en extremo difíciles de prevenir”.
PERIPLO ADOCTRINADOR
Según informó el ministro del Interior, Claude Guéant, Merah viajó a
Afganistán en 2010 y luego a Pakistán en 2011. Pero tras haber sido arrestado
por militares estadunidenses en la ciudad afgana de Kandahar en 2010, también
habría visitado Israel, Siria, Irak y Jordania, como confirmó un portavoz del
Pentágono citado por The New York Times.
Las autoridades creen que este viaje habría sido planeado con la intención
entrenar y adoctrinar a Merah.
Su hermano Abdelkader, miembro de una red
islamista en Toulouse sospechosa de coptar a los yihadistas europeos para
enviarlos a Afganistán e Irak, y hoy detenido acusado de complicidad, habría
sido quien planeó la excursión de adiestramiento.
Tras su vuelta a Francia en noviembre de 2011, las autoridades intentaron
seguirle la pista.
Lo llamaron a declarar por la sospecha que levantaban los
países que había visitado.
Sin embargo, el joven argumentó que su viaje había
sido de placer y presentó como pruebas una memoria USB repleta de fotos; al
final no le pudieron demostrar ninguna conexión.
Bernard Squarcini, jefe de la
DCRI, se defendió diciendo que lo investigaron, pero que “no había nada, no
había activismo ideológico, no iba a la mezquita”. Unos meses más tarde Merah
actuó.
El miércoles 21 de marzo, a la una de la mañana, el canal de televisión
France24 recibió la llamada de un hombre que reivindicaba los ataques.
El
interlocutor argumentó que lo había hecho para vengar las muertes de niños
palestinos en Gaza, en protesta contra las acciones galas en Afganistán y por la
prohibición del uso del velo integral por parte de las mujeres en Francia.
Dos
horas más tarde la policía rodeó el edificio donde se encontraba Merah.
Luego de
32 horas de persuasión, la Policía decidió entrar e intercambiar más de 300
disparos.
A pesar de que el presidente Nicolás Sarkozy ordenó capturarlo vivo,
el joven murió con su Colt en la mano.
Julio I.
Godínez Hernández
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