sábado, 6 de febrero de 2016

EL “HUMILLANTE” HOTEL PARA VÍCTIMAS DE TRATA, ABUSO SEXUAL…


CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- La llave que cuelga de una cadena oxidada abre la cerradura y deja salir el hedor a orines mezclado con humedad. El ropero tiene una sola puerta, los muebles son viejos y están llenos de polvo, las paredes están descarapeladas y la cama presume sábanas rotas y con manchas de sangre y semen.

Ésta es una de las habitaciones del hotel Cozumel, donde la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) aloja a víctimas del delito y a sus familiares como parte del apoyo que, por ley y dentro de su protocolo de atención, está obligada a brindarles mientras se desarrolla el proceso legal correspondiente.

Ubicado a tres cuadras de la procuraduría capitalina –en Doctor Barragán 79 esquina con Doctor Navarro–, es un establecimiento donde lo mismo llegan parejas por un par de horas de pasión y turistas con bajo presupuesto, que víctimas de trata y agresión sexual, o parientes de quienes fueron brutalmente asesinados.

A uno de esos cuartos fue enviada a principios de agosto de 2015 Mirtha Pérez, madre de Nadia Vera, una de las cinco víctimas del multihomicidio de la colonia Narvarte. De aproximadamente 60 años, la mujer viajó desde Comitán, Chiapas, a la Ciudad de México para reconocer el cuerpo torturado de su hija. La Subprocuraduría de Atención a Víctimas del Delito y Servicios a la Comunidad de la PGJDF le dio alojamiento en ese hotel mientras se desarrollaban las primeras diligencias.

Acompañada de Amalia Cruz, abogada de la Clínica de Interés Público contra la Trata de Personas del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), llegó incrédula a la recepción del lugar. Con temor, ambas subieron a la habitación asignada y en el camino hallaron a una joven ebria que salía con un hombre de otro cuarto. Cuando entraron al suyo, Mirtha exclamó: “¡Aquí nos van a matar a nosotros también!”. Salieron de inmediato.

El pasado 9 de noviembre, en la presentación de la Plataforma de Seguimiento del Caso Narvarte, la mujer recordó el momento:

“(La PGJDF) aloja a los familiares de las víctimas en el hotel Cozumel de la colonia Doctores, en un ambiente de pánico e inseguridad a propósito para amedrentarlos y hacer que cejen en su empeño de exigir el derecho a una investigación.”

Según la Ley de Atención y Apoyo a las Víctimas del Delito para el DF y el reglamento de la Ley para la Protección, Atención y Asistencia a las Víctimas de los Delitos en materia de Trata de Personas en el DF, el Centro de Apoyo Sociojurídico a Víctimas del Delito Violento (Adevi) de la procuraduría capitalina debe ofrecer hospedaje y transporte al lugar de origen a las víctimas directas o indirectas ofendidas, o testigos de feminicidio, como fue el caso de Nadia y las otras tres mujeres asesinadas en la Narvarte.

El tipo de ayuda lo decide el Consejo para la Atención y Apoyo a las Víctimas del Delito, presidido por el titular de la PGJDF –en este caso, Rodolfo Ríos– e integrado por los titulares de la Comisión de Derechos Humanos local, las secretarías de Seguridad Pública y Salud y la Subprocuraduría de Atención a la Víctimas del Delito. Su propósito es “fortalecer y promover” las acciones a favor de los ofendidos.

Sin embargo, obtener el apoyo implica un proceso tardado y burocrático que comienza con hallar las oficinas, pues el domicilio impreso en folletos y en la página en internet del Adevi es erróneo: dice Mérida 255, colonia Roma Sur, pero el edificio está en el número 225.

Enseguida, la víctima o sus parientes son interrogados en el área de Trabajo Social, donde les hacen un estudio socioeconómico y el caso se envía al consejo para su análisis. No obstante, según Amalia Cruz, la PGJDF decide directamente a quién dar el beneficio, “sobre todo cuando se trata de asuntos mediáticos” como el caso Narvarte.


(PROCESO /  REPORTAJE ESPECIAL/ SARA PANTOJA / 4 FEBRERO, 2016)

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