Todos los testimonios coinciden: El
joven acribillado el lunes 30 en el Valle de Mexicali por policías municipales,
se había rendido. Estaba punto de entregarse cuando fue baleado y muerto por
agentes de la dirección de Seguridad Pública Municipal de Mexicali, denuncian
los indignados residentes del poblado. Y el Director de la Policía confirma:
“…se agotaron los comandos verbales para no llegar al cuarto nivel del uso de
la fuerza, que es la fuerza letal, la persona hizo caso omiso y pues se tuvo
que utilizar este nivel”
(EDICIÓN IMPRESA) Ejido
Oviedo Mota, Reacomodo.- La tranquilidad de la mañana fue rota por unos
disparos que se escucharon en la orilla este del ejido, en la zona conocida
como La Arboleda. Era el lunes 30 de noviembre.
Desde una parcela que limita
con un rancho, Antonio Cervantes Muñoz “El Toñín”, salió corriendo a toda
velocidad y pasó a un lado del pick up de la policía municipal que lo estaba
buscando. Ahí empezaron los balazos. Recibió un balazo de rozón en un brazo,
pero siguió corriendo, brincando cercos, traspasando de un lote a otro buscando
llegar a la casa de su tío. Apenas librando el último cerco de malla ciclónica
se escondió en la casa.
En el lote contiguo quedó el
cargador de su pistola, “una nueve”, dijo su pareja. Todo el perímetro fue
resguardado con cinta amarilla.
Hasta ahí llegaron varias
patrullas de la municipal y la estatal, ministeriales, federales, soldados,
todo un escuadrón que –según versión de vecinos–, sumaban más de 50 agentes,
altamente armados.
En la primera revisión no lo
encontraron. Los agentes salieron de la humilde vivienda y “El Toñín” cruzó la
puerta de madera y salió al patio alzando los brazos en señal de rendición.
Pero lo que recibió fueron varios balazos. Cayó al piso de cemento boca abajo.
Según algunos de los testigos, el último disparo se lo pegaron en la cabeza ya
caído.
“A la gente que vio ya los
empezaron a levantar, se han llevado a dos”, dice el señor Félix Vidauri,
padrastro del joven asesinado, asegura, a Miguel Ángel Naranjo Segura y Jorge
Muñoz Orta, testigos, los ha levantado la Policía.
HOSTIGADOS
La gente del poblado se
arremolina en torno a la humilde vivienda donde ocurrieron los hechos en la
calle Santos Degollado sin número, en pleno corazón del Valle de Mexicali.
“Iban a mi casa los policías,
una vez me rodearon, iban 18 patrullas y mi mamá no los dejó meter. Era un
viernes como a las diez de la noche, entrando noviembre, querían a mi marido, a
Toño, pero por lo mismo que lo correteaban los placas ya no vivíamos juntos”,
explica Melissa González, la pareja del joven abatido.
“La segunda vez, una semana
después, era en la noche. Tocaron la puerta bien fuerte y se metieron,
revisaron mi casa y miraron que solo estaban mis niños, mi hermana y mi mamá y
me dijeron que ellos tenían una orden para abrirle fuego a él, que no se dejaba
detener por la policía y que ojalá que cuando lo agarraran no fuera en mi casa
porque uno de los balazos que le iban a tirar no querían que le fuera a dar a
uno de mis hijos”. Tiene dos hijos, uno de tres, una de dos.
“La última vez que se
metieron fue el viernes 27 de noviembre, eran las 8:43, igual revisaron la
casa, me dijeron que por encubrimiento me podían levantar, pero pues yo no
estaba con él”.
Ése fue el antecedente.
La mujer relata que el lunes
30 estaban en su casa y salieron caminando por la orilla del poblado, por las
parcelas en la zona oriente. Venían Melisa y Antonio, quien cargaba al niño
entre sus brazos. De pronto se toparon con una patrulla, la número 0302
estacionada en la calle que hace esquina, y él le entregó al infante. “Toma, me
dijo, ya valió madre” y se distanció unos metros.
“Ahí empezaron a tirarle
balazos, se bajaron de la patrulla y apareció otra, él salió corriendo y se
perdió entre estas calles, la otra patrulla dio vuelta por la calle de La
Arboleda. Mi esposo no tiró balazos, ellos le estaban tirando, lo iban
correteando”.
Cuenta que ella se quedó con
el niño esperando a que los agentes se fueran, pero fueron llegando más y
asegura que contaron 63 patrullas entre todas las corporaciones.
Isabel Castillo es una de las
vecinas, vive en la casa de al lado, en la misma calle. “Él llegó por la parte
de atrás, venía brincando y lo seguían todos los policías, me dijo que la
abriera la puerta y se la abrí, venía ya quejándose, venía herido en la
espalda, eran muchísimos policías y a todos nos sacaron de la casa”.
Los agentes entraron a la
casa de su tío hasta en dos ocasiones, pero no lo encontraban, en la casa solo
había una niña que fue sacada por los oficiales.
El cargador de “la nueve” se
le cayó al brincar este último cerco de malla. “Cuando entraron los policías
ellos ya traían la seguridad de que el no traía balas”, expone Félix Vidauri,
padrastro del joven abatido y asegura, “Nosotros no queremos blanquear a nadie,
el muchacho sí tenía antecedentes penales, tenía órdenes de aprehensión, era
una persona que sí se animaba.
“La molestia de nosotros es
bajo qué sustento jurídico lo privan de la vida, bajo qué fundamento se basan
para decir que los que andan fuera de la ley, los que no tienen modo honesto de
vivir los pueden privar de la vida”.
Vidauri insiste en que
vivimos en un estado de derecho donde todos tenemos la obligación de
conducirnos dentro del marco jurídico. “¿Por qué no lo atraparon y lo hubieran
metido a la cárcel y que pagara las deudas que tenía con la sociedad?”.
“Él abrió la puerta esa de
madera y salió con las manos en alto. Se entregó y lo balearon en la puerta, se
arrastró y vino quedando aquí en la orilla, pero aparte lo remataron, a la
ambulancia le hablaron cuando ya se dieron cuenta que había fallecido, antes no
hicieron movimiento de nada”, expone Irene Muñoz Ortiz, madre del muchacho
abatido.
“¿Por qué lo acribillaron?,
le hubieran metido un balazo en una pierna si es que se trataba de detenerlo
–comenta Vidauri–, nosotros pagamos impuestos no para que salvaguarden a la
sociedad sino para que maten a nuestros hijos, esto es un crimen”.
Rubén Fernando Rodríguez
Valtierra, alias “El Buki”, vive en una casa del otro lado de la calle, relata:
“Vi desde que llegaron los placas, todo el plaquerío y se metieron pa’dentro,
sobres el morro, él no traía nada ya en las manos y le pegaron los cuetazos. No
tenían que haber hecho eso que hicieron, el morro no traía nada”.
Otro de los testigos es un
vecino, Manaure Haro Padilla, refiere que antes del incidente él fue detenido
por agentes municipales, quienes le preguntaban por Cervantes Muñoz, lo
amenazaron que lo golpearían, que le cargarían droga, pero en cuanto se oyeron
los balazos lo soltaron. Después de la muerte de “El Toñín” –asegura– “Me
dijeron que yo seguía, que faltaban dos”.
Melisa, la pareja de “El
Toñín”, cuenta que tres semanas atrás Antonio Cervantes iba a ser detenido por
municipales, por lo que “se defendió y lo que hizo fue tirarles y de ahí fue
cuando le agarraron más coraje, se ensañaron más. Era como la burla, cómo entre
tantas patrullas no van a detener a uno…”.
Al grupo se acercan otros dos
jóvenes, Leonel Isidoro Castillo y Omar de los Reyes Pulido, para aportar su
testimonio, eran los que estaban más cerca de la escena del incidente.
“Él iba saliendo, con las
manos en alto y le tiraron, de hecho, ya venía baleado. Cuando él brincó se metieron
pa’dentro y duraron un rato, luego él salió a entregarse y fue cuando le
pegaron”, dice Leonel, quien asegura que uno de los agentes era canoso, cara
redonda, gordito, unos 37 años, ya viejón”.
Aseguran que lo que vieron,
estarían dispuestos a declararlo en la Procuraduría estatal. Una hermana del
joven abatido cuenta que ella y su mamá insistieron a los policías para que les
dejaran pasar y tratar de convencer a Antonio para que se entregara, pero los
agentes se rehusaron.
Félix Vidauri, el padrastro,
dice que presentaron queja ante la oficina en el Valle de la Comisión Estatal
de Derechos Humanos –donde les pidieron llevar evidencias–, y acudieron ante la
Procuraduría General de Justicia del Estado, igual ante Sindicatura Municipal.
Aquí son “una puercada” los
policías, sintetiza Irene, la madre del joven abatido, quien cuestiona las
prácticas contra los jóvenes al involucrarlos con droga: “Es la manera en que
según ellos limpian el ejido”, sostiene y amplía la referencia apenas meses
atrás cuando un grupo de policías intentaron levantar a unos residentes del
rancho conocido como El Caimán, hoy los ex agentes están bajo proceso, o cuatro
años atrás cuando otros agentes fueron detenidos al involucrárseles con las
bajadas de avionetas repletas de droga, “son una puercada..”, repite.
A BALAZOS
De acuerdo al titular del
Servicio Médico Forense, el doctor Francisco Acuña Campa, el joven abatido
tenía en total 11 heridas de bala, producto de cuatro disparos, uno de ellos en
la cabeza con orificio de entrada en la frente derecha y de salida a un lado de
la nuca.
Aparte un rozón en la región
torácica y una herida que entró por la espalda, de abajo hacia arriba, de atrás
hacia adelante, la cual le perforó el diafragma y la afectó el riñón del lado
izquierdo. Esta herida la podría haber recibido ya en el suelo, eso explica la
trayectoria de abajo hacia arriba.
También tenía un rozón en el
codo izquierdo y otra más en el antebrazo.
“Trae fractura múltiple de
cráneo por el disparo en la cabeza”, explicó el doctor Acuña en relación al
muchacho de 32 años, 1.75 de estatura y el cuerpo lleno de tatuajes.
Según el Director de
Seguridad Pública en Mexicali, Alejandro Montreal, ese lunes recibieron un
llamado de un agente de la Delegación Carranza pidiendo apoyo urgente.
Como antecedente Montreal
comenta que Antonio, el 15 de octubre había intentado matar a un hombre en el
Poblado Guadalupe Victoria y posteriormente el 20 de noviembre disparó contra
una unidad de policía. “Esta persona cuenta con antecedentes de narcomenudeo,
tenía una Orden de Aprehensión, se le consideraba peligroso”.
Montreal menciona que cuando
los agentes lo detectaron –después de una llamada ciudadana avisando de un
hombre armado– éste les empezó a disparar, por eso se pidió apoyo a otras
instituciones de seguridad de los tres niveles.
“Esta persona se dio a la
fuga de infantería entre los domicilios hasta que se parapetó en uno de ellos.
Posteriormente se dio la intervención de los elementos, se agotaron los
comandos verbales para no llegar al cuarto nivel del uso de la fuerza, que es
la fuerza letal, la persona hizo caso omiso y pues se tuvo que utilizar este
nivel”.
El jefe policiaco dijo que
estaban colaborando con las investigaciones sobre el caso y comentó que fueron
cuatro los agentes municipales que intervinieron directamente en la “detención”
y en la persecución participaron 6 o 7 unidades con tripulación completa. “En
su conducta él demostró que no se quería entregar desde el inicio”, sostiene
Montreal.
A su vez, desde la
Procuraduría Estatal se informó que están investigando con las dos hipótesis:
1.- La actuación en defensa de los policías.
2.- Que lo hayan asesinado.
Para esto esperan los
dictámenes periciales correspondientes a la escena –tiempos y elementos
circunstanciales– para poder tener una perspectiva científico-pericial de los
hechos.
También se aclaró que se
trata de dos policías municipales los presuntamente involucrados en lo sucedido
y que no es un caso cerrado.
A su vez, en la Comisión de
Derechos Humanos –en la oficina del poblado Guadalupe Victoria– recibieron la
queja sobre el incidente y a la par en Sindicatura Municipal en el mismo
poblado. “Estamos en proceso de investigación”, explicó el Síndico cachanilla
Humberto Zúñiga, señalando que pedirán todo la información necesaria
–bitácoras, partes– para analizar lo sucedido y a lo que se tendrá que sumar
las declaraciones de los agentes señalados y de los vecinos del lugar.
“Nuestro compromiso es que la
ley se aplique a quien violente la legalidad y los reglamentos municipales”, asegura
el Síndico municipal.
(SEMANARIO ZETA/ REPORTAJEZ/ Sergio Haro
Cordero / Fotos. Cristian Torres/ 17 de
Diciembre del 2015 a las 19:40:37)
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