martes, 25 de octubre de 2011

SECRETARIO DE LA DEFENSA INDEFENDIBLE

Ismael Bojórquez /ALTARES Y SOTANOS
Por supuesto que el secretario de la Defensa Nacional, Guillermo Galván Galván, asume una postura política cuando dice a los diputados que ningún partido ha pactado con los narcotraficantes.

Lo hizo en una reunión privada que tuvo con ellos la semana pasada ante la Comisión de la Defensa, cuyo propósito principal era de él, no de los legisladores, con miras a la definición del presupuesto 2012 para las fuerzas armadas.

 El general sabe que estos pactos han existido desde tiempos remotos tanto a nivel federal como en los estados y más recientemente en algunos municipios.

Lo ha hecho el PRI, lo han hecho políticos y gobernantes del PAN y lo han hecho desde el PRD en algunos niveles. Y él lo sabe. Pero ya como secretario de la Defensa tuvo que estar enterado de las reuniones que altos mandos militares, vistiendo impecablemente sus uniformes castrenses, se entrevistaron con personeros del cártel de Sinaloa, apenas iniciando el sexenio, para establecer ciertas reglas del juego que se venía.

Tampoco debe desconocer cómo los propios cárteles de la droga se reúnen para dirimir sus diferencias mediante acuerdos, al menos temporalmente. Y no lo desconoce porque algunas de esas reuniones, a finales de 2008 y principios de 2009, fueron resguardadas por elementos militares, como lo narró en su momento Ríodoce.

Si alguna institución tiene el pulso de las relaciones del narcotráfico con el poder en México es el Ejército. Ninguna más porque el Ejército Mexicano es el que más tiempo lleva en la lucha directa contra el narcotráfico, desde que a algún presidente de la República se le ocurrió que debía participar en labores de destrucción de sembradíos de amapola y marihuana en la sierra.

A partir de entonces el Ejército mexicano no solo fue elaborando diagnósticos por zonas del país sobre las redes criminales, sino también mapas de las relaciones de estas con la clase política y los poderes, clasificando información, almacenándola y utilizándola contra los narcotraficantes, pero no contra los políticos porque esa, así lo asume, es una decisión del jefe supremo de las fuerzas armadas, el presidente de la República.

Por eso los militares pueden tener en sus gavetas, como los tienen, voluminosos expedientes sobre las relaciones de un gobernador con los narcos locales, pero eso no impedirá que desayunen juntos cada 19 de febrero en un campo castrense, o que los jefes de las zonas militares acudan con diligencia a los actos protocolarios del Gobierno, incluso formen parte de los mandos conjuntos contra el narcotráfico y la inseguridad.

Esta mascarada forma parte de las formalidades del poder. El Ejército, se supone, no investiga ministerialmente más allá de los asuntos internos, y si alguna medida debe tomarse contra alguna autoridad civil debe ser parte de una indagatoria formal u orden expresa del alto mando.

Por eso, los expedientes que acumula de políticos y gobernantes reposan en los cajones donde guardan también los de conocidos narcotraficantes o jefes de sicarios, sin que tengan una utilidad concreta clara en un sistema político y de justicia en el que las guerras son aparentes o a conveniencia, y en el que todos, de todos los partidos, Ejército incluido, terminan tapándose con la misma cobija.

En la Novena Zona Militar hay expedientes, desde hace años, del ex regidor priista Enrique Mendívil Flores por sus presuntos nexos con el narcotráfico. Pero nunca se usaron en su contra.

Un día de junio, el año pasado, lo alcanzó un grupo de gatilleros y lo mató.

Igual una carpeta reposa desde hace mucho tiempo en los archivos castrenses con información de Luis Pérez Hernández, quien fue uno de los hombres de más confianza de Juan Millán Lizárraga y operador de Malova durante su campaña.

Tampoco se quiso utilizar porque este hombre hasta estuvo arraigado por la SIEDO. Hasta que un comando lo levantó y al día siguiente apareció muerto.

Las preguntas que le hicieron los diputados al general Galván fueron motivadas por la polémica que despertó la entrevista publicada por el diario The New York Times, donde el presidente Felipe Calderón cuestiona que algunos priistas estuvieran pensando pactar con los narcotraficantes para reducir la violencia.

Lo que Calderón debiera explicar a los mexicanos es qué compromisos hizo y porqué razón, con el cártel de Sinaloa, para que esta haya sido hasta ahora la organización criminal menos golpeada por las fuerzas federales, lo cual hasta un niño de primaria puede constatar solo acumulando de un lado y de otro recortes de periódicos.

Y si no es él, entonces debe averiguar quién desde su gobierno diseñó esta estrategia, en la cual los militares han jugado un papel de primer orden.

Y alguien debe exigirle que lo explique, porque hay muchas evidencias de que esa orientación de su guerra en contra solo de algunas organizaciones, es una de las causas que han ocasionado reacciones violentas contra las fuerzas policiacas y armadas en muchas regiones del país, con las consecuencias que todos conocemos.

¿Que los priistas estarían dispuestos a negociar con los narcos? Sí, claro, siempre lo han hecho, como lo hacen los panistas ahora. Y los aliancistas: pregúntenle a Mario López Valdez, el gobernador de Sinaloa.


Bola y cadena
LA REACCIÓN DEL PRI a lo dicho por el presidente Calderón al NYT es solo parte del teatro electoral que se ha montado ya. Si alguien no resiste una prueba de memoria es precisamente este partido.

Sentido contrario
 A DOS MESES DEL ASESINATO del periodista Humberto Millán Salazar, la Procuraduría de Justicia no muestra ningún avance a pesar de que las líneas de investigación que conducen a políticos se han estado agotando. Ya declararon Gerardo Vargas Landeros, Jesús Vizcarra Calderón, Jesús Aguilar Padilla y Héctor Melesio Cuen, pero nada se ha informado al respecto porque nada se ha logrado que consolide una hipótesis coherente. Por el contrario, ahora la PGJE busca elementos que les permitan construir otra historia menos complicada y decir que el hombre era un perro bichi y que por ahí pudo estar el origen del crimen. Venga pues, la tierra sobre el muerto.

Humo negro
APENAS HABÍA ANUNCIADO discretamente su retiro, murió Miguel Ángel Granados Chapa. Un periodista imprescindible y claro en estos tiempos de confusión y desvarío.

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