Fotos: Internet
Era amigo del Presidente de
la República, Licenciado José López Portillo. Por eso, Arturo “El Negro” Durazo
fue jefe de la Policía defeña. De humor terrible. Vicioso. Pedante hasta
colocar en su uniforme cuatro estrellas. Irrespetuoso, como si fuera General de
División y Secretario de la Defensa Nacional. Abusivo. En lugar de evitar
asesinatos, ordenó muchos. Cocaína, mujeres y oro eran infaltables en su
despacho.
Terminó el sexenio de López
Portillo (1976-82). El escándalo llegó hasta la indignación con tanto
descuajaringue de Durazo. Entonces sucedió lo inesperado: José González era su
secretario particular. Se dio cuenta de todos los desmanes, desfiguros y
asesinatos. Escribió para revelar cuánto hizo su jefe. “Lo Negro del Negro
Durazo”, se llamó el libro. En 1983, Editorial Posada vendió miles y miles de
ejemplares. Reveló pecados morales al mayoreo. También las muchas y descaradas
tarascadas a la ley. Fue de película. Tanto, que hasta filmaron una basada en
el libro, y el autor terminó como héroe cuando en realidad fue cómplice.
Directa o indirectamente, participó en los excesos.
Han sido siempre exitosos
esos libros. Sobre todo, cuando los autores, como González, vivieron de cerca
lo malo y bueno. Entonces, alguien les aconseja o se ofrecen a decir todo lo
sabido. Así les interesa más ganar dinero y no tanto brillar como escritores.
Hay otros empujados por reconcomia. “Yo Acuso”, de Mario Ruiz Massieu, es un
ejemplo. Trabajó en la Procuraduría General de la República, antes en un
Embajada. Cuando el destino le fue contrario, escribió para denunciar lo malo
del Gobierno. No lo mencionó mientras cobró como funcionario.
Hay otros más escandalosos y
no relacionados con la política o Gobierno. “Juan Gabriel y Yo”, las
confesiones no solicitadas de un cercano al famoso cantante. El autor gozó con
el artista de su fama y dinero, de los placeres. Cuando vino la separación,
dijo hasta lo que no debía.
A “El Negro” lo encarcelaron.
Ruiz Massieu terminó suicidándose. El amigo de Juan Gabriel, quién sabe dónde
ande. Pero a un abogado le fue mal. Desapareció, seguramente lo ejecutaron:
José Alfredo Andrade Bojorges, defensor de Amado Carrillo Fuentes, famoso
narcotraficante motejado “El Señor de los Cielos”. Nada más se anunció
oficialmente que murió este personaje, y el licenciado escribió para Editorial
Océano. Publicaron el libro “La Historia Secreta del Narco: Desde Navolato
Vengo”. Contó de las grandes negociaciones de Amado. Sus compinches. Hazañas.
Alianzas y venganzas. Los mafiosos se sintieron traicionados. Con revelar
secretos, les pagó la confianza. Se vendió tanto el libro que, seguramente,
Andrade ni las regalías disfrutó.
Hay otro libro histórico en
política: Adolfo Aguilar Zínzer colaboró con Cuauhtémoc Cárdenas. Le asesoró
para llegar a la Presidencia de la República en 1994. Confianza tuvo para saber
todo y a cualquier hora. Pero el hijo del General no ganó las elecciones, y
entonces al consejero le dio por escribir. “Vamos a Ganar”. Reveló estrategias
que aconsejó y las seguidas por Cuauhtémoc. En el Partido de la Revolución
Democrática lo consideraron traidor. A los seis años, fue consejero del panista
Vicente Fox. Con él sí conoció la victoria en las urnas. Lo zambutieron el
gabinete. Ahora navega en las Naciones Unidas.
Son casos que se resumen en
la vieja conseja popular: “Cuando las comadres se pelean, se dicen las
verdades”.
Está de moda un libro: “Un
Deber Real” (“A Royal Duty”). Lo escribió Paul Burrell, quien fue mayordomo de
la Princesa Diana. Mientras sirvió a la inolvidable rubia, se dio cuenta del
sufrimiento y gozo de la espigada mujer de tierna mirada. No la ridiculiza,
pero sí explica cómo alguna vez escribió a su esposo: “Durante 15 años, el
sistema me ha magullado y ha abusado mentalmente de mí. Gracias por ese
infierno y por darme la oportunidad de aprender de las cosas crueles que has
hecho por mí”.
En Inglaterra, los escándalos
de la realeza son gran materia prima de la prensa. Pagan grandes cantidades por
los chismes. Con este libro, el antes modesto mayordomo es ahora adinerado.
Editorial Penguin le pagó casi cuatro millones de dólares. Nada más por
recordar en blanco y negro algo de lo mucho vivido por la Princesa.
El criado sacó a relucir una
carta de Spencer. Hermano de Diana. En ese mensaje puso en duda el estado
mental de la famosa joven. También exhibe parcialmente otra carta firmada por
el Príncipe Felipe. Maldijo los amoríos de Diana y su esposo Carlos fuera del
matrimonio, pero, con sinceridad, comentó a la Princesa que “nunca nadie
hubiera imaginado que nadie, en su sano juicio, te deje a ti por Camila”,
refiriéndose a la amante de Carlos; querida desde siempre y ahora su compañera
sentimental a ojos de todo mundo.
En Inglaterra, la Reina
hubiera podido impedir la publicación, pero no tuvo los motivos. Podía acusarlo
de violar derechos de autor al transcribir las cartas de Diana, pero el
mayordomo indudablemente estuvo muy bien asesorado. Sólo hace referencias a
ellas sin publicarlas tal cual. Aparte, Editorial Penguin negó a Palacio los
originales del libro. No tenía derecho la Reina a esa reclamación. Además, el
mayordomo llevaba gran ventaja: No firmó, como todos, cuando entran a trabajar
con la realeza. Comprometerse a guardar silencio sobre cuanto vieron y oyeron
mientras estuvieron en servicio.
Burrell está preparando un
segundo libro. Se dice que será más fuerte. Por eso los hijos de la
desaparecida Princesa actuaron. Ya pidieron al mayordomo que no lo haga, y
están dispuestos a entrevistarse con él para convencerlo. Pero el hombre parece
no dejarse convencer. Hace un año fue acusado, precisamente, de revelar
secretos. Por eso comentó: “Cuando el caso contra mí se vino abajo el año pasado,
nadie de la familia real contactó conmigo o dijo que sentí el innecesario
calvario al que fuimos sometidos yo mismo, mi mujer y mis hijos”. Además, sabe
bien: Referir públicamente a la Princesa es, en materia de libros, venta segura
y gigantesca.
No hace mucho se publicó en
México, sin éxito, “Yo me la jugué”, narrado por Lino Korrodi, amigo de Vicente
Fox. Ahí se pinta y lo pintan como el cerebro del triunfo panista. Hombre que
sacó dinero de todas partes para pagar todo lo necesario al candidato. En
entrevistas (revista Gatopardo), habló de Marta. Que no se podían ver en la
campaña. Sahagún quería todo el día a Fox para la prensa. Lino en juntas de
estrategia. Tras la victoria, se distanciaron y ahora no se pueden ver ni en
correo electrónico.
Por el momento, Korrodi
solamente escribió sobre política y ligeramente trató a Marta. Aunque duda que
siga casada con Vicente cuando termine el sexenio. Pero si por el fruto se
conoce el árbol, podremos ver en el futuro libros más reveladores del foxismo. Se
quedarán chiquitos los relacionados a la Princesa Diana y no será necesario
esperar a terminar el sexenio del actual Presidente.
Tomado de la colección “Dobleplana” de
Jesús Blancornelas, publicado por última vez en octubre de 2003.
(SEMANARIO ZETA/ Dobleplana/ Jesús Blancornelas /Lunes, 4 Febrero, 2019
12:00 PM)
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