El desvanecimiento de Hillary
Clinton este domingo durante la conmemoración del 15 aniversario del ataque
terrorista a Estados Unidos, generó una polémica en esa nación porque durante
meses su equipo de campaña evadió todas las preguntas que sobre su salud hacía
la prensa. El equipo de Clinton alegaba que esa era una “zona de privacidad”
que no la obligaba a abrir su historial médico al público. Pero tras el video
que mostró como se desvanecía cuando estaba a punto de abordar su camioneta en
la Zona Cero en Nueva York, cambió de posición y sus asesores dijeron que van a
abrir toda esa información.
Este tema no está lejos de
nosotros porque se refiere a la obligación política que tienen todos aquellos
que aspiran un cargo de elección popular de dar a conocer cuáles serían los
riesgos de votar por ellos. Está muy cerca también porque los políticos en el
mundo siempre buscan mantener fuera del escrutinio público su salud, y en
vísperas del año previo a la sucesión presidencial en México en 2018, con los
dos precandidatos de izquierda operados del corazón, su condición física se
vuelve indispensable para el elector.
La salud de Clinton generó la
inquietud nacional y la presión política para impedir que mantuviera opaco con
su historial médico, porque puntea la contienda presidencial que enfrenta al
impopular Donald Trump. Si la salud de Clinton es endeble, el electorado tendrá
dudas sobre si realmente quiere que ella sea la que reciba su voto, que es el
mandato para que quien gane, tome decisiones colectivas en nombre del elector.
Si no está físicamente apta, el Partido Demócrata deberá tomar la decisión de
nombrar a otro candidato para que enfrente a Trump el 8 de noviembre próximo.
El tema de la salud no es
algo que a los políticos le guste discutir en público. Cuando en este espacio
se reveló a principio de la década pasada que el entonces Presidente Vicente
Fox estaba medicado con Prozac para controlar sus depresiones, Los Pinos guardó
silencio hasta que en una entrevista con Univisión, molesto, negó la
información.
Previamente a ello, los
presidentes mexicanos nunca se enfermaban, nunca tomaban vacaciones, nunca pasaba
nada que los mostrara como mortales. Fox comenzó con ese medicamento una vez
sentado en la silla presidencial, pero hay otros casos donde se ha ocultado. Es
el caso del Presidente Enrique Peña Nieto, quien fue sometido a dos cirugías
del nódulo tiroideo durante su administración. Los médicos que lo atendieron
aseguraron que el cáncer que le extirparon en julio de 2013 era benigno. Esa
enfermedad no pone en riesgo la vida, pero hay diferentes tipos de efecto
colateral, como el hecho que aún leyendo, se confundan o se les olviden cosas
que se saben.
El problema de ocultar una
enfermedad a los electores puede llevar a situaciones como las que se vivieron
en Rusia, cuando Boris Yeltsin buscó -con éxito- un segundo mandato y controló
a la prensa para ocultar que tenía cáncer. Yeltsin, afecto también al alcohol,
tuvo momentos difíciles por su comportamiento como jefe de Estado. Por ejemplo,
durante una visita a Suecia en 1997, tomó una copa de champaña que le generó un
efecto secundario que lo llevó a comparar la cara del tenista Björn Borg con
albóndigas.
Por salud, Yeltsin tuvo que
renunciar y dejó el cargo en manos de su Primer Ministro, Vladimir Putin, por
quien no habían votado los rusos. Este es el problema de fondo. ¿Aquella
persona por la que se vota terminará su mandato? ¿Quién, que no fue electo, la
sustituirá? La prensa de Estados Unidos nunca reveló que el Presidente Franklin
D. Roosevelt tenía polio y luchaba contra la enfermedad mientras su esposa,
Eleonor, tomaba muchas de las decisiones en la Casa Blanca. Nancy Reagan tenía
una gran influencia sobre su esposo Ronald, que tenía Alzheimer.
El estado de salud de Clinton
nos debe llevar a un siguiente nivel de discusión en México sobre los
precandidatos presidenciales. Dos de ellos, Andrés Manuel López Obrador, y
Miguel Ángel Mancera, estuvieron a punto de morir en la mesa de operaciones por
dos intervenciones de emergencia del corazón; ambos estuvieron técnicamente
muertos durante varios segundos. Su vida no pudo volver a ser la misma. Si bien
Mancera han mantenido el ritmo como jefe de Gobierno de la Ciudad de México,
López Obrador sí ha modificado sustancialmente sus inagotables marchas por la
Nación, por una estrategia menos exigente para el cuerpo. Si llegan a la boleta
presidencial en 2018, ¿estarán físicamente aptos para conducir al país durante
seis años? No lo sabemos, pero debemos de conocer su estado de salud.
Abrir su historial clínico
dará tranquilidad a una parte del electorado -habrá seguramente otro que no le
importa si están sanos o no-, y certidumbre sobre el futuro. Haber sido
intervenido quirúrgicamente, de cualquier padecimiento, no prohíbe, excluye o
descalifica, para ser candidato presidencial o jefe del Ejecutivo, incluso si
sigue afectado por el padecimiento. De lo que se trata es de que se abran los
presidenciables mexicanos y aporten información al electorado, quien decidirá
finalmente lo que desee.
La exigencia de transparencia
que debe haber de la sociedad a los presidenciables no se agota con ellos, que
son los que públicamente han pasado por una cirugía mayor, sino que tendrá que
ser para todas y todos aquellos que aspiren a ese cargo.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/
Raymundo Riva Palacio/ 13/09/2016 | 12:00 AM)
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