Hace
dos semanas, en este espacio se planteó que tras las elecciones del 7 de junio,
las empresas encuestadoras estarían en el centro del debate. Lo están. Fallaron
en las contiendas más visibles, pero al mismo tiempo, paradójicamente, no falló
casi ninguna en otras menos polémicas. Para efectos populares y políticos, da
igual. El daño está hecho. Dos gobernadores dijeron que tenían claro que las
encuestas ya no les servían como instrumentos predictivos, y medios y clientes
suspendieron sus mediciones ante su confusión. Las críticas se centran en la
creencia falaz que predicen resultados, por lo que al fallar tantas en tantos,
su credibilidad quedó en entredicho. Las cosas, empero, son más complejas y no
se resuelve con análisis maniqueos.
Los
expertos en opinión pública en México están desarrollando hipótesis para
explicarse, y explicar a los demás, qué sucedió. Por ejemplo, ¿cómo fue que la
encuestadora del Gobierno del Distrito Federal le dijo que el PRD mantendría
las delegaciones que gobernaba y la mayoría absoluta en la Asamblea
Legislativa, cuando la realidad arrojó una derrota casi al 50% frente a Morena,
que según los estudios no ganaría nada?
Ricardo
Monreal, el candidato ganador en la Delegación Cuauhtémoc, tuvo tres encuestas
de salida con datos diferentes cada una, cuando en la preelectoral tenía una
ventaja cómoda frente a sus adversarios.
Cuauhtémoc
Blanco iba en una encuesta de salida al mediodía del 7 de junio en empate técnico
y en otra perdía la alcaldía de Cuernavaca por siete puntos.
¿Por
qué escondieron su voto por Jaime Rodríguez, “El Bronco”, los neoleoneses en la
encuesta de salida? ¿Por qué esas metodologías que fallaron produjeron un
consenso muy aproximado al voto en las elecciones federales?
La
empresa Isa, que hizo la encuesta en alianza con Grupo de Economistas
Asociados, admitió haber estado muy lejos del resultado de la elección en Nuevo
León, donde subestimaron por 28 putos a “El Bronco”, y sobrestimaron por 17 a
Álvarez.
¿Qué
sucedió? “Hay evidencia de que frente a este fenómeno, parte de un sector de la
ciudadanía no reveló su voto tal cual lo depositó en la urna”, explicó en un
comunicado. ¿Por qué mintieron?
De
acuerdo con Francisco Abundis, director asociado de Parametría, tuvieron gran
desconfianza de los encuestadores de la Ciudad de México –una medición del
Tecnológico de Monterrey resultó casi exacta, y otra de “El Norte”, aunque erró
en su margen de error de manera significativa, fue la que más se acercó de las
encuestas publicadas.
No
explicaría los errores en las mediciones en la Ciudad de México, donde Abundis
sugiere también que el voto antisistémico también se ocultó en las encuestas.
No hay evidencia sobre qué fue lo que sucedió. No obstante, el mal de las
encuestadoras mexicanas es mal global.
Notables
errores en encuestas han marcado las recientes elecciones en Israel, Polonia y
particularmente en Reino Unido, donde cuatro encuestadoras apuntaban a un final
de fotografía, que al final resultó en una amplísima ventaja para los
conservadores.
Las
encuestas de salida dieron el mismo resultado que el voto, pero la pregunta es
por qué, si la metodología en las encuestas de salida fue exactamente la misma
que en las preelectorales, ¿los resultados fueron tan distintos?
Según
Floyd Ciruli, fundador de Ciruli Associates, una empresa de encuestas y
análisis político en Denver, puede ser que la precisión de las encuestas no sea
un problema de recolección de información o de los complejos algoritmos que
utilizan, sino un cambio en el entorno de las elecciones que le permiten a las
campañas apuntar a pequeños grupos de votantes para un máximo impacto, que no
está siendo medida ni por los expertos, ni por los medios.
“Esto
sugiere que la principal culpa es la confluencia de un entorno intenso de
encuestas y una narrativa en los medios que asemeja las campañas en Estados
Unidos en 2012, que apuntaron a los subgrupos de votantes volátiles”, agregó.
“Esos
votantes muy motivados, pueden rápidamente convertirse en una fuerza, elusiva y
que confunda a los encuestadores”.
Las
empresas encuestadoras en México van a tener que regresar preguntar al votante
cómo votó y porqué mintió para detectar sus fallas. Desaciertos, sin embargo,
como en Nuevo León, Michoacán o el Distrito Federal no deben ocultar los
aciertos en elecciones cerradas como Querétaro, San Luis Potosí o Sonora, donde
hubo cómodas ventajas, o como Baja California Sur, Campeche, o la forma como
describieron con precisión la de Guerrero.
Relevante
en esta línea de argumentación es que sus metodologías y algoritmos en la
selección de las secciones a encuestar reflejaron también, con enorme
precisión, el resultado en el Congreso federal, y todas menos una, que dieron a
Morena por encima del Partido Verde.
Las
empresas encuestadoras y los medios no deben entrar en pánico, ni ser víctimas
de la opinión pública y las percepciones. La esquizofrenia de los resultados a
las que se llegó pese a emplear la misma metodología, tiene que analizarse
junto con la reacción de los electores.
Es
recomendable que dentro de sus análisis internos realicen un estudio
antropológico en todo el país que les permita encontrar qué es lo que realmente
piensan los votantes en sus microambientes, y cuáles son los motivadores para
decir verdades o mentiras, y en qué momento.
De
esa forma podrán ajustar sus métodos e incorporar nuevas plataformas que las
lleven de regreso a la precisión y, de paso, sobrevivan el linchamiento nacional.
(ZOCALO/ COLUMNA ESTRICTAMENTE PERSONAL DE
RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 22 DE JUNIO 2015)
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