Ciudad Juárez,
Chih.- Los restos de María Guadalupe Pérez Montes, reportada como desaparecida
el 31 de enero de 2009, están siendo inhumados por etapas.
Sus padres y
hermanas enterraron un cráneo, tiempo después recibieron un hueso que permanece
en el Servicio Médico Forense (Semefo) bajo la promesa de que en algún momento,
cuando se reúnan más huesos, serán entregados a su familia para ponerlos en la
misma sepultura.
“Me la están
entregando en pedazos. Yo tuve una hija, yo tuve un cuerpo, no tuve pedacitos y
me la están entregando en pedazos. No es justo, entonces yo quiero toda la pena
para ellos”, expresó la madre de María Guadalupe con una voz ronca casi
superada por el llanto, pero dirigida a los seis acusados de haber prostituido
y privado de la vida a la adolescente.
En enero de 2009
Lupita, como la llamaban su familia y amigos, tenía 17 años, era alumna del
cuarto semestre de preparatoria y el último día que la vieron sus parientes fue
cuando salió de su casa para ir al Centro a comprar unos tenis, narró ayer al
Tribunal de Juicio Oral su madre, no identificada con su nombre al ser testigo
protegido en el juicio histórico que se sigue a los inculpados en la trata y
asesinato de 11 mujeres.
Al ver que Lupita
no regresaba a su casa en la colonia Guadalajara Izquierda, lo primero que hizo
su madre fue buscarla con sus amigos y preguntarle al novio. Después fue a
varias terminales del transporte público en el primer cuadro de la ciudad y
recorrió ese sector junto con su esposo, continuó en su declaración.
A la par le llamaron
al celular que la menor llevaba, pero todas las llamadas entraron al buzón o
fueron cortadas.
El 1 de febrero la
mamá de la víctima presentó la denuncia por desaparición, pegó pesquisas y cada
día que colocó los posters con la fotografía de su hija, le pedía a Dios que
Lupita estuviera bien, narró ayer al Tribunal de Juicio Oral.
Pero no fue así,
lo único que hallaron los investigadores fueron algunos huesos de la
preparatoriana que incluso en la primera vez que le fueron puestos a la vista
–formando casi un esqueleto– incluían un fémur de Mónica Janeth Alanís Esparza,
otra mujer desaparecida en 2009.
“Hicieron los
exámenes de genética, ahí fue donde salió (que los restos óseos pertenecían a
María Guadalupe). Pero yo no los acepté, les dije que quería hacer otro
dictamen porque yo no creía que era mi hija. Los hicieron y dio un resultado,
pero mandamos a traer las antropólogas argentinas, nosotros hablamos con ellas
les dijimos si querían hacer ese dictamen y respondieron que sí”, abundó la
testigo.
Continuó: “ellas a
mí me entregaban casi el cuerpo pero no acepté, yo decía que si ya esperé puedo
esperar más, mi corazón de madre me decía que no y las antropólogas sacaron
otro dictamen, pero en ese dictamen de todo el cuerpo que ellos me daban nomás
salió la cabeza (el cráneo) ahí salió que era mi hija”.
El cráneo –a
través del cual se determinó como causa de muerte traumatismo– de Lupita fue
enterrado en Jardines del Recuerdo y en el Semefo permanece un fragmento de su
cadera.
“¿Por qué le
hicieron eso a mi hija?, ella no se lo merecía, ella ya pensaba. Me decía mamá
yo quiero estudiar y quiero hacer una carrera. Yo la hubiera dejado. Yo les
quiero preguntar a ellos ¿por qué le arrebataron la vida?, ¿por qué fueron tan
injustos? Que se les aclare su pensamiento, ¿qué les hacía ella?”, cuestionó la
madre de la víctima al dirigirse directamente a los acusados.
Ante las palabras
de la mujer, César Félix Romero Esparza, Édgar Jesús Regalado Villa, José
Antonio Contreras Terrazas, Manuel Vital Anguiano y José Gerardo Puentes Alva
permanecieron con la cabeza erguida. Sólo Jesús Hernández, alias “El Gordo
Maloso”, tenía la vista clavada en el piso.
Durante los siete
días que lleva el juicio oral instruido en su contra por los delitos de trata y
homicidio, los seis detenidos se han mantenido aparentemente tranquilos e
imperturbables, aunque han manifestado a sus abogados que no quieren comer por
temor a que los envenenen.
Ayer dos testigos
aseguraron a las juezas que conforman el tribunal que cuando Lupita estaba
reportada como desaparecida, fue vista por un conocido y por un vendedor de
dulces.
Ambas personas
dijeron que la menor iba en compañía de un hombre cuya media filiación
corresponde a la de Romero Esparza, apodado “El Félix”.
Al comparecer ante
el Tribunal, las hermanas Lourdes Judith y Aidé Areli Juárez Vizcaíno fueron
coincidentes en referir que cuando ayudaban a la familia de Lupita a pegar
pesquisas pudieron hablar con un vendedor de dulces quien les manifestó que
había visto a una joven con esas características a quien la sacaban a la calle
La Paz a prostituirla, al parecer la acompañaba una mujer y a lo lejos un
hombre la cuidaba.
“En otra ocasión
nos dijeron que la habían visto con un señor, un hombre canoso, alto, delgado y
moreno. Como que llevaba a María Guadalupe sujetada de la cintura… iban en el
transporte público, a ella la notaron seria, como si fuera a la fuerza, la
jalaban como si la estuvieran amenazando”, señaló en su turno Lourdes Judith.
Para ayer estaba
citado el vendedor de dulces identificado como Aníbal Zacarías Ortega, pero no
compareció y el Tribunal ordenó traerlo con el uso de la fuerza pública.
Otro testigo que
no acudió, porque ya no vive en el mismo domicilio y no ha podido ser
notificado, es Jesús José Hernández Ponce. Él está siendo buscado y aún se
desconoce qué datos aportará a este juicio que inició el martes de la semana
pasada y a la fecha ha presentado al Tribunal los casos de siete de las 11
víctimas.
(Blanca Carmona/El Diario)
(ZOCALO/ Agencias/ 23/04/2015
- 07:31 AM)
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