Aclaración:
esta columna se terminó de escribir a las ocho de la noche, hora de la Ciudad
de México, cuando el túnel en el que se encontraba Culiacán seguía en la
oscuridad, la confusión y la incertidumbre.
Lo peor que sucedió
ayer en Culiacán es que la noche llegó y para muchos, la certeza de despertar
al día siguiente se había perdido. Desde 1975 cuando en el velorio de un
hermano de Miguel Ángel Félix Gallardo, el último de los grandes barones de la
droga, se desató una balacera que se extendió por la ciudad, no se había vivido
lo que este jueves sufrió Culiacán. Pero mucho peor. Cuando menos hasta la hora
del crepúsculo, amplias zonas de Culiacán estaban bajo el control del las
milicias de los hijos de Joaquín El Chapo Guzmán, que bloquearon cada una de
las salidas de la capital de Sinaloa y el aeropuerto en manos de criminales.
Los sicarios llegaron por decenas a Culiacán para defender a sus patrones y
realizaron acciones quirúrgicas contra las fuerzas de seguridad, atacando las
instalaciones del Ejército, la Fiscalía, la policía estatal y la policía
municipal.
Testimonios de
habitantes de Culiacán narran lo inenarrable. Los ejércitos del narcotráfico
golpearon al Ejército y le arrebataron la capital a las autoridades. El
gobierno, al menos durante la mayor parte del día, quedó en manos de los
paramilitares de Guzmán, pero la confusión no permite llegar aún a ninguna
conclusión. Lo único claro es que la única autoridad real en Culiacán durante
las horas de luz de este jueves, eran los narcotraficantes, ante el repliegue
del Ejército. Controlaban todo. En la periferia de Culiacán establecieron tres
retenes en cada carretera, de acuerdo con personas que lograron escapar de la
capital, para frenar algún ataque del Ejército, al que pusieron a controlar las
casetas de peaje.
Comenzó todo a media
mañana. Según un culiche que estaba tomando café en la zona comercial de
Culiacán, conocida como Tres Ríos, donde la batalla campal inició. Alrededor de
las 11 y media (una hora menos que en la
Ciudad de México), recordó que trascendió que habían detenido a uno de los
hijos de El Chapo Guzmán. “La confusión era si efectivamente había sido el
Ejército o los rivales de los Guzmán”, dijo al recordar las primeras horas de
un día que terminó para él siete horas después, cuatro que estuvo encerrado en
el restaurante porque era imposible salir a las calles por las balaceras, y
tres más en llegar a su casa, no muy lejos de ese lugar, por tantos vehículos
bloqueando las calles, incendiados y procurando evitar los puntos de mayor
violencia. Como todos los que han aprendido a vivir en el riesgo, su vehículo
llevaba los vidrios abajo para que pudieran observarlo y ver que no era
policía, militar o sicario.
La operación era
para detener a Ovidio Guzmán López, de 29 años, apodado El Ratón, buscado por
el gobierno de Estados Unidos, lo que añade confusión a lo que realmente
sucedió ayer. Agentes de la DEA presumiblemente fueron los que presionaron al
gobierno federal y participaron en la pésimamente planeada operación, que provocó la toma de Culiacán
por parte de los paramilitares de los Guzmán. Las grabaciones de quienes
participaron en la detención, a las que tuvo acceso esta columna, muestran la
desesperación.
“Están parapetados
con el 75 (que significa ‘detenido’ en las claves policiales). No les llega el
apoyo”, dijo uno de los agentes que estaba buscando apoyo.
“¡Dile a los putos
que suban los Blackhakws; tienen autonomía de vuelo”, dijo otro, que sabía que
sus compañeros estaban rodeados.
No sabían que ni el
Ejército ni la Secretaría de Seguridad Pública Ciudadana ordenaron a los
Blackhawks, poderosos helicópteros artillados, volar para apoyar a sus
compañeros, porque temían que los derribaran con los Barrett, el fusil de alta
potencia que utilizan los grandes cárteles de la droga. La unidad que detuvo a
Guzmán López quedó a merced de los paramilitares. La forma como salieron con
vida y el detenido no está nada claro. Grabaciones obtenidas por fuentes
cercanas a los federales de varios jefes de sicarios, proporcionadas a esta
columna, tienen diálogos inexplicables con la información conocida hasta este
momento.
“Pendiente plebada”,
dice uno, “ya rescataron al patrón”.
“Por favor, pongan
atención”, dijo otro, “ya no tiren bala. Ya no tiren bala. Ya todo bien.
Díganle a la plebada. Ya no vamos a ir por el muchacho, ya todo se arregló”.
Una versión que no
pudo confirmar María Idalia Gómez, editora de Eje Central, es que Iván
Archivaldo Guzmán, el hijo más conocido de El Chapo Guzmán, fue detenido, pero
lo liberaron.
“Paren todo, paren
todo”, grita uno más de los jefes operativos paramilitares. “El patrón ya se
entregó. Paren todo”.
En otra grabación,
los paramilitares hablan por radio sobre lo que planeaban hacer. “Seguimos
matando guachos, no siguen matando gente. Vamos por unas personas. Métanse a la
guarda, saquen mujeres, lo que sea, niños”. Otro dice, aparentemente a
militares que capturaron: “Se van a morir a la verga. Métanse. Van a mamar un
vergal de niños, de señoras y todo a la verga. Mire compa. Deje de pedir apoyo
al gobierno. Desafánese y a la verga”.
Los paramilitares
liberaron a decenas de prisioneros del penal Aguaruto. Las autoridades dijeron
que no eran más de 30, pero hay indicios que fueron muchos más. Hay un número
indeterminado de civiles muertos, y muchos más se salvaron porque se encerró en
sus casas. El saldo de muertos y heridos es desconocido, pero es un evento
activo. Nunca se había visto nada así en una ciudad del tamaño de la capital de
Sinaloa. Nunca imaginamos que esto sucedería en México.
(EJE CENTRAL/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA
PALACIO/18 DE OCTUBRE 2019)
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