La ansiedad domina a la
sociedad mexicana ante el temor y la incertidumbre de lo que hará Donald Trump
una vez que asuma la presidencia de Estados Unidos. El sentimiento no es
patrimonio de los mexicanos, sino que esa sensación se viene dando en Estados
Unidos desde la primavera de 2016, en plenas elecciones primarias, y en el
mundo tras haber derrotado a Hillary Clinton en noviembre. La ansiedad se
produce por el sentimiento de que se ha perdido pertenencia, y que todo en lo
que uno estaba asido, ha sido removido. Hay un trauma colectivo porque la era
Trump será como entrar a un túnel oscuro. ¿Qué va a pasar?
Donald Trump rompió todos los
paradigmas bajo los cuales se organizaba el mundo desde el final de la Segunda
Guerra Mundial. El modelo económico de Bretton Woods, que fue vigente hasta
1972, cuando empezó a cambiar el orden económico que dieron lugar al Consenso
de Washington y la rigidez fiscal. El libre comercio era credo, y la
globalización una realidad. Los países se volvieron interdependientes, con lo
cual también se fue calentando la Guerra Fría, que terminó con el colapso de la
Unión Soviética y la caída del Muro de Berlín, que acabó con la necesidad de un
armamentismo alocado para disuadir al enemigo de atacar. Nadie ganaría en una
Tercera Guerra Mundial, que traería consigo el invierno nuclear.
Este era el mundo antes de
Trump. Después de 18 meses de campaña presidencial y la victoria que lo llevará
este viernes a la Casa Blanca, el mundo es diferente. El libre comercio no es
lo que lo inspira, sino el proteccionismo. La globalización cedió el lugar, en
su visión, al parroquialismo y los microsistemas de desarrollo. Han cambiado
todos los referentes. Lo que había sido el largo camino por la equidad y el
respeto de género, fue pisoteado por Trump, quien demostró que a mujeres y
hombres no les preocupa que abuse sexualmente de las mujeres y las maltrate. Lo
mismo de los discapacitados, a quienes pudo humillar sin pagar costos.
Dos pilares de la democracia,
la prensa libre y la transparencia, fueron atropellados por su talante
dictatorial. No le importan los conflictos de interés, sino los estimula, ni
que el equipo de Gobierno que está armando camine en sentido contrario de todo:
su Procurador, es racista; quien verá el medio ambiente, dice que es mentira el
calentamiento global; el que encabezará los organismos regulatorios quiere la
desregulación; a quien piensa llevar a la Suprema Corte de Justicia, está en
contra de la despenalización del aborto; el responsable de negociaciones
comerciales, piensa que los tratados de libre comercio no sirven. Quien
encabezará la diplomacia, es un querubín de Moscú y odia a los chinos; el
responsable de las finanzas, evade impuestos.
El trauma colectivo, le dijo
en noviembre pasado a la revista The Atlantic, Jack Saúl, director del Programa
de Estudios Internacionales de Trauma con sede en Nueva York, “es una
experiencia compartida de amenaza y ansiedad en respuesta a eventos continuos o
súbitos que implican alguna amenaza al sentimiento básico de pertenencia en una
sociedad. Usualmente es una disrupción del orden social y moral”. Ese trauma,
según Saúl, no se debe únicamente a lo que ya sucedió, sino a la percepción de
lo que vendrá. En México, ya sucedió que un amenazante tuit de Trump hiciera
que el peso cruzara la barrera de los 21 pesos por dólar. El temor a lo que
vendrá es como el Armagedón.
En los últimos días se han
comenzado a ver reacciones para anteponerse a la ansiedad. Dos empresas dijeron
que cancelaban sus órdenes de automóviles estadounidenses, que fue la primera
acción concreta al mensaje que ha circulado en las redes sociales desde hace
más de un mes, donde invitan a los mexicanos a no comprar ningún producto de
esa Nación y volcarse a los productos mexicanos. Las primeras acciones
defensivas de empresas, canalizaron los temores hacia propuestas belicosas. Boicots
a todo lo que tenga la marca estadounidense, y protestas permanentes para
expresar el malestar con Trump y lo que representa.
La ansiedad por el
advenimiento de Trump es resultado de la ansiedad de muchos estadounidenses -no
tantos como los que votaron por Hillary Clinton, pero 107 mil suficientes para
darle la victoria en el Colegio Electoral- por pérdida de trabajo, por su
bienestar, por el terrorismo, combinado con la insatisfacción con el status
quo. Muchos de los acontecimientos que sucedieron el año pasado -la victoria de
Trump como el Brexit y el crecimiento de la extrema derecha en Europa-,
escribió recientemente José Antonio Fernández, presidente del Consejo de
Administración de FEMSA, no son más que una manifestación de la transición que
vivimos hacia una modernidad líquida, y que conlleva grandes movimientos
constantes, así como cambios de paradigmas.
En esa modernidad líquida,
desarrollada en un libro de 1989 por el recientemente fallecido sociólogo
polaco Zygmunt Bauman, no hay vínculos permanentes, y todo lo que nos rodea es
desechable, incluidas las relaciones humanas, que son contingentes y fácilmente
mutantes. “Ante este entorno mundial y local”, agregó Fernández, “¿qué podemos
hacer? ¿Debemos adaptarnos y sobrevivir? ¿Aferrarnos al pasado, a lo sólido, o
contribuir a crear la realidad que anhelamos, aprovechando la nueva época que
vivimos?”. Bauman lo sugiere: hay que reinventarse. ¿Resolverá la ansiedad?
Quién sabe. Lo que sí, es que dará una dirección a lo que en estos días no tiene
rumbo.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/
Raymundo Riva Palacio/ 18/01/2017 | 01:00 AM)
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