La
liberalización de los precios de la gasolina no fue una crisis. La falta de
previsión sobre la eventual reacción de la gente, la hizo una crisis. El vacío
de un gobierno que dejó que la protesta creciera, que ante la ausencia de
frenos invitó a otros a sumarse a las acciones de saqueo y le dio tiempo para
que otros sectores de la sociedad encontraran el momento para expresar su
repudio al Presidente Enrique Peña Nieto. La respuesta que encontró el
Presidente para apaciguar a la gente fue el Acuerdo para el Fortalecimiento
Económico y la Protección de la Economía Familiar, que es, como muchas otras de
sus acciones, reactiva e improvisada. Eso no existía en su mente hace una
semana, elaborado al vapor para cubrir la falta de cálculo al no haber previsto
la reacción en el País.
Decenas
de protestas en todo el País por el aumento en las gasolinas, saqueos,
violencia física, confrontaciones políticas, libertades en riesgo por debilidad
institucionales, estatales y federales llevan a la presunta si el México Bronco
que tanto temía despertara Jesús Reyes Heroles lo hizo? Como presidente del PRI
a mediados de los 70, dijo: “El respeto y la convivencia pacífica en la Ley,
son las bases para el desarrollo, las libertades y posibilidades de progreso
social. En cambio, la intolerancia absoluta sería el camino seguro para volver
al México bronco y violento. Si eso sucediera, lo aprovecharían quienes
pretenden un endurecimiento del gobierno, exponiéndonos al fácil rompimiento
del orden estatal y del orden político nacional”.
Los
políticos están preocupados ante el tañer de estos tambores. El Presidente ha
pedido actuar con serenidad, y que le den espacio a entender o escuchar las
razones que lo llevaron a tomar esa decisión. Peña Nieto no entiende que es un
Presidente altamente impopular y que está pagando el desprecio con el que a lo
largo de sus dos primeros tercios del sexenio trató a todos sus aliados, sobre
todo aquellos que lo ayudaron a llegar a la Presidencia: el PRI, los
empresarios y las clases medias. Haberlos alienado, tiene sus consecuencias. Lo
han dejado solo.
Peña
Nieto no comprende que la violencia en las calles tiene componentes que van
mucho más allá que los grupos políticos a los que acusar de lucrar con el
descontento. El gasolinazo ha galvanizado la furia contra el Presidente, quien
reacciona con la mira corta. Lo que se ve en la ira social contradice el
argumento que esgrime como su razón de ser: el gasolinazo afecta principalmente
al 10 por ciento del grupo de mayor ingreso que consume el 40 por ciento de las
gasolinas. Pero si el impacto se iba a sentir sólo entre los que más tienen,
¿cómo explica que los principales actos de saqueo sean contra tiendas a las que
recurre la gente de menores ingresos?
Es
posible argumentar que el gasolinazo fue el detonador de una furia que se venía
acumulando hace tiempo. La desaprobación del Presidente rebasó la aprobación en
noviembre de 2013, a los 11 meses de haber asumido el poder, como consecuencia
de la reforma fiscal. Se profundizó un año después, cuando se reveló la
existencia de la casa blanca y el conflicto de interés de Peña Nieto. Eventos
como la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa no tuvieron un saldo
negativo para Peña Nieto de manera instantánea, pero lo ha ido drenando
sistemáticamente desde octubre de 2014. Las reformas energética y educativa
contribuyeron al rechazo presidencial y al aumento en el mal humor social. La
corrupción en este sexenio, que se niega a aceptar Peña Nieto, vigoriza todo el
malestar.
El
ánimo nacional contra Peña Nieto es tan adverso desde hace tanto tiempo, que
cuando se logró la segunda recaptura de Joaquín El Chapo Guzmán hace un año, su
nivel de aprobación no subió; bajó cinco puntos. No hay nada que pueda hacer
Peña Nieto para revertir el ánimo contra él. Lo sabe, pero no hace nada para
colocar un piso a su caída. En buena medida, porque aunque ve lo que sucede, no
es capaz de hacer una introspección que le permita analizar el entorno y las
consecuencias de sus acciones o inacciones. Se ha vuelto tan refractario a las
opiniones contrarias a lo que piensa y cree, que las desestima y anula. Sólo un
pequeño grupo goza de su oído, le acepta opiniones y, como ha sucedido muchas
veces en su sexenio, acepta sus recomendaciones y las convierte en acciones.
Fuera de ese grupo compacto, no considera de utilidad escuchar a nadie más.
La
pérdida de su consenso para gobernar es clara, incluso para él, quien insiste
en llamados a la unidad nacional a partir de aire. Peña Nieto no puede concitar
a la unidad en torno a él porque no tiene liderazgo. Su poco interés en
revertir los niveles de desaprobación o cuando menos romper la tendencia,
revela también el desconocimiento que esas mediciones no tienen que ver con si
es popular o no, sino muestra qué tanto consenso tiene como gobernante. Su
construcción pasa por mejorar sus niveles de aprobación. Si no hace nada para
lograrlo, tampoco puede esperar una respuesta positiva a sus llamados.
No
se sabe si seguirá despertándose el México bronco de Reyes Heroles, o habrá una
despresurización social natural, que vaya más acorde con la pasividad y la
apatía mexicana de las últimas generaciones. Lo que sí se aprecia es que hay un
despertar, social y político, que va por Peña Nieto.
rrivapalacio@ejecentrtal.com.mx
twitter:
@rivapa
(NOROESTE/
ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 10/01/2017 | 01:00 AM)
No hay comentarios:
Publicar un comentario