La esquina entre la avenida Roosevelt y
la Calle 82 en Jackson Heights, Queens. Algunos dueños de negocios dicen que
sus ventas han disminuido desde la elección de Donald Trump. Credit Hiroko
Masuike/The New York Times
LIZ ROBBINS
NUEVA YORK — En Jackson
Heights, Queens, unos días después de las elecciones presidenciales, un joyero
indio-estadounidense se quedó con un pedido de dos argollas de oro para
caballero hechas a la medida con un valor de 3000 dólares. El cliente le dijo
que no podía pagar, pues tenía que regresar a su país de origen antes de que lo
deportaran.
En la tienda de muebles Casa
Dominicana, que se encuentra sobre la avenida St. Nicholas en Manhattan, los
sofás de piel blanca y juegos de recámara no logran venderse, según la gerente,
Wendy Calderon. “La mayoría de las personas están temerosas de salir a comprar
cosas”, explicó. “Están ahorrando su dinero por si pasa algo disparatado”.
En Elmhurst, Queens, en el
consultorio de Ismael Bastida, un dentista nacido en México que estudió en la
Universidad de Nueva York, los pacientes evitan los paquetes para blanquear los
dientes y los planes de tratamiento a largo plazo. Por esto, la semana pasada
Bastida hizo un pedido por menos jeringas y amalgamas a Benco Dental, una
empresa familiar establecida en el condado Luzerne de Pensilvania, donde el 58
por ciento de la población votó por el republicano Donald Trump.
En la ciudad de Nueva York,
donde los inmigrantes impulsan una proporción significativa de la economía, ya
comienzan a sentirse los efectos de la elección de Trump, pues ante un futuro
incierto los residentes de los barrios latinos y demás minorías han decidido
recortar sus gastos. Los inmigrantes representan el 47 por ciento de la fuerza
laboral de la ciudad, de acuerdo con la organización Center for an Urban
Future, un grupo sin afiliación partidista que estudia las finanzas de la
ciudad.
Glen Mirchandani, un joyero
indio-estadounidense en Jackson Heights, dijo que hace poco un cliente se había
arrepentido de una compra porque se iba del país por temor a ser deportado.
Credit Hiroko Masuike/The New York Times
Los más preocupados son los
inmigrantes sin permisos, pues durante la campaña Trump aseguró que los
deportaría. Unos 574.000 residentes de la ciudad son trabajadores sin
documentos que pagan 793 millones de dólares al año en impuestos estatales y
locales, según un estudio que encargó la vocera del concejo de la ciudad,
Melissa Mark-Viverito, quien es demócrata y de raíces latinas.
Cerca del diez por ciento de
los empleados de la ciudad son trabajadores no autorizados, según cifras del
censo de Estados Unidos, aunque es difícil determinar un número preciso.
También es imposible separar
la economía informal de la economía de Nueva York en general, pues en la ciudad
habitan inmigrantes de todo tipo de situación legal, como jornaleros, taxistas,
empleados de cocina que trabajan en cocinas de personas sin documentos que
pagan impuestos y empresarios con estudios universitarios que cuentan con
protección temporal contra la deportación.
Si todos abandonaran la
ciudad, ya fuera por su cuenta para ir a sus países de origen o porque el
gobierno diera la orden de sacarlos, “podría producirse una reacción en cadena
masiva”, señaló Jonathan Bowles, director ejecutivo de la organización Center
for an Urban Future.
“Significaría perder a más de
medio millón de inmigrantes sin permisos”, enfatizó Bowles, “que pagan
impuestos, gastan dinero en sus comunidades y que en algunos casos dan empleo a
otros neoyorquinos. Bien podríamos ver a otros abandonar el país”.
María de los Santos, una
vendedora en Brooklyn, dijo que los jeans se estaban vendiendo poco. Sus
clientes ecuatorianos le han dicho que tal vez necesiten más dinero el próximo
año para trasladar a sus familias. Credit Hiroko Masuike/The New York Times
Bastida, el dentista, hizo
una predicción audaz: “Será un tsunami económico”.
Elizabeth Vilchis, empresaria
del sector tecnología que vino a Nueva York desde México cuando era niña,
opinó: “Como siempre estamos tras bambalinas, la gente no se da cuenta del
impacto que tenemos”.
Elizabeth trabaja legalmente
gracias al programa Acción Diferida para Llegados en la Infancia, que creó el
presidente Obama mediante una orden ejecutiva. Trump prometió eliminar este
programa, lo cual podría afectar a unos 30.000 jóvenes de la ciudad de Nueva
York y a 750.000 en todo el país.
La principal prioridad de
Trump, según sus declaraciones, será deportar a los criminales que viven en
Estados Unidos como inmigrantes sin permisos, de los que calculó hay más de dos
millones. Todavía no ha dicho cómo piensa obligar a que abandonen el país a los
11,2 millones de inmigrantes que no tienen antecedentes penales ni documentos.
El senador del estado José
Peralta, cuyo distrito de Queens incluye Jackson Heights, Elmhurst y Corona, el
centro de crecimiento comercial de Nueva York en la última década, dijo que la
incertidumbre ha provocado que el temor guíe las decisiones, ya sea sobre regresar
a casa o reducir el gasto en artículos de lujo.
Cris Mercado, izquierda, el
fundador de dos negocios emergentes, llegó a Estados Unidos en su infancia
desde Filipinas. Elizabeth Vilchis, una emprendedora tecnológica, migró desde
México. Credit Yeong-Ung Yang para The New York Times
Esa mentalidad es común no
solo entre los trabajadores de bajos ingresos. Cris Mercado, fundador de dos
empresas emergentes, hace lo mismo. Mercado vino a Estados Unidos de Filipinas
cuando era niño.
Después de perder un paquete
de beca para la Universidad de Nueva York por no contar con documentos, se
graduó de la City College of New York y más tarde creó Grant Answers, una
empresa que ayuda a estadounidenses de primera generación a conseguir becas
para la universidad. Ahora está desarrollando KeyJargon, una aplicación que
conecta a quienes buscan trabajo con asociaciones profesionales.
Sin embargo, a su reloj
financiero se le agota el tiempo. “Tengo dos meses para reforzar de verdad la
siguiente versión de mi aplicación y garantizar muchas oportunidades de
contratos independientes”, expresó Mercado. “Estoy haciendo un esfuerzo por
acumular recursos y efectivo, porque no sé qué va a pasar más adelante”.
Ernesto Cury, contador
dominicano que vive en Jackson Heights, informó que desde las elecciones muchos
clientes le han preguntado cuáles son las consecuencias fiscales de retirar sus
utilidades de restaurantes, servicios de limpieza y empresas constructoras.
Incluso sin ser residentes permanentes legales, razonó Cury, los inmigrantes
pueden ser trabajadores independientes, constituir sociedades y pagar impuestos
con una clave de identificación fiscal individual, pues no tienen derecho a la
seguridad social.
El Dr. Ismael Bastida, un
dentista en Elmhurst, Queens, dijo que los pacientes preferían no gastar dinero
en sesiones de blanqueamiento de dientes o tratamientos a largo plazo. Credit
Hiroko Masuike/The New York Times
En Queens, la tasa de
empleados independientes entre los extranjeros es del 12 por ciento, según
estadísticas del Center for an Urban Future, en comparación con el 6,4 por
ciento entre los nacionales.
Juan Ospina, ciudadano
naturalizado de Colombia, tiene dos negocios: Mama Empanada y Algo Más en la
calle 82 en Jackson Heights, y una empresa constructora que hace poco concluyó
la construcción de un salón de belleza en los alrededores. Comenta que contrata
a jornaleros sin permisos, por lo que no se imagina qué pasaría si no
estuvieran disponibles.
“No creo que Trump patee la
máquina”, dijo Ospina.
No obstante, muchos
indocumentados se preguntan si lo hará. En una tienda del vecindario de
Bushwick, Brooklyn, siguen colgados unos jeans colombianos que moldean la
figura. Clientes de Ecuador han conversado con la propietaria de origen
mexicano, María de los Santos, y le han confesado que quizá necesiten todo el
dinero adicional que reciban el próximo año para mudar a sus familias.
En la tienda de ropa y mercancías
generales de Patricia Salazar ubicada en la avenida Roosevelt, cerca de la
calle 82 en Jackson Heights, dos clientes le dijeron la semana pasada que iban
a abandonar el país. También su peinadora de muchos años, quien trabajaba en un
salón también en esa calle, le avisó que regresaba a Colombia al día siguiente.
Salazar, una inmigrante que
llegó de Bolivia hace 30 años, explicó que había apoyado a Trump porque creyó
que sería bueno para su negocio. Sin embargo, ahora, aunque sus hijos y nietos
son ciudadanos de Estados Unidos, está considerando regresar a casa.
“No quiero vivir con esta
pesadez en el corazón porque tengo miedo”, afirmó.
A la vuelta de su tienda, el
dentista Bastida y su hija, Araceli Thornton, quien se encarga de administrar
el consultorio, se preguntaban si sería buena idea compartir consultorio con
otros dentistas de la calle 82, pues todos atienden a la población inmigrante
del vecindario.
Patricia Salazar, dueña de
una tienda en Jackson Heights, dijo que había apoyado a Trump porque pensó que
sería bueno para su negocio. Pero ahora está pensando en volver a Bolivia.
Credit Hiroko Masuike/The New York Times
Para ellos es evidente la
conexión que existe entre los negocios del área. “Es un círculo”, indicó
Bastida. “Alguien que compra aquí, más tarde come allá enfrente”.
Quizá el símbolo más
representativo de la economía basada en los inmigrantes de Nueva York sea el
ciclista repartidor de comida.
Poco tiempo después de
graduarse de la City College of New York con un título en ingeniería mecánica,
Vilchis, la empresaria del mundo de la tecnología, ayudó a crear una empresa
cuyo objetivo era optimizar la entrega de comida en los vecindarios de Hell’s
Kitchen y Chelsea en Manhattan.
Contrató a inmigrantes sin
permisos para repartir comida por 15 dólares la hora, un trabajo que, según
explicó, por lo regular se pagaba a 7,50 dólares. Los pedidos más frecuentes
eran de profesionales del sector financiero que no tenían tiempo de salir de la
oficina, lo que llevó a Vilchis a otra conclusión: el tiempo es otra moneda que
impulsa la economía de la ciudad y los trabajadores de menores ingresos, que
muchas veces no tienen documentos, realizan tareas por las que los
profesionales de mejores ingresos están dispuestos a pagar, incluida la entrega
de pad Thai a su escritorio.
“Mucha gente exitosa de la
ciudad ha alcanzado ese éxito porque hay inmigrantes dispuestos a realizar
distintas tareas y dejarles tiempo a ellos para progresar en su carrera”,
concluyó Vilchis. “Si quitamos ese elemento de la ecuación, todo se desmorona”.
(THE NEW YORK TIME/ LIS ROBBINS/ Teodelina
Basavilbaso colaboró con este reportaje/ 28 DE NOVIEMBRE 2016)
No hay comentarios:
Publicar un comentario