Simpatizantes de Trump en Michigan, un
día antes de las elecciones /Credit
Damon Winter/The New York Times
Donald Trump obtuvo la
victoria en el Colegio Electoral (pero no la del voto popular) gracias a la
fuerza de un abrumador apoyo por parte de los blancos de la clase trabajadora,
quienes se sentían relegados por la sociedad y la economía cambiante. Están a punto
de obtener su recompensa: la misma que, a lo largo de la carrera de Trump, ha
recibido todo aquel que ha confiado en su benevolencia. Recuerden que pasó con
Trump University.
Sí, la clase blanca
trabajadora está a punto de ser traicionada.
La evidencia de esa traición
inminente se hace obvia en la elección de figuras corporativas y
antitrabajadores para cargos clave. En particular, la historia más importante
de la semana pasada (de verdad, dejen de enfocarse en el Twitter de Trump) fue
la elección de Tom Price, un feroz opositor de Obamacare y defensor de la
privatización de Medicare, como secretario de Salud y Servicios Sociales. Que
lo haya escogido significa quizá que la Ley de Atención Médica Asequible tienen
los días contados… y los adeptos más entusiastas de Trump estarán entre quienes
más pierdan con esto.
Lo primero que debe
entenderse al respecto es que el discurso republicano de “repeler y remplazar”
siempre ha sido un fraude. El Comité Nacional Republicano lleva seis años
diciendo que presentará un remplazo para Obamacare cualquier día de estos, pero
la verdadera razón por la que no lo ha hecho es porque no puede.
Cualquier plan que lo
sustituya se parecerá mucho al Obamacare, o retirará la cobertura a muchos que
la necesitan desesperadamente.
Lo que la elección de Price
sugiere es que el gobierno de Trump en realidad está listo para ver cómo
millones de estadounidenses pierden su seguro médico. Muchos de quienes lo
pierdan serán simpatizantes de Trump.
Es posible notar eso al
observar los datos del censo entre 2013 y 2015, que muestran el impacto de la
implementación completa del Obamacare. En ese periodo, la cantidad de
estadounidenses sin seguro se redujo por 13 millones; los blancos sin título
universitario, quienes votaron por Trump en una proporción de dos a uno,
representan ocho millones de esos 13. Así que probablemente estemos frente a
más de cinco millones de defensores de Trump, muchos con problemas de salud
crónicos y que recientemente habían obtenido un seguro médico por primera vez,
que acaban de votar para hacer sus vidas más desagradables, más bestiales y más
cortas.
¿Por qué lo hicieron? Puede
que no se hayan dado cuenta de que su cobertura estaba en juego: a lo largo de
la campaña, los medios apenas hablaron sobre políticas. O quizá le creyeron a
Trump cuando aseguraba que sustituiría el plan Obamacare con algo grandioso.
De cualquier manera, les
espera un duro despertar y todo empeorará cuando los republicanos avancen con
sus planes de acabar con la versión actual de Medicare, lo que parecía estar en
marcha aun cuando el presidente electo prometió específicamente que no haría
tal cosa.
Además, en caso de que se lo
estén preguntando, no, Trump no puede hacer que aparezcan de repente los
trabajos de manufactura que se han perdido en las décadas anteriores. Esos
empleos se perdieron sobre todo debido a cambios tecnológicos —no a las
importaciones— y no pueden recuperarse.
No habrá nada que compense el
daño que los trabajadores sufrirán cuando los republicanos hagan trizas los
beneficios sociales.
¿Habrá una especie de
contragolpe, una oleada de remordimiento del comprador? Tal vez. Ciertamente
los demócratas harían bien en evidenciar y combatir la traición de Trump a la
clase trabajadora. Sin embargo, debemos considerar las tácticas que usará para
disimular el alcance de su traición.
Una de ellas, que ya pudimos
observar con su rimbombante anuncio de un trato para conservar algunos empleos
de Carrier en Estados Unidos, será distraer al país con baratijas relucientes.
En verdad, esta táctica funcionará solo si la cobertura de los medios es
simplista e ignora las cifras.
No, Trump no se “enfrentó” a
Carrier, más bien parece haberle ofrecido un soborno. Estamos hablando de mil
empleos dentro de una enorme economía; al ritmo de un acuerdo como el de
Carrier a la semana, Trump necesitaría 30 años para salvar tantos empleos como
lo hizo el presidente Obama con el rescate financiero de la industria
automotriz, y le tomaría un siglo compensar la pérdida generalizada de empleos
en el sector manufacturero desde el año 2000.
No obstante, a juzgar por la
cobertura dada a este acuerdo hasta ahora, la suposición de que los medios
noticiosos serán simplistas e ignorantes parece muy probable.
Cuando empiece a concretarse
la realidad de que los trabajadores pierden terreno, si así sucede, me preocupa
que la administración de Trump haga lo que los gobiernos autoritarios hacen a
menudo para desviar la atención de un mal desempeño: buscar un enemigo.
Recuerden lo que dije sobre
el Twitter de Trump. Mientras daba un gran paso hacia quitar a millones su
seguro de salud, Trump comenzó a vociferar acerca de retirar la ciudadanía a
quien quemara banderas. No fue una coincidencia.
El punto es mantener la vista
en lo importante. Millones de estadounidenses acaban de recibir un golpe
inesperado. Y todavía no lo saben.
(THE NEW YORK TIME/ PAUL KRUGMAN/ 5 DE DICIEMBRE DE 2016)
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