domingo, 18 de diciembre de 2016

‘RECLUTA’ NARCOTRÁFICO A PESCADORES MEXICANOS


Ciudad de México.- Los grupos de la delincuencia organizada se apoderan del mar: ahora reclutan pescadores, a quienes alejan de la pesca para convertirlos en “abastecedores” de alimentos y combustible de las embarcaciones que, cargadas de droga, cruzan las aguas mexicanas hacia Estados Unidos.

Otra actividad que tiene abatidas a las personas que aún se dedican a la pesca es la de los “piratas”, aquellos que simulan ser pescadores cuando en realidad se dedican a recoger los contenedores de droga –cargamentos destinados al mercado nacional–, tirados al mar desde el aire. Estos piratas además asaltan a los pescadores, roban su pesca y los despojan de los motores de las pequeñas embarcaciones.

Esto ocurre “en complicidad” con los inspectores de la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca), asegura el panista Ernesto Ruffo, presidente de la Comisión de Pesca de la Cámara de Senadores.

“Del litoral del Pacífico no he sabido nada. En el del Golfo (de California), a los pescadores les roban todo; es una manera en que los otros (narcotraficantes) continúen su viaje hacia donde vayan a transportar lo que tengan que transportar y se decidan a recoger mercancía que les tiran desde el aire”, afirma Reyes Guerrero Sandoval, pescador y acuicultor de San Quintín.

Agrega: “Les roban la pesca, la gasolina y el motor de la lancha… los dejan a la deriva. A un compañero le acaban de robar sus motores y para recuperarse tiene que trabajar un año o dos. Dependiendo del caballaje, cuestan siete, 10 o 15 mil dólares”.

La Conapesca tiene siete inspectores para cubrir el litoral bajacaliforniano; el Ministerio Público Federal si acaso tiene dos agentes, y el del fuero común seis ministeriales para combatir una delincuencia ampliamente extendida.

Guerrero Sandoval recuerda que en el 2000 se detectaron campamentos con puestos de recarga entre las islas del Golfo; pero ahora el abastecimiento se da en altamar. Algunos pescadores surten a las embarcaciones más grandes, que llevan el cargamento de droga. Esto sucede a partir de 10 o 15 millas de la costa. Sólo en la temporada de atún hay que salir unas 12 millas. Más allá no se justifica la salida de un pescador ribereño; más allá es por donde pasan los buques mercantes y los que llevan la carga ilícita.

CAMPECHE Y GUERRERO

El pasado 9 de octubre, en la Sonda de Campeche –donde hay más de 14 mil pescadores ribereños y alrededor de 6 mil embarcaciones registradas–, resurgieron públicamente los piratas.

Pescadores campechanos denunciaron que en Isla Arena, en menos de 12 horas, entre los días 7 y 8 de ese mes, piratas atacaron a pescadores y les robaron ocho motores fuera de borda y una lancha completa, publicó el diario local Tribuna.

De acuerdo con el periódico, dos pescadores ribereños fueron interceptados por dos lanchas en las que viajaban seis hombres que cubrían sus rostros con pasamontañas; éstos los amenazaron con pistolas y armas largas y los obligaron a tirarse boca abajo en su embarcación, anclada a siete millas náuticas de la costa de la capital campechana. Les robaron el motor fuera de borda.

“Venían robando desde Isla Arena hasta que llegaron a nosotros, pudimos ver que traían cuatro motores más fuera de borda”, relataron al diario las víctimas, que acudieron a la delegación de la Procuraduría General de la República (PGR) a denunciar el asalto. En esa ocasión se habló de que sólo en una noche, 20 embarcaciones fueron asaltadas para despojarlas de sus motores; a las tripulaciones les robaron celulares, dispositivos GPS y el producto capturado, consignó el rotativo.

En noviembre siguieron los asaltos en altamar. El pescador Román Alavés narra su experiencia: “Eran como las 9:30 de la noche. Se nos pegó una lancha, nos deslumbraron con reflectores; unos chavos con capucha y armas de fuego se llevaron la manguera, la llave, el navegador, el estéreo, mi celular, ropa, tenis…”.

Al día siguiente, José Luis Flores Molas, comisario de Isla Arena, declaró que estaba preocupado por la ola de robos a los pescadores.

“Los asaltaron a 20 kilómetros de Isla Arena y les quitaron sus motores. Se dispuso de un sobrevuelo con helicóptero para recorrer zona de manglares, donde el acceso es prácticamente imposible porque no hay caminos”.

En Acapulco la situación es muy similar. “Aquí la pesca como actividad mundial se ha venido abajo; las existencias pesqueras cada vez disminuyen más y eso empuja a que la gente haga una serie de prácticas irregulares para seguir manteniéndose de la pesca, y cuando la pesca dejó de ser una opción apareció el asunto del narcotráfico en altamar”, explica a Proceso Jesús Sosa, quien se ha dedicado a la pesca ribereña 60 de sus 67 años de vida.

Como la pesca deja de ser opción, los pescadores buscan actividades alternas; una de las que encuentran es reclutarse para los cárteles de la droga.

“Mucha es gente pobre, todos son cazadores del mar. Sabemos jugárnosla todos los días y sobrevivir al mar”.

Para mantener un nivel de captura mínimo y que la pesca siga siendo negocio, los pescadores empezaron a salir cada vez más.

“Hay rutas de transporte de mercancía ilegal a lo largo de todo el Pacífico (con naves que) llevan potentes motores y abasto de combustible; sin embargo, todo se acaba y ahora algunos de los pescadores cargan sus embarcaciones con una gran cantidad de gasolina, comida y agua para abastecer a estos barcos en altamar. No participan directamente del transporte de droga, pero sirven como lanchas de abastecimiento”, asegura Sosa.

Platica que algunos pescadores se salen a 70 u 80 millas náuticas de la costa –una milla náutica equivale casi a dos kilómetros–.

“Estás hablando de embarcaciones menores con motores fuera de borda, que son chicos, y que salen 180 kilómetros. No son embarcaciones para salir tan lejos, pero igual, como están acostumbrados a jugársela, se la juegan para ganarse la raya”.

Una embarcación de menos de 25 pies y 50 o 60 caballos de fuerza está habilitada para salir como máximo a 30 millas de la costa (unos 60 kilómetros), y aun así es bastante; arriesgarse 100 kilómetros es sumamente peligroso.

“De todos modos pienso que volteando a ver lo que consumen de combustible y que regresan sin nada (de pesca) y a pesar de ello siguen operando, es obvio que se dedican a abastecer a las naves que transportan cargamento de droga.

“Y te das cuenta porque a veces aparecen con dispositivos GPS, que ahorita han bajado de precio pero cuestan mil 500 o 2 mil pesos; ellos no tienen para pagar una cosa de esas y además no saben operarlas bien. Muy fácilmente la gente que los manda les pone las coordenadas para que estén en un punto a cierta hora, para abastecer a la embarcación que lleva la droga. Los pescadores no tocan para nada la carga”, afirma Sosa.

La Marina, asegura, está imposibilitada para detenerlos porque los operativos de vigilancia continua son muy costosos y la Armada carece de presupuesto para financiarlos, lo que favorece la actividad comercial ilícita en altamar.


(ZOCALO/ Proceso/ 18/12/2016 - 08:04 AM)

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