Las cenizas de Fidel Castro fueron
llevadas por una caravana motorizada por la isla de Cuba. Credit Mauricio Lima
para The New York Times
Tras la muerte de Fidel
Castro, el gobierno de Cuba decretó nueve días de duelo nacional, periodo que
terminó con el funeral del líder político este domingo en Santiago de Cuba.
Algunos fotógrafos de The New York Times atravesaron la isla para capturar en
imágenes los sentimientos de los cubanos que empiezan a pensar cómo cambiará su
vida sin Fidel.
Estudiantes se reúnen afuera de la
Universidad de La Habana. Credit Mauricio Lima para The New York Times
Los cubanos reaccionaban emotivamente al
paso de la caravan motorizada con las cenizas de Fidel Castro. Credit Tomas
Munita para The New York Times
Por naturaleza, La Habana es
una ciudad ruidosa. Conversaciones, bocinazos y música se mezclan entre sí para
crear una banda sonora imposible de ignorar. Pero la muerte de Castro produjo
un extraño silencio.
El gobierno prohibió las
bebidas alcohólicas, las fiestas y la música a todo volumen, lo que dejó a la
ciudad muda, sin melodía e ímpetu.
Para muchos cubanos, la
muerte de Castro se sintió como la partida de un padre, aunque la relación
fuera complicada. Durante los 50 años que estuvo en el poder, Castro aportó al
desarrollo de la isla e introdujo atención médica sin costo y educación
gratuita, aunque su mandato también incluyó la privación económica y
restricciones a la libertad.
Las contradicciones de la
Cuba de Castro eran evidentes durante el duelo por su muerte. Cada generación
expresó un sentimiento distinto. Algunos lloraban con dolor genuino mientras
otros no expresaban tristeza, aunque respetaron el silencio, ya sea por miedo,
deferencia u obligación social.
Castro, una figura
emblemática, aún exige reverencia.
Los estudiantes fueron transportados a
sus casas por camiones una vez que la caravana con las cenizas había pasado.
Credit Tomas Munita para The New York Times
Una imagen de Fidel que se encuentra en
todos lados; aquí en una peluquería en La Habana. Credit Tomas Munita para The
New York Times
Esperando el paso de la
caravana con la cenizas de Fidel en el camino a Santiago de Cuba Credit Tomas
Munita para The New York Times
El miércoles pasado, las
cenizas de Castro se embarcaron en un viaje que dibujaba, al revés, el camino
de la Revolución que él lideró en 1959. Los pueblos y caseríos sobre la ruta
quedaron vacíos mientras caravanas de camiones llevaban a miles de personas a
observar, así fuera de lejos y de pasada, los restos de Castro.
Los cubanos se despertaron
antes del amanecer y se retiraron tras la puesta de sol, después de formar
líneas interminables y perfectas. Sus caras, solemnes.
En la Cuba rural, no se
sentía el mismo cinismo o la presión del Estado que se respiraba en La Habana.
La Revolución llevó los
beneficios urbanos, como doctores y profesores, a las zonas rurales más pobres.
Era evidente que estudiantes y campesinos compartían una devoción generada por
la admiración a los ideales y valores de Castro y, sobre todo, por el
sentimiento de respeto propio que inculcó en su gente.
Cubanos de regreso a sus poblaciones
después de haber visto la caravana con las cenizas de Fidel Credit Tomas Munita
para The New York Times
Esperando a la caravana motorizada en
Bayamo Credit Tomas Munita para The New York Times
Una cancha de baloncesto en La Habana
Credit Tomas Munita para The New York Times
Las lágrimas al paso de la caravana con
las cenizas de Fidel Credit Tomas Munita para The New York Times
La gente vitoreaba mientras esperaba en
la Plaza de la Revolución Credit Mauricio Lima para The New York Times
Un mercado de verduras en La Habana
Credit Tomas Munita para The New York Times
El sábado, en la Plaza de la
Revolución de Santiago de Cuba, donde todo empezó, el ambiente era cálido. Las
personas disfrutaban de la compañía de sus paisanos, amigos y familiares, una
conexión humana sin la distracción de selfis ni redes sociales.
El entierro de Castro sucedió
el domingo en la mañana; sus restos descansaron en la tierra más revolucionaria
de todas, donde él comenzó su gesta. Compatriotas viejos y jóvenes,
estudiantes, soldados y funcionarios llegaron hasta allá. Cuando terminó la
procesión, una quietud imperaba en la multitud.
Pero el estribillo del viaje
era el mismo. Lo que había flotado en los cantos de los cubanos y en sus
camisas y banderas emergió ahora sin necesidad de palabras: “Yo soy Fidel”.
Los dolientes llevaban imágenes de Fidel
Castro Credit Tomas Munita para The New York Times
La caravana motorizada con las cenizas
de Fidel Castro cuando llegaban a Santiago, el final del trayecto Credit Tomas
Munita para The New York Times
Cubanos esperando en la Plaza de la
Revolución el final de la ceremonia, en Santiago Credit Tomas Munita para The
New York Times
Un hombre descansando al final del día
en La Habana vieja Credit Tomas Munita para The New York Times
(THE NEW YORK TIME/ TOMAS MUNITA,
MAURICIO LIMA y AZAM AHMED / 5 de diciembre de 2016)
No hay comentarios:
Publicar un comentario