FARHAD MANJOO
Mientras la industria de la
tecnología se enfrentaba a la realidad de una elección presidencial que no
salió como lo esperaba, muchos en Silicon Valley dieron con la idea de que la
información falsa que se transmite en línea fue un factor significativo en el
resultado de la contienda.
Rápidamente, tanto Google
como Facebook alteraron sus políticas de publicidad para prohibir
explícitamente que los sitios de noticias falsas generen dinero a partir de
mentiras. Es muy probable que se trate de una solución importante, aunque haya
llegado demasiado tarde. El internet ha reducido nuestro entendimiento
colectivo de la verdad, y las iniciativas para combatir esa tendencia
desalentadora obviamente valen la pena.
Sin embargo, sería un error
que el único hallazgo de esa investigación sean las noticias falsas. De hecho,
los peligros que presentan las noticias falsas solo son un síntoma de una
verdad más profunda que ahora se ha hecho obvia en todo el mundo: con miles de
millones de personas pegadas a Facebook, WhatsApp, WeChat, Instagram, Twitter,
Weibo y otros servicios populares, las redes sociales se han convertido en una
fuerza política y cultural cada vez más poderosa, a tal punto que sus efectos
ahora están comenzando a alterar el desarrollo de los sucesos mundiales.
La elección de Donald Trump
quizá sea la ilustración más contundente hasta ahora de que, en todo el
planeta, las redes sociales están ayudando a reconfigurar de manera fundamental
a la sociedad humana. Han subsumido y abatido a los medios tradicionales. Han
deshecho las ventajas políticas tradicionales como la recolección de fondos y
el acceso a la publicidad. Están desestabilizando y remplazando instituciones
de la vieja escuela, así como formas establecidas de hacer las cosas,
incluyendo a los partidos políticos, las organizaciones transnacionales y las
prohibiciones sociales implícitas contra las expresiones flagrantes de racismo
y xenofobia.
Y, lo más importante, debido
a que estos servicios permiten que la gente se comunique entre sí con más
libertad, están ayudando a crear organizaciones sociales sorprendentemente
influyentes entre los grupos que alguna vez estuvieron marginados. Estos
movimientos sociales ad hoc varían ampliamente en forma, desde los
supremacistas blancos de derecha en Estados Unidos hasta los simpatizantes del
brexit en el Reino Unido. Pero cada uno, a su propia manera, ahora está
ejerciendo un poder que antes se creía impensable, lo cual resulta en espasmos
geopolíticos impredecibles y a veces desestabilizadores.
“Ahora hay miles de millones
de personas en internet, y la mayor parte de ellas no están felices con el
orden establecido”, dijo Ian Bremmer, el presidente del Grupo Eurasia, una
firma de investigación que predice riesgos mundiales. “Creen que su gobierno
local es autoritario. Creen que están en el lado incorrecto del sistema. Están
agraviados por las políticas de identidad y una clase media vacía”.
Muchos factores explicaron la
victoria de Trump: la ansiedad de la economía de la clase media en las zonas
industriales de Estados Unidos; un deseo de algún tipo de cambio en la
dirección del país y una mezcla de racismo, xenofobia y sexismo latentes en
todo el electorado. No obstante, como incluso lo reconoció Trump en una
entrevista en 60 Minutes después de su victoria, las redes sociales
desempeñaron un papel determinante en la contienda.
En el pasado, dijo Bremmer,
las preocupaciones de los simpatizantes de Trump pudieron haber sido ignoradas
y su candidatura habría fracasado casi de manera definitiva. Después de todo,
casi todos los expertos lo descartaron de manera universal, y enfrentó
desventajas en temas como el dinero recaudado, la organización y el acceso al
conocimiento de la política tradicional. Sin embargo, al emitir un mensaje que
resonó con el electorado en internet, Trump hackeó el orden político
establecido.
“Mediante esta nueva
tecnología, la gente ahora tiene el poder de expresar sus quejas y de seguir a
las personas que consideran hacen eco de esos agravios”, dijo Bremmer. “Si no
fuera por las redes sociales, no creo que Trump hubiera ganado”.
Para la gente que prefiere un
mundo ordenado y predecible, esto es lo más aterrador acerca de Facebook: no
que pueda estar lleno de mentiras (un problema que posiblemente podría
resolverse), sino que su alcance le da el poder real de cambiar la historia de
maneras audaces e impredecibles.
Sin embargo, ese es el punto
en el que nos encontramos. Es hora de empezar a reconocer que las redes
sociales en realidad se están convirtiendo en las fuerzas transformadoras del
mundo que sus creadores prometieron que serían desde hace mucho tiempo… es hora
de preocuparnos, en vez de entusiasmarnos, por los enormes cambios sociales que
podrían provocar.
A lo largo de gran parte de
la última década, hemos visto cómo surgen en todo el mundo movimientos sociales
progresivos que reciben el poder del internet. Hubo una Revolución Verde en
Irán, seguida por la Primavera Árabe en Medio Oriente y el norte de África. En
Estados Unidos, vimos el movimiento de Occupy Wall Street y las manifestaciones
de #BlackLivesMatter.
Las redes sociales también
desempeñaron un papel en la política electoral… primero en la candidatura de
Howard Dean en 2003, que terminó por no tener éxito, y después en la elección
de Barack Obama, el primer presidente afroestadounidense, en 2008.
Sin embargo, ahora esos
movimientos parecen ser el preludio de un rompimiento, activado por la
tecnología, en el orden mundial. En el Reino Unido, este año, organizarse en
Facebook desempeñó un papel esencial en la iniciativa alguna vez impensable
para hacer que el país saliera de la Unión Europea. En Filipinas, Rodrigo
Duterte, un alcalde agitador que tuvo mucho menos presupuesto que sus
oponentes, logró dirigir a un enorme ejército de simpatizantes en línea para
que lo ayudaran a ganar la presidencia.
El Estado Islámico ha
utilizado las redes sociales con el fin de reclutar yihadistas en todo el mundo
para combatir en Irak y Siria, así como para inspirar ataques terroristas en el
extranjero.
En Estados Unidos, tanto
Bernie Sanders, un socialista que intentó ser el candidato presidencial del
Partido Demócrata, y Trump, quien alguna vez fue rechazado por la mayoría de
los miembros del partido que ahora dirige, dependieron de movimientos en línea
para romper con el orden establecido de la política.
¿Por qué está pasando todo
eso ahora? Clay Shirky, un profesor de la Universidad de Nueva York que ha
estudiado los efectos de las redes sociales, sugirió algunos motivos.
Uno es la omnipresencia de
Facebook, que ha alcanzado una escala verdaderamente épica. El mes pasado, la
empresa reportó que cerca de 1,8 mil millones de personas entran a la página
cada mes.
Debido a que las redes
sociales se alimentan de las muchas permutaciones de interacciones entre las
personas, se convierten notablemente más poderosas cuando crecen. Con cerca de
un cuarto de la población del mundo ahora en Facebook, las posibilidades son
asombrosas.
“Cuando la tecnología se pone
aburrida es cuando los efectos sociales se ponen interesantes”, dijo Shirky.
Uno de esos efectos sociales
es lo que Shirky llama el “cambio de la Ventana Overton”, un término acuñado
por el investigador Joseph P. Overton para describir el rango de temas que los
medios tradicionales consideran asuntos públicamente aceptables para debatir.
Desde principios de los años
ochenta, aproximadamente, hasta el pasado muy reciente, generalmente se
consideraba insensato que los políticos adoptaran posturas poco tradicionales
según la mayoría de la sociedad, cosas como llamados explícitos al prejuicio
racial. No obstante, el internet revirtió esa ventana.
“El etnonacionalismo blanco
se mantuvo a raya gracias a la ignorancia pluralista”, dijo Shirky. “Todas las
personas que estaban sentadas en su sótano gritándole a la TV acerca de los
inmigrantes —o que estaban dispuestas a decir que los cristianos blancos eran
más estadounidenses que otros tipos de estadounidenses— no sabían cuántas otras
personas compartían esa misma opinión”.
Gracias al internet, ahora
cada persona que sostiene posturas alguna vez consideradas malignas puede ver
que no está sola. Y cuando esas personas se encuentran, pueden hacer cosas:
crear memes, publicaciones y mundos cibernéticos completos que refuerzan su
visión del mundo y que después logran entrar en la visión establecida. Esos
grupos también se convierten en blancos perfectos para personajes políticos
como Trump, quienes reconocen su energía y entusiasmo y los aprovechan para
tener victorias en el mundo real.
Shirky señala que la Ventana
Overton no se trata solo de desplazarse a la derecha. También podemos ver cómo
sucede con la izquierda. Sanders hizo campaña en torno a una plataforma anti
Wall Street que habría sido impensable para un demócrata tan solo hace una
década.
Ahora, después de la derrota
de Hillary Clinton, el futuro de los demócratas probablemente estará
determinado de igual manera por colectivos en Facebook y élites en Washington…
y es probable que como resultado veamos más candidatos y posturas políticas
improbables con respecto a lo que se habría observado en el pasado.
El resultado serán sucesos
más inesperados. “Definitivamente tendremos más de esos candidatos insurgentes
y más efectos sociales delirantes”, dijo Shirky. Trump solo es la punta del
iceberg. Prepárense para una época interesante.
(THE NEW YORK TIME/ FARHAD MANJOO /24 de
noviembre de 2016)
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