A las pocas horas de que
Donald Trump fue electo Presidente, la canciller federal alemana Ángela Merkel,
cuyo país ha llorado por generaciones las atrocidades nazis de la Segunda
Guerra Mundial, se paró frente a un austero atril, sin producción escenográfica
que la protegiera, y le tendió la mano para trabajar dentro del marco de los
valores comunes con los que durante años han ido de la mano Alemania y Estados
Unidos. No necesitó mucho para decir tanto. Del otro lado del Atlántico, el
equipo de redes sociales del Presidente Enrique Peña Nieto, escribió cuatro
mensajes en Twitter en su nombre donde, felicitaba al pueblo estadounidense por
el proceso electoral, y le expresaba a Trump su disposición de trabajar juntos
a favor de la relación bilateral. En Alemania, una líder dio la cara a la
nación, a los estadounidenses y al mundo. En México, el Presidente se metió en
esa cantina que es Twitter para mandar un mensaje a la nación... tuitera.
Visión de estado contra la confusión de en dónde se está parado. No se
necesitaba ir mucho más allá en la incertidumbre de esas horas. Bastaba, como
apertura, claridad y visión de Estado.
El mensaje de Merkel fue
analizado en la prensa de Estados Unidos como un texto elegantemente construido
donde había un dejo de advertencia de Trump sobre los límites para sus excesos
durante su campaña. El de Peña Nieto fue interpretado como reflejo de un
Gobierno paralizado y sin saber qué hacer. El de Merkel, elogiado en el mundo,
es la fotografía de una estadista que dirigió palabras de consuelo al mundo,
sin necesidad de rituales con luces de neón para esconder la vacuidad de las
palabras.
“Por favor acepte mis
felicitaciones por su elección como Presidente de Estados Unidos”, le dijo
Merkel a Trump, quien durante su campaña dijo que lo que había hecho la
canciller federal en materia de migración era una vergüenza. “Usted asumirá el
cargo en un momento donde nuestros países enfrentan juntos muchos desafíos
diferentes.
“Las relaciones de Alemania
con Estados Unidos son más profundas que con cualquier otro país fuera de la
Unión Europea. Alemania y Estados Unidos están unidos por valores comunes,
democracia, libertad, así como por el respeto a la ley y la dignidad de cada y
todas las personas, sin importar su origen, color de piel, religión, género,
orientación sexual u opiniones políticas. Con base en esos valores deseo
ofrecer una colaboración estrecha, tanto en lo personal como entre los
gobiernos de nuestros dos países. La relación con Estados Unidos es y
permanecerá como una pieza clave de la política exterior alemana, a fin de que
podamos enfrentar los grandes desafíos de nuestro tiempo: luchar por el
bienestar económico y social, trabajar para desarrollar una política de gran
alcance en el cambio climático, mantener la lucha ccontra el terrorismo, la
pobreza, el hambre, las enfermedades, así como para proteger la libertad en el
mundo”.
Dignidad alemana en los
tiempos que los principios tienen que apuntalar a las políticas. En varios de
esos temas, lo saben todos, Trump mostró posturas antagónicas durante la
campaña. Merkel no dejó que la agenda bilateral quedara en el aire; subrayó lo
que se ha tenido y lo que han acordado durante años como los objetivos comunes.
“La disposición de trabajar
juntos a favor de la relación bilateral”, como escribió en Twitter Peña Nieto,
habla del interés de una sola parte, no de un compromiso de dos socios y
aliados. “México y EUA (ni siquiera tuvieron el cuidado de no utilizar siglas
en este mensaje tan importante) son amigos, socios y aliados que deben seguir
colaborando por la competitividad y el desarrollo de América del Norte”,
añadió. “Confío que México y Estados Unidos (ya no usaron las siglas porque
pudieron elaborar una idea en 140 caracteres) seguirán estrechando sus lazos de
cooperación y respeto mutuo”. Puntos de vista parciales sin confrontar a Trump
con la realidad de la relación bilateral. Apostó al deber ser sin resumir, en
unas cuantas líneas como Merkel, de lo que se trata esa relación bilateral. La
alemana centró a Trump; el mexicano le dejó la puerta abierta.
Sí hay diferencias
sustantivas. Entre plantarse ante el próximo Presidente de Estados Unidos y
recordarle lo que son y no son las relaciones, y apelar a que los mexicanos,
ante su dubitación y descontrol, se pongan la camiseta, como si se tratara de
un juego de futbol del Tri, para que juntos, generando mucha energía positiva,
logren influir en la cabeza de Trump y su equipo. Pero hay que señalar que
pedir al Presidente Peña Nieto que sea como la canciller Merkel, es un
despropósito. Lo imposible es eso, imposible. Pedirle que se salga de la
ratonera en la que está prácticamente todo su gabinete, y de la parálisis que
lo tiene no tener ideas claras sobre los siguientes pasos a tomar, es otra
cosa.
México es más grande que él,
que el mismo Peña Nieto reconoce en sus discursos pero no termina de comprender
en el fondo. No son tiempos de bravuconadas, pero tampoco de actitudes
pusilánimes. La sangre del miedo la huele el enemigo. Eso es precisamente el
primer punto que escribió Trump en su best seller “El Arte del Trato” (The Art
of the Deal) en 1987: “Lo peor que puedes hacer en una negociación es parecer
desesperado por llegar a un acuerdo. Si el otro lado huele sangre, estás
muerto”. Esa es una buena recomendación.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ Estrictamente Personal/
Raymundo Riva Palacio/18/11/2016 | 04:11 AM)
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