El miércoles por la tarde,
las redacciones de los medios de comunicación vivieron un frenesí. Tres listas
distintas -con pocas coincidencias- comenzaron a circular con lo que
adelantaban algunos, serían los ajustes en el gabinete del Presidente Enrique
Peña Nieto que se darían a conocer este viernes. Los principales funcionarios
de comunicación del Gobierno se pasaron la tarde desmintiendo las versiones,
llenas de especulación que tomaron fuerza por la verosimilitud de lo anunciado.
“No hay nada de eso”, dijo un Secretario de Estado cuando fue consultado.
“Habrá cambios, pero lejos están de ser los que aparecen en las listas”. ¿Habrá
realmente ajustes? Rozones, la columna política del periódico La Razón, donde
se difunde lo que piensa y quiere decir la parte más ilustrada del gabinete,
transmitió su mensaje el jueves: habrá cambios y se harán públicos el 2 de
septiembre, en vísperas de que el Presidente parta a China a la reunión del
G-20.
Los cambios en un gabinete no
son de contentillo, o no deben ser realizados de esa manera. Peña Nieto, quien
dice en privado que no es afecto a ellos, ha sido muy consistente en estos tres
años y medio de su administración. Unos fueron por desgaste -el Procurador General
y el Secretario de Educación y la de Salud-. Otros tenían distinto mensaje:
José Antonio Meade en Desarrollo Social, para componer el desastre que dejó
Rosario Robles, quien más por cariño que por eficiente -las críticas contra
ella en el gabinete económico van al alza-, fue enviada a Sedatu, donde su
titular viajó a la Cámara de Diputados; la salida de José Antonio Meade de la
cancillería sirvió de promoción para la Secretaria de Turismo, Claudia Ruiz
Massieu, quien dejó abierto el cargo para la incorporación al gabinete de
Enrique de la Madrid. A Educación llegó Aurelio Nuño, una carta del Presidente
para 2018, al igual que José Calzada en Agricultura, y a Salud llevó a José
Narro, un político experimentado colocado en la reserva estratégica.
Aquellos cambios fueron por
la necesidad del refresco de mediados de sexenio, y para que algunos de sus
colaboradores, Nuño en particular, empezaran a caminar solos para ver cuánto le
crecían las alas. En esta ocasión, sin embargo, la lógica de los eventuales cambios
en el gabinete se inscriben en lo que hizo Peña Nieto como Gobernador en el
estado de México, cuando se acercaban las elecciones intermedias, y realizó los
ajustes en su equipo más cercano con fines meramente electorales. Movió a sus
piezas para operar la maquinaria política y ubicarlas en puestos de elección
popular, que sirvieran de plataforma para futuras promociones y para que lo
ayudaran en la construcción de su candidatura presidencial.
El Presidente se encuentra en
una situación similar a la que vivió en 2009 en Toluca, pero en condiciones
diferentes. Hace seis años era un Gobernador exitoso en el estado y con gran
prestigio y popularidad en el País, que empezaba a manejar la profecía
autorrealizable de que sería Presidente. Es decir, los cambios los hizo desde
una posición de fuerza, que ahora no tiene. Las elecciones federales del año
pasado y las de 12 gubernaturas en junio, ratificaron que los niveles de
desaprobación presidencial y las molestias nacionales que arrastra desde 2013
por los efectos de las reformas fiscal, hacendaria y energética, se contaran
entre los principales factores de la derrota del PRI. No tiene aquella fuerza
ni las condiciones son favorables para cualquier candidato presidencial que
pudiera presentar el PRI hoy en día. En la mayor parte de las encuestas, donde
el PRI sale en los dos primeros lugares como partido, su candidato se desploma
al tercer sitio cuando se dan los careos con Margarita Zavala y Andrés Manuel
López Obrador. Lo que están diciendo las encuestas serán tomadas en cuenta, sin
lugar a dudas, por Peña Nieto. Cómo procesará los ajustes, no se sabe.
Un recurso muy utilizado en
regímenes parlamentarios, y empleado en el Gobierno de la ciudad de México por
Miguel Ángel Mancera, es solicitar la renuncia a todo el gabinete y darse un
espacio donde crea incertidumbre entre su equipo para decidir a quién se la
acepta, a quién ratifica o a quién mueve de puesto. Hay que señalar que este
tipo de acciones, que suelen darle márgenes de operación al líder que las
realiza y lo fortalecen, no van con el estilo de Peña Nieto, a quien tampoco le
gusta dar esos golpes de timón. Sería una innovación en él, que no podría ser
descartada a priori. Lo importante, empero, no sería tanto el método que
emplee, sino si, en efecto, está claro que los cambios para preparar la pista
de despegue de una candidatura presidencial de continuidad, están lo
suficientemente maduros.
Si el cómo es importante, el
por qué es lo más relevante en este caso. ¿Hará Peña Nieto los ajustes en su
gabinete? Sólo tendría sentido que hiciera esos cambios si lo que define es con
quiénes va a jugar la candidatura presidencial y cuál será el equipo de primera
línea que los apoye. Esto quiere decir que su decisión debe tener una dirección
estratégica, y se le acaba el tiempo. Hay un desgaste en el gabinete por la
indefinición y la incertidumbre, que está causando estragos y paralización.
Peña Nieto tiene que definir sus cartas para 2018, cuya candidatura la tendrá
que procesar el PRI dentro de unos 14 o 15 meses. O sea, el tiempo de descarte
y definición ha llegado.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE
PERSONAL/Raymundo Riva Palacio/ 26/08/2016 | 12:00 AM)
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