lunes, 25 de julio de 2016

MARCOS SIN ARMAS: 20 AÑOS DESPUÉS


Hace veinte años trabajaba en el diario Noroeste y recibí la propuesta de ir a Chiapas con la idea de entrevistar al subcomandante Marcos. Me la hizo Juan Guerra Ochoa, entonces diputado federal y parte de la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa). Se llevaría a cabo un evento donde participaría el alto mando zapatista y Juan ya había tratado con el jefe guerrillero. No lo pensé dos veces. Días después saludaba a Marcos en la Selva Lacandona y una semana más tarde se llevaría a cabo la entrevista.

El texto y material fotográfico —a cargo de Alejandra Chombo Tovar—, se publicaron en julio de 1996.

Diez años después, el subcomandante y una comitiva zapatista recorrieron el país en los que ellos mismos llamaron “La otra campaña”, pero cuando pasó por Culiacán yo estaba postrado en una cama producto de un ataque de dengue que me tumbó una semana, y no pude verlo. Había preparado una entrevista de balance a diez años de aquel encuentro, pero no fue posible.

Ahora Sebastián Guillén Vicente no es el subcomandante Marcos, sino Galeano. Y el movimiento zapatista sigue ahí, como el dinosaurio de Monterroso, porque sus postulados y razones permanecen intactos.

Con la autorización de Noroeste, Ríodoce reproduce ahora la entrevista completa, un mosaico de temas que a cada lector le pueden servir para hacer sus propias reflexiones, no solo sobre un movimiento armado y social que impactó al mundo, sino también sobre los indígenas, la política, los partidos, la izquierda, el ejército, el periodismo…

Julio de 1996

SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, Chiapas.- Marcos sin armas. Solo en un amplio salón improvisado de sesiones en el ex convento Del Carmen, lee de pie una carta escrita con tinta azul. Es domingo 7 en ese San Cristóbal de las Casas que aquel amanecer del primero de enero de 1994 se despertó lleno de zapatistas armados con palos, machetes, rifles de madera, “veintidositos” y AK-47, exigiendo libertad, justicia, democracia.

Marcos sin armas, porque en “un acto de voluntad por conseguir la paz” había dejado en manos del Mayor Moisés su Magnum 357 y su Kalashnikov, en “La Realidad”, una comunidad tojolabal enclavada en la Selva Lacandona.

El jefe guerrillero había descargado uno a uno los tiros de su cartuchera en presencia de diputados, poetas, voluntarios de la Cruz Roja Internacional y Mexicana… periodistas.

Marcos sin armas, sin más armas que la palabra, asumiendo “la voz de los que no tienen voz”. Domingo 30 de junio. Foro Especial para la Reforma del Estado:

 “¿Cuántos muertos, cuánta destrucción, cuánta cárcel, cuánta impotencia, cuántos magnicidios, cuántos criminales refugiados en Irlanda o Manhatan, cuánta inseguridad económica, cuántos gobernadores narcotraficantes, cuánto país destruido?… ¿De qué país estamos hablando? ¿Dónde se gestó este México que nos avergüenza y oprime?… ¿De dónde viene la violencia? ¿Quién la promueve y la alienta? ¿En dónde vive el culto a la muerte y a la destrucción?”.

Tres días antes, en el vado de Aguas Blancas, Guerrero, decenas de hombres armados que se autollamaron Ejército Popular Revolucionario (EPR) habían hecho su primera aparición provocando desconcierto y miedo entre la población, por las repercusiones que podía tener el hecho.

El Comité Clandestino Revolucionario Indígena del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (CCRI-EZLN) se preparaba ya para trasladarse a San Cristóbal de las Casas, pero desde distintos puntos de la geografía chiapaneca se recibió la orden: “Vamos a esperar”.

Cuando el día 29 llegaron a La Realidad los diputados Juan Guerra Ochoa y Jaime Martínez Veloz, de la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa), ya los esperaba el poeta Juan Bañuelos, de la Comisión Nacional de Intermediación (Conai), en compañía del Comandante Tacho.

“Necesitamos saber si hay condiciones de seguridad para trasladarnos a San Cristóbal”, pidió el jefe zapatista. Los intermediarios se trasladaron a una base militar cercana y desde ahí, por telefonía satelital lograron los contactos necesarios. Regresaron con buenas nuevas.

Quince minutos después hizo su aparición el Subcomandante Insurgente Marcos a la cabeza de una cuarentena de hombres armados montados a caballo, todos con uniforme —pantalón negro y camisa café—  y pasamontañas, semejaban el escenario ideal para un rodaje postmoderno.

Ya a bordo de una unidad de la Cruz Roja Internacional los comandantes zapatistas, Marcos ordenó al chofer que se detuviera cerca de donde dialogaban los diputados Juan Guerra y Jaime Martínez.

—Quiubo Juan —le dijo Marcos al sinaloense mientras éste se acercaba a la camioneta— ¿No nos Irán a hacer una chingadera?

—Nos las hacen a todos —respondió el diputado perredista, nervioso.

—Ese no es consuelo —replicó el guerrillero.

—No te preocupes, vamos bien— terminó Juan Guerra.

Fue una decisión muy difícil hacer el viaje a San Cristóbal después de lo que había ocurrido en Guerrero, con la aparición del EPR.

El Subcomandante acaba de comentar a Noroeste (ya en la entrevista, ocho días después) que los propósitos del foro convocado por el EZLN se habían cumplido. Uno de los objetivos era el encuentro con la gente que pretende construir el Frente Zapatista de Liberación Nacional (FZLN). El segundo nivel era retomar la cuestión indígena nacional; el tercer objetivo era encontrarse con fuerzas de izquierda que luchan por la democracia. Y el cuarto era verse con gente de un espectro más amplio, de centro.

Mostrando una palidez que se asoma por los huecos de su pasamontañas negro, Marcos responde mientras llena su pipa con lo que queda de una bolsa de tabaco que puede ser la que le envió desde la ciudad de México la escritora Elena Poniatowska:

“Lo decidimos unos minutos antes de salir de La Realidad”. Hablamos con el diputado Juan Guerra y le dijimos que estábamos muy preocupados, que tal vez no era conveniente venir a San Cristóbal. Sin embargo se nos dieron garantías de seguridad y, bueno, teníamos que arriesgarnos, como en todo proceso, y dejar claro con nuestra asistencia que estábamos por la paz. Pudimos habernos quedado jugando con la posibilidad de otro levantamiento armado, pero no podemos estar jugando con el destino de tantos. Tenemos que ser serios.

—¿Sobre qué escenario va a dejar las armas el EZLN? Una de las pistas, suponemos, es la conversión del EZLN en una organización política o civil, pero ¿No dependerá también de la evolución que tengan las negociaciones con el gobierno federal?

—Para nosotros depende de tres grandes pistas: una es la posibilidad de convertirnos en una fuerza política y pacífica; la otra es que realmente se abran los espacios de democracia y que haya una reforma profunda en la cuestión indígena, y la tercera se refiere propiamente al proceso de negociación.

—Que es la más resbalosa…

—El gobierno, tanto federal como estatal, tendría que garantizar, crear las condiciones, junto con otras fuerzas, para que no sean necesarias las armas, porque incluso aunque se llegara a un acuerdo con el gobierno federal sobre esto, con el auge que hay en las guardias blancas —esto está muy claro en el norte de Chiapas—, esto es muy preocupante y todas las señales nos dicen que no debemos dejar las armas… lo que ya decía de las armas como defensa, no tanto como vehículo para criticar algo, para señalar algo, para lo que sirvieron en enero de 94.



Subcomandante Marco EZLN 

“Yo pienso que para que pudiera hablarse de la posibilidad dejar las armas del EZLN, tienen que darse estas tres grandes pistas. La única que aparece sólida en este momento parece ser la primera: la de convertirnos en una fuerza política. La de la democracia y la cuestión indígena es algo que es producto de la negociación y hay que ver los resultados. Y la más difícil y que se ve más lejana, es el acuerdo con el gobierno, sobre todo por los personajes que están en la delegación gubernamental, que parecen sistemáticamente negarse a cualquier tipo de acuerdo. Son una oposición totalmente intransigente, intolerante; que hace muy difícil poder llegar a acuerdo.”

Esta tercera etapa del dialogo en San Andrés Larrainzar va ser definitoria, digamos, en el curso que pueda tomar la negociación.

“Nosotros pensamos que sí. En esta primera sesión vamos a hablar de cómo llegamos a un acuerdo sobre estas cuestiones que están pasando continuamente y que lo empantanan o lo dificultan, y que en el peor de los casos lo pueden hacer fracasar. Pensamos llegar a ese acuerdo y definir las grandes líneas de lo que puede ser un tránsito a la democracia y por el que podamos transitar nosotros. Finalmente lo que está a discusión en esta mesa es la guerra o la paz en cuanto a qué es lo que la produce.”

—Están planteando ustedes la creación de un frente amplio opositor ¿Cómo lo conciben y para qué? ¿Con que objetivos?

—Mira, nosotros estamos pensando que hay una cierta descomposición del régimen, que es cada vez más aguda; cada vez sale más podredumbre a flote y esto es muy preocupante porque no se ve que el país vaya por buen rumbo, sino que cada vez las cosas están peor, no se ve que haya repunte en la cuestión económica. En la cuestión política el régimen se va deteriorando cada vez más. Entonces, nosotros pensamos que hay que darle una salida y esto no puede ser obra de una sola fuerza. Por muy simpática, moral y clara que sea, porque implica algo más grande que un relevo del poder. Esto quiere decir que no es un partido el que lo pueda encabezar, porque un partido puede encabezar una alternancia del poder en todo caso. Y lo que exige la situación política en México es una reforma muy profunda, una transición a la democracia que vaya más allá del cambio de un partido en el poder o de un personaje en el poder. Nosotros estamos concibiendo ese frente como un gran acuerdo entre organizaciones políticas, sociales y ciudadanas —es decir, no solo partidos políticos—, en esa perspectiva.

—¿Una alianza la chilena, como la que se hizo contra Pinochet?

—Pues sí, nada más que ahí era mas fácil porque el enemigo estaba perfectamente definido, era un dictador, etcétera. Y, en este caso, parte de la crisis del sistema político mexicano es que el enemigo se empieza a difundir. Esta sensación de que no hay nadie que pueda responder no es una gran ventaja.

—Ahora, bueno, ustedes forman el Frente Zapatista, van a dejar las armas… ¿van a incursionar luego en la vida política, como dirigentes?

—Sí, pero no por la vía electoral…


Subcomandante Marco EZLN 

—Yo estoy pensando en Colombia, donde la incursión de los ex guerrilleros del M-19 en la vida política electoral les ha costado muchas vidas: han matado hasta candidatos a la presidencia… y, bueno, pensamos también que la combinación de elementos que existen en la realidad colombiana se da también en México: corrupción en el régimen, narcotráfico, violencia exacerbada, etc.

—Sí: por cuestiones de seguridad tienes que hacer también ese cálculo. Lo que más nos preocupa es si es posible que en ese espacio civil y pacífico, como fuerza política, los zapatistas puedan llevar adelante sus planteamientos. O sea, que sigan teniendo la ascendencia moral que tienen, la receptividad en ciertos sectores de la sociedad mexicana, para poder llevar adelante el proyecto y no quedarse, pues simplemente en una pequeña fuerza electoral que puede participar o no y finalmente está sujeta a la acción de los grupos paramilitares. En Colombia son organizaciones paramilitares que se dedican a eliminar a los disidentes del régimen, que fue lo que tuvo que padecer el M-19 y otras organizaciones: sacaban a sus dirigentes y de pronto los mataban y nadie se hacía responsable.

—Vemos muy difícil que ustedes puedan sostenerse en la línea que se han trazado, de no participar en los procesos electorales con candidatos. Creo que en algún momento tendrán que hacerlo… ¿Existe la posibilidad de rediscutir este tema en las comunidades?

—Sí. Nosotros pensamos que para formar el frente tenemos que dejar claro que no vamos por candidaturas, de tal forma que el EZLN no sea usado por alguien para llegar a algún cargo. Ya formado el FZLN tendrá que definir eso: si se hace partido político, si compite con candidatos, etcétera. Ahora lo que más nos preocupa es que ese proceso de tránsito de una organización armada a una organización política no sea capitalizada por algún grupo o por una gente para agarrar un cargo. Es decir aprovechar la sangre de nuestros compañeros para beneficio propio. Tienes que entender que nosotros salimos a la vida política desde la montaña, completamente ignorantes de todo el terreno político. El terreno político es muy resbaloso para todos, imagínate una fuerza política que es nueva. Ahí podríamos caer en muchas trampas, en alianzas que no nos convienen o en deslindes que no nos convienen.

—¿Qué harán para conservar esa ascendencia moral que tienen ahora, una vez que incursionen en la vida política y electoral, incluso con candidatos? Te lo pregunto porque en 1989, cuando se formó el PRD (Partido de la Revolución Democrática) se palpaba mucha limpieza en la gente y un gran interés por la sociedad. Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que se desatara una lucha a veces hasta sucia por los cargos en los congresos, en los ayuntamientos….

—Se veía mucha esperanza, sí. Lo que pasa es que el poder es como el Rey Midas pero al revés: el Rey Midas todo lo que tocaba lo hacía oro, y el poder todo lo que toca lo hace mierda. Puede transformar una gente honesta, cabal, en un cínico y en un bastardo. En el terreno político es muy difícil mantener las virtudes y muy fácil potenciar los defectos, porque es una especie de selva; tienes que pagarle al otro, fingir…
  
—¿Hay tiempos para la conformación del frente? ¿Hay un “Tiempo Contado”, en la acepción de Krauze?

—No. Nosotros pensamos que tenemos que seguir este proceso por lo que tú mismo señalas de la cuestión electoral… que a mucha gente le brinca. Muchos dicen ‘para qué me voy a organizar si no puedo elegir al que yo quiero’. Entonces, tiene que haber un proceso de encuentro, primero, que es más o menos largo. En esta primera etapa, por ejemplo, de identificación, hay que aprender hasta a hablar. Ahora todavía hay gente que habla con nosotros, con el EZLN, como si hablaran con alguien que está arriba, alguien que admiras o alguien que respetas. No nos ven como iguales. Incluso, pues, cuando hablan con Marcos, no hablan así como estamos platicando tú y yo, tú como periodista y yo como entrevistado. En el otro caso hay una especie de admiración que hace difícil  que tu opinión y la mía estén al mismo nivel. Actualmente si yo opino algo la otra persona lo toma como que así es; no se le ocurre cuestionarlo para poder enriquecerlo. Por ello tenemos que tener más encuentros, de tal forma que se empiece a acomodar esto al mismo nivel. Es difícil, por que somos una organización armada y clandestina en proceso de paz, pero es muy difícil, pues, salir todavía.”

EZLN, LA GUERRA Y LA PAZ

Cincuenta días después del levantamiento armado zapatista, el Subcomandante Marcos entró a la Catedral de San Cristóbal de las Casas encabezando la delegación del EZLN que dialogaría con el comisionado para la paz en Chiapas, Manuel Camacho Solís. México estaba convulsionado por el estallido. Las campañas políticas por la Presidencia de la República habían pasado a segundo término. Más de 600 periodistas llevaban los pormenores del conflicto a los más lejanos confines del planeta, mientras la economía del país se tambaleaba.

“No venimos a claudicar”, dijeron los alzados en su primera declaración ante los medios desde la “Catedral de la Paz”. “Buscaremos una paz con justicia y dignidad”. También reafirmaron lo que en un comunicado del subcomandante Marcos —que Carlos Monsiváis calificaría de “impecable” — habían gritado al mundo:

“¿De qué tenemos que pedir perdón? ¿De qué nos van a perdonar? ¿De no morirnos de hambre?… ¿De habernos levantado en armas, cuando encontramos todos los otros caminos cerrados?… ¿De ser mayoritariamente indígenas?… ¿De no rendirnos? ¿De no vendernos? ¿De no traicionarnos? ¿Quién tiene que pedir perdón y quién puede otorgarlo? ¿Los que durante años y años se sentaron ante una mesa llena y se saciaron mientras con nosotros se sentaba la muerte, tan cotidiana, tan nuestra, que dejamos de tenerle miedo?… ¿Los muertos, nuestros muertos, tan mortalmente muertos de muerte natural, es decir, de sarampión, tosferina, dengue, cólera, tifoidea?… ¿Los que nos torturaron, apresaron, asesinaron y desaparecieron por el grave ‘delito’ de querer un pedazo de tierra, no un pedazo grande, no un pedazo chico, sólo un pedazo al que se le pudiera sacar algo para completar el estómago? ¿Quién tiene que pedir perdón y quién puede otorgarlo? ¿El presidente de la república? ¿Los secretarios de estado? ¿Los senadores? ¿Los diputados? ¿Los gobernadores? ¿Los presidentes municipales? ¿Los policías? ¿El ejército federal? ¿Los grandes señores  de la banca, la industria, el comercio y la tierra? ¿Los partidos políticos? ¿Los intelectuales? ¿Galio y Nexos? ¿Los estudiantes? ¿Los maestros? ¿Los colonos? ¿Los obreros? ¿Los campesinos? ¿Los indígenas? ¿Los muertos de muerte inútil?


 Subcomandante Marco EZLN 

¿Quién tiene que pedir perdón y quién puede otorgarlo?”.

Dos años después, en el ex convento Del Carmen, Marcos enciende de nuevo su pipa, que se ha apagado mientras había esa noche húmeda, como todas las noches húmedas de San Cristóbal de las Casas en ese verano que en Sinaloa sería un invierno duro.

—Cuando se levantaron en armas, aquella primera madrugada del 94 ¿ustedes se imaginaron tan pronto sentados en una mesa de negociaciones?

—Nosotros nos imaginábamos el primero de enero que si nos iba bien iba a sobrevivir un grupo, iba a poder mantener una guerra larga y obligar a negociar al gobierno ciertas condiciones, pero nunca nos vimos nosotros sentados en una mesa, mucho menos nos vimos tan rápido, a los cincuenta días del levantamiento. No lo vimos y por lo mismo no supimos qué hacer; tuvimos que renacer al EZLN y volverlo a definir y decir, bueno, aquí aparece otra fuerza y hay que tenerla en cuenta… no pasa ninguna de las dos cosas que previmos: o que nos hacían pedazos o que sobrevivíamos y quedaba perfectamente definida la vía armada. Nunca se nos ocurrió que no pasara ninguna cosa ni la otra. Desde entonces tuvimos que empezar a improvisar, a volver a definir nuestra estructura, nuestra toma de decisiones, todo eso, para abrir este espacio y poder encontrarnos. Es como tú, piensas que vas a llegar a un lugar y no llegas a ese lugar y empiezas a explorarlo por un lado y otro para encontrarte donde ahora estás. Eso es lo que ha hecho el EZNL.

—Esta conversación medio kafkiana, de un movimiento armado a un frente de características políticas y civiles ¿estaba ya preconcebida?

—No, de ninguna manera. Pensábamos que era posible mantener el EZ y eventualmente hacer relaciones con algunos grupos políticos, pero que para eso iba a pasar mucho tiempo. Nunca se nos ocurrió que pudiéramos transformarnos en estas condiciones a una fuerza política. Es algo que por lo menos estamos instruyendo apenas y lanzando iniciativas para ver qué medidas son respondidas por la sociedad. En los altos de Chiapas, Tzotzil quiere decir “Hombre Murciélago”. Y de una u otra forma es lo que hace el murciélago: hace camino, manda señales para un lado y otro y así va componiendo dentro de su cerebro un camino. Pero lo hace muy rápido, por supuesto. Eso es un poco lo que hace el EZLN: lanza señales para un lado y otro y donde van rebotando le van diciendo por donde va. En este caso está haciendo lo mismo para construir la organización política que queremos.

—¿Como vez al presidente Zedillo, a él, como presidente, para llegar a un acuerdo de paz?

—La verdad no lo veo. O sea, no lo veo. Ni con voluntad ni sin voluntad: lo veo muy desdibujado. Parece conforme con esa imagen y probablemente sea la verdad. Él lo trata de explicar como el “fin del presidencialismo”. Pero hay cosas que le corresponden a él y que no asume. Por ejemplo, en el proceso de negociaciones es muy inestable. Parece que se va a llegar a un acuerdo y de pronto se endurece. Por qué si las señales son para llegar a acuerdos, por qué de pronto manda señales para retacharlos. La condena de Elorriaga, por ejemplo. Era para decirnos ‘no importa qué hagas, para nosotros eres un terrorista y en cuanto salgas te vamos a meter a la cárcel o te vamos a matar como un delincuente común, aunque nadie creyera que los zapatistas son delincuentes comunes.

“Yo pienso que Zedillo no acaba de asentarse; probablemente no lo van a dejar que se asiente como presidente, o sea que no le pueda imprimir a su sexenio, si es que lo termina, un sello y que su sello sea el que no tenga sello; o sea esta indefinición que ha provocado, entre otras cosas, el que muchas cosas se desaten adentro de ellos mismos. No es un proceso democratizador el que se esta desatando: es un proceso de ajustes internos, de cuentas internas. Y como decía alguien, “en política no hay vacíos”, se llenan. Y en este momento en que él no llena el espacio de la presidencia, alguien llega”.

—¿Ves muchos hilos sueltos?

—Te imaginas la desesperación de nosotros, porque para poder llegar a un acuerdo tienen que estar definidos los interlocutores: de la misma forma que si por el lado nuestro estuviera difuso, que fuera una guerrilla muy dispersa, que cada quien hiciera lo que quisiera. Nosotros estamos compactos; siempre respondemos unitariamente, pero del otro lado está muy difuso, no está definido el interlocutor y eso pone en riesgo el proceso de paz, porque no hay garantías de que se cumplan los acuerdos. Llegas a acuerdos sobre política económica, sobre política-política, sobre la democracia, sobre el aspecto electoral, el aspecto social y el aspecto militar. Pero si con el que estás hablando no tiene los hilos para responderte, no se puede. Tendrías que hacer muchas mesas: una con los militares, otra con el gabinete social, otra con el gabinete político…

—A pesar de que están ustedes en el diálogo se aprecia todavía mucha desconfianza en sus discursos…

—Es que se lo han ganado. Todas las veces que hemos hecho un dialogo han contestado con una traición. El 9 de febrero (fecha en que el presidente Zedillo anunció que ya habían identificado a Marcos) 15 días antes habíamos hablado con el Secretario de Gobernación ¿quién nos garantiza que ahora que estamos muy bien no va a pasar otra cosa? Yo pienso que el gobierno se ha ganado a pulso toda la desconfianza que le tenemos no solo los zapatistas, sino todas las fuerzas políticas, indudablemente también producto de este va y viene o a lo mejor es de por sí su vocación de traición.

—¿Cómo valoras la confluencia que parece estarse dando entre el cardenismo histórico —como le ha llamado Adolfo Gilly— y el zapatismo representado por ustedes?

—Lo veo difícil y no por el lado nuestro, porque el cardenismo social, que es cierto que supera a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, va más allá. Tiene muchas expectativas de la vieja política, la política gestora, la que resuelve problemas de escuela, vivienda, salud de todo eso… y de la cuestión electoral. Y el cardenismo, actualmente, está muy cercano a la cuestión electoral y a la cuestión partidaria. Y el zapatismo no. El zapatismo concibe que la resolución de sus condiciones mínimas de vida son producto del trabajo de la comunidad. Durante muchos años hemos estado sin la ayuda gubernamental y tenemos que construir y resolver las cosas por nosotros con ayuda de proyectos productivos, etcétera. Concebimos sobre todo la política como una especie de encuentro, no como un espacio de competencia.

—¿No le ves futuro a esa confluencia? ¿No hay un sustento histórico que la haga posible?

—Mira, se dan estos acercamientos entre zapatismo y cardenismo, pero como el otro tiene ya una estructura, que es el PRD, y empieza a apretar y absorber naturalmente —porque una fuerza política por naturaleza te trata de absorber— y el zapatismo se resiste y tiene que acercarse y empujar a cada rato. Son estos deslindes que tenemos que hacer mutuamente. Es una relación muy difícil, con muchos subes y bajas. Y yo pienso — claro, yo soy zapatista— que el problema está en el cardenismo; que falta entender por ellos que están frente a una fuerza nueva, que tienen que reconocer su autonomía y su independencia, que pueden caminar junto con ella, no absorberla no obligarla a marchar atrás. Son dos años de esos encuentros y desgraciadamente siempre han sido con el cardenismo político, el del PRD, y no hemos tenido mucho contacto con el cardenismo social. De una y otra forma, en determinado nivel, compartimos: hay gente que es cardenista y que es zapatista, por ejemplo, o que es zapatista y es cardenista. Pero esto no alcanza a subir hasta mero arriba.

—¿Cómo inició el pleito con (Porfirio) Muñoz Ledo?

—Se debe a que el PRD tiene un problema político de definición. Quiere ser de izquierda sin pagar los costos de ser de izquierda y quiere ser de derecha sin pagar los costos de ser de derecha, que es el proyecto político del centro: que no te acusen ni de derecha ni de izquierda y con ello obtener lo beneficios que buscas. Y no se puede, en política no se puede. Ganas una cosa y pierdes otra. De una y otra forma el acercamiento que tenía en el PRD con el EZLN y en concreto con Marcos, para Porfirio y para una secta, gente del partido, significa acercar al PRD a la izquierda y meter la imagen de un partido violento, radical. Entonces Porfirio empieza a atacar para tratar de deslindar, y a nosotros si nos atacan pues nos defendemos. El ataque más fuerte fue cuando nos acusó del fracaso electoral del PRD en Chiapas y nosotros no hicimos nada. Si nosotros hubiéramos llamado a no votar la votación que hubiera tenido hubiera sido ridícula.

—¿Crees que mejore la relación ahora que salga Muñoz Ledo?

—Yo creo que cualquiera de los tres que quede nos va a ir mejor…

—¿También si queda Heberto (Castillo)?

—Fíjate que nos critica mucho y todo, pero su papel en la Cocopa ha sido bueno, salvo cuando se salió. El tiene otra perspectiva de lo que es el movimiento; ve con mucho celo la imagen del EZLN, pero es comprensivo de la cuestión indigente, que es lo que mas nos importa a nosotros.


No creo salir vivo…

Aterrizar en el viejo aeropuerto de Terán, ubicado en un suburbio de Tuxtla Gutiérrez, despierta de inmediato la sensación de la guerra.

Más de una decena de fortificaciones militares fueron instaladas estratégicamente a raíz del levantamiento zapatista para protegerlo de un posible ataque rebelde. Carros blindados, tanquetas y camiones retacados de soldados se movilizan de un lado a otro. Lo mismo ocurre en el aeropuerto Llano San Juan, aunque se encuentre inutilizado porque la mayor parte del año la niebla impide los vuelos.

Esto pudieron preverlo los proyectistas de este “elefante blanco”, pero el que vendió el terreno para su construcción fue el entonces gobernador Absalón Castellanos, el general secuestrado, y entregado por el EZLN. El mismo al que luego de un juicio popular fue humillado con la condena de lavar los trastes sucios y hacer la “talacha” en la comunidad donde había sido escondido.

La ciudad de Tuxtla ofrece el mismo panorama militar, aunque sus habitantes ya se hayan acostumbrado a ello. Desde el inicio de la guerra, el patrullaje militar forma parte de la escenografía chiapaneca. De acuerdo a cifras oficiales, más de 70 mil soldados fueron trasladados a la zona del conflicto.

Y aunque se estén dando pasos para la pacificación total, el Ejército Federal Mexicano sigue fortaleciendo su presencia: durante la realización del Foro Especial para la Reforma del Estado en San Cristóbal de las Casas, 6 mil cadetes del Ejército fueron trasladados a la zona del conflicto “para realizar labores de beneficio social”.

“Sacar dientes y cortar el pelo es ahora un pretexto para aumentar la presencia militar a la zona”, dijo Marcos en una de sus intervenciones en el foro.

—En alguna ocasión platicaba con Demetrio Sodi —precisamente después de que hiciera un recorrido por las comunidades de Chiapas que habían sido arrasadas por los militares— y me decía que el Ejército Mexicano es muy curioso: que lo mismo te planta un árbol que te mata a un  niño ¿Cuál es tu opinión del Ejército Mexicano? ¿Cómo lo vez tú, como militar?

—Mira, como militar estamos claros que estamos frente a un ejército profesional y disciplinado, no nos cabe duda. Sabemos que lo que hace o deje de hacer lo hace obedeciendo. Si avanza es porque así se lo han ordenado y si retrocede es porque así se lo indican.

El Subcomandante Marcos estima que “es para ellos —el ejército— una situación difícil porque está en una guerra impopular que no puede ganar ni puede perder. Si la gana no tiene ningún mérito porque acabó con un ejército que no tenía capacidad militar para serlo, pero antes, además, el desprestigio popular es grande porque está frente a un ejército que tiene demandas patrióticas y el ejército federal mexicano tiene una formación patriótica. Y si la pierde pues también queda mal porque lo derrotó un ejército mas débil”. Considera que “no puede ni ganar ni perder y finalmente cualquier cosa que haga tiene desprestigio. Si avanza tiene que rozarse con la población civil y cometer violaciones a los derechos humanos y exhibirse. Y si no avanza aparece como débil. Ahora, cualquier éxito que tenga el ejército federal lo capitaliza la clase política y cualquier error lo paga el ejército, una situación muy incomoda: como militar yo así lo he sentido.

—¿Son buenos estrategas los militares?

—Hay mandos que, por los movimientos que hacen, se ve que tienen visión.

—Tú reconociste a un General ¿no?

—Sí, a Godínez Bravo. El fue el que nos rechazó en Rancho Nuevo tres ataques; el que nos parece que es un asesino es Calderón Carrillo… el que tomó Ocosingo. Ese barrió con todo: civiles, ejidatarios, todos. Y me parece que Renán es muy hábil en las relaciones públicas; se lleva muy bien con la prensa, lo que difícilmente tenían los otros generales… en cuanto a estrategia no sé que tal sea, pero como jefe de relaciones públicas es muy bueno.

—¿Qué papel han jugado los medios de comunicación, ese “tercer ejército”, en todo esto?

Marcos parece recuperar la energía con la pregunta. Durante una entrevista que le hizo  Vicente Leñero en enero de 1994, el subcomandante aclaró que había sido periodista pero no de revista universitaria, como se decía, “sino de verdad” y que nunca había recibido  “chayote”. Después lo ligaron con estudios de comunicación, sobre todo por el manejo que había hecho de los medios para difundir las razones del levantamiento indígena.

—Bueno, la aportación más grande que han hecho los medios es detener la guerra. Si esa guerra hubiera seguido este país estuviera ahora completamente destruido. El papel de la televisión comercial ha sido bastante deprimente en todo este proceso; como que va desacompasado porque el resto del país da para otra cosa y la televisión comercial está como hace veinte años, cuando yo estaba en la ciudad, es la misma televisión, no ha cambiado y este país no es el mismo de hace 20 años; y finalmente parece que apostó a este no pasa nada y a involucrarse con el poder y ahora lo está pagando. Ahora resulta que un proceso de privatización esta financiado por el narcotráfico y es para escandalizar a cualquiera.

—¿Ustedes concibieron la utilización de los medios como un recurso, digamos, de guerra?

—No, yo pienso que coincidió en esta coyuntura nacional. Creo que un papel muy importante que jugó la prensa nacional —que fue la que jaló a la prensa internacional—  fue que cuando nosotros salimos y se desata lo que se desata nos encontramos con una generación de periodistas joven y perceptiva, no acostumbrada al “chayote”, no acostumbrada a conformarse con el boletín del gobierno para hacer la noticia; una generación que está convencida de lo que hace y quiere trabajar. “Sale el EZLN, ya nos dimos a conocer y ya la hicimos”, pudimos haber pensado nosotros. Pero esta generación de periodistas en vez de quedarse con eso, con lo que ya salió o con los boletines de prensa, empieza a rascar, a buscar qué hay detrás, a responder a la expectativa de la sociedad que dice “bueno y esos quiénes son”. Y no era tanto buscar a Marcos, era buscar el origen de la rebelión y fue cuando sacaron todo lo que estaba pasando en este estado, que ya se había olvidado.

“Y yo creo que el éxito que tuvo la prensa —y me refiero aquí a la prensa en general, no sólo a la prensa escrita— es que la sociedad quería saber qué pasaba y la prensa le estaba respondiendo la pregunta y la estaba respondiendo con veracidad. Yo pienso que ese fue el mérito y que construyó en todo el país una historia muy propia de la que ya no va a poder renegar la posibilidad de hacer una prensa independiente, veraz y exitosa comercialmente. Resulta que la verdad sí es negocio. Porque antes se pensaba que no. Que lo que era negocio era decir mentiras y que decir la verdad nadie te va a comprar. Finalmente  la noticia era una mercancía que se vendía y la mejor forma de venderla era mintiendo.

“Eso fue lo que demostró y a partir de eso viene un destello que se va a la televisión comercial con el video de Aguas Blancas, pero que inmediatamente fue aplastado. Esa fue la generación que encontramos; ni siquiera los directores de los medios de comunicación sino los reporteros y esto pues tuvo un gran impacto, porque yo creo que el periodo en que más ha leído noticias la gente es en este periodo.”

—Haces un deslinde muy claro con el PAN al identificarlo con la derecha y con el régimen…

—Bueno, nosotros pensamos que el PAN como partido independiente de oposición honesta, murió con Maquío. Nosotros nos deslindamos mucho y criticamos mucho al PAN de ahora, pero el PAN antes para nosotros era una fuerza de oposición que se había ganado con lealtad a su causa, fuerte. Y vimos con mucha esperanza esa candidatura, esa honestidad de Clouthier —en 1998—  para junto con Cárdenas en aquellas elecciones…

—Claro, cuando suscribieron una carta junto con Rosario Ibarra…

—Que finalmente le costó la vida: ese no venderse le costó la vida. Nosotros pensamos que sí lo mataron.

—¿Qué vas a hacer tú cuando termine todo esto? Porque a veces lo tomas hasta de broma y dices que “Marcos va a desaparecer…

—No, eso lo dije en serio. En broma digo que me voy  a dormir porque ya tengo mucho sueño. No, no tengo idea, la verdad. Lo que sí he tratado de explicar a otra gente es que una cosa es Marcos, esto que ves, con pasamontañas, y otro es el que está adentro. En un momento dado éste tiene que desaparecer, Marcos, el personaje. Y la persona que está detrás pues sí tiene que ver qué va a hacer…


—Hay gente que quisiera verte de candidato de algo, o en el Congreso, pero tú no te vas a poder meter a la política abierta, no te vas a poder abrir, por lo menos pronto, no.

—Bueno, lo he comentado de broma a ver si pega: les digo a mis cuates que nada más que me quito el pasamontañas y me voy a la calle ¿tú crees que me van a reconocer sin pasamontañas?

—Sí.

—Según yo no, ¿no?… yo pienso que ya no hay salida; que ya no tiene remedio: que ya lo que hicimos ya no tiene remedio; ojalá haya servido; pero que ya no hay regreso para nosotros, o sea para mí, pues. Pero otros, yo creo que sí van a poder incorporarse. Yo no creo salir vivo de ésta.

—¿Vivo? Tal vez sí… si esto se abre, supongo que te vas…

—Yo creo que no, ya dejé muchas cuentas pendientes. Imagínate cuanta gente vio destruido su proyecto. Y que bueno que se destruyó porque eran proyectos malévolos y perversos.

—¿Pero de veras piensas eso? ¿No es retórica zapatista? Te lo pregunto por aquello que decía Carlos Monsiváis cuando sostuviste con él un intercambio epistolar: es decir, que manejabas un discurso muy “sacrificial”, al estar siempre hablando de la muerte.
—Bueno, eso viene de las comunidades indígenas. Pero en realidad yo sí pienso que es así, pues. Supongamos que yo me abro, sobrará quien diga “bueno este cuate cuántas cuentas pendientes tiene. Ya no sólo con el gobierno: con los grupos paramilitares, con los guardias blancas, con los finqueros, con toda la clase política que se derrumbó después del primero de enero: Patrocinio, la familia Salinas, todo lo que ha salido. Que ya no están ni en el gobierno, ni en la policía, ni en el Ejercito, pero que aún tiene un poder para cobrar la cuenta.


 Periodistas en Chiapas

—¿Le dirías algo distinto a los sinaloenses?


—Mira, de cada parte nos venden una imagen. La imagen que nos venden de Sinaloa es narcotráfico, pero nosotros no nos tragamos eso. Nosotros sabemos que hay gente cabal ahí. Y no me refiero a que simpatice con nosotros. Gente cabal me refiero a gente que quiere ser mejor y mejorar su país y seguir adelante, entre otras cosas porque finalmente los sinaloenses son muy orgullosos de la tierra a la que pertenecen y no tienen por qué dejar que este nombre se enlode con el narcotráfico y todas esas cosas, porque hay muchas cosas buenas que hay que trabajar para seguir. Finalmente hay que dar esta lucha por la verdad, por presentar las cosas en su verdadera esencia.

(RIODOCE/ Ismael Bojórquez/ 24 julio, 2016)

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