Al
menos 523 tipos de antibióticos, anticonceptivos, tratamientos contra
la disfunción eréctil, la osteoporosis, el colesterol, la diabetes, el
cáncer o el sida son objeto de falsificación. Uno de cada tres
medicamentos vendidos en Asia, África y América Latina son falsos y
muchos contienen tóxicos potencialmente letales. Los expertos advierten:
este tráfico es más rentable que el de los estupefacientes y no implica
muchos riesgos ni sanciones penales de consideración, por lo cual las
mafias podrían lanzarse a su producción y venta.
PARÍS (Proceso).-
“Las estimaciones de la Federación Internacional de la Industria del
Medicamento son abrumadoras: la falsificación de un ‘fármaco
blockbuster’ –el cual le rinde beneficios superiores a mil millones de
dólares al fabricante– es mucho más rentable que el tráfico de heroína.
Mil dólares invertidos en la ‘farmacéutica pirata’ pueden rendir hasta
500 mil dólares, mientras que aquella cantidad invertida en el tráfico
de heroína ‘sólo’ genera 20 mil dólares de ganancias”, advierte Bernard
Leroy, director del Instituto de Investigación sobre Falsificación de
Medicamentos (IRACM, por sus siglas en francés).
Leroy reconoce, sin embargo, que es difícil valorar las ganancias globales del tráfico de medicamentos falsificados:
“Sólo
son hipótesis. El Centro para la Medicina de Interés Público de Estados
Unidos habla de 75 mil millones de dólares en 2010, la Organización
para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) menciona 200 mil
millones de dólares para el mismo año, mientras un estudio realizado por
petición de la farmacéutica Pfizer maneja una cifra que va de 10 mil a
11 mil millones de dólares sólo en la Unión Europea.
“La
fabricación de medicamentos falsos y su tráfico están en auge. Es
urgente que la opinión pública y los gobiernos realmente tomen
conciencia de este fenómeno que causa estragos en los países en
desarrollo y afecta cada vez más a los desarrollados. La situación es
grave y amenaza con empeorar si no se toman medidas drásticas.
“La
Organización Mundial de Aduanas asegura que el tráfico de medicamentos
falsificados aumentó 300% entre 2007 y 2009. Ese año las aduanas
decomisaron 117 millones de fármacos falsificados en la Unión Europea,
18 millones de los cuales eran peligrosos. La Operación Cobra,
coordinada por la Interpol con policías y servicios de aduanas y de
salud de siete países de África Occidental, decomisó 10 toneladas de
productos falsificados entre el 26 de septiembre y el 2 de octubre de
2011”, añade.
“Por su lado el IRACM participó en otros dos
operativos de gran envergadura en África que desembocaron en los
decomisos sucesivos de 80 millones y 550 millones de dosis ilícitas. Es
importante recordar que todos esos productos confiscados son sólo la
punta del iceberg.”
Leroy recalca que el Instituto de Seguridad
Farmacéutica de Estados Unidos calcula que 523 tipos de medicamentos son
objeto de falsificación: antibióticos, anticonceptivos, antitetánicos,
fórmulas contra la disfunción eréctil, osteoporosis, colesterol,
diabetes, tratamientos contra cáncer o sida, antiinflamatorios… La
falsificación incluye también material médico.
Da ejemplos: “Se
venden medicamentos falsificados contra el paludismo y la tuberculosis
en 90 países, y éstos causan cada año la muerte de unas 700 mil
personas, esencialmente en África, Asia y América Latina. La
Organización Mundial de la Salud (OMS) es categórica: uno de cada tres
medicamentos vendidos en países de estos tres continentes es falsificado
y lo mismo ocurre con uno de cada cinco que se venden en las antiguas
repúblicas soviéticas.
“La OMS es aún más drástica cuando se
refiere a los fármacos vendidos por internet. Asegura que 50% de ellos
son falsos. Por su lado, la Alianza Francesa para el Acceso a
Medicamentos Seguros asevera que 62% de esos productos son copias”,
señala.
Tipología criminal
El IRACM fue
creado en 2010 por iniciativa del grupo francés Sanofi, una de las
empresas más involucradas en la lucha contra la falsificación de
fármacos. No es para menos: la industria farmacéutica mundial afirma que
el crimen organizado le hace perder entre 10 y 15% de su volumen de
negocios. Sanofi pretendía aglutinar los esfuerzos de todos sus pares en
este combate. Todavía no lo logra.
Explica Leroy: “Ahora el IRACM
es bastante autónomo de Sanofi y colabora esencialmente con la Comisión
Europea y organismos de las Naciones Unidas. Eso nos permite ser
financieramente autónomos y nos asegura mayor credibilidad e influencia.
Nuestra misión es luchar contra esos vendedores de la muerte que no
tienen escrúpulos.
“Cada año capacitamos a un promedio de mil
aduaneros y policías de 50 países en técnicas de detección de productos
falsificados. Nos desempeñamos también como organismo consultor y
lanzamos frecuentes campañas de concientización destinadas a la opinión
pública y a los gobiernos que a nuestro juicio no han medido aún la
dimensión real del problema.”
Con esa meta el IRACM publicó el
pasado septiembre el informe Medicamentos falsificados y organizaciones
criminales. Es la primera investigación sobre el tema que busca
establecer las tipologías de las redes criminales que fabrican y
distribuyen medicamentos falsos.
Con base en numerosos casos
concretos, su autor, Eric Przyswa, del Centro de Investigación sobre
Riesgos y Crisis de la Escuela Superior de Minas de París, describe
detalladamente la dimensión trasnacional del problema, su forma de
aprovechar y generar corrupción, la complejidad de sus estructuras, su
eventual relación con el narcotráfico y su creciente desarrollo en
internet.
Explica Przyswa en el informe: “Esa investigación me
obligó a mantenerme siempre en la intersección entre la criminología y
el campo farmacéutico. Mi trabajo dista de ser exhaustivo, sólo pretendo
presentar una especie de fotografía de un fenómeno opaco, cada vez más
complejo, en perpetua evolución y que plantea nuevos e inmensos
desafíos”.
Entre estos retos Leroy destaca uno, capital a su
juicio: “En la mayoría de los países la falsificación de medicamentos es
considerada un delito del fuero común y sus autores sólo se arriesgan a
pocos años de cárcel, salvo en China, donde son condenados a muerte en
los casos más graves. Es inadmisible. ¿Hasta cuándo se va a jugar con la
salud y hasta cuándo arriesgar la vida de las personas va a seguir
siendo un simple delito? ¿Se espera una tragedia mayor para empezar a
cambiar las leyes?”.
Y advierte: “Esa impunidad puede incitar a
los narcotraficantes a cambiar de ‘especialidad’, a diversificar sus
actividades. Todos esos criminales son calculadores, cínicos, y sus
cuentas no resultan muy complicadas: se estima que 3.5% de la población
mundial consume drogas, mientras en ciertos países en desarrollo 30% y a
veces 50% de los medicamentos disponibles son falsificados. Traficar
con estupefacientes es costoso, peligroso y arriesgado. Traficar con
fármacos falsos es cada vez más rentable y expone a castigos menores.
“No
se puede descartar la eventualidad de que los narcotraficantes se
inmiscuyan en la fabricación y tráfico de medicamentos falsificados.
Disponen de laboratorios clandestinos para producir heroína, cocaína y
drogas sintéticas. Les bastaría crear redes de distribución específicas.
Hasta ahora no se han detectado casos, pero ¿hasta cuándo será así?”
Leroy
conoce de sobra el problema del narcotráfico. Durante 10 años fue juez
instructor especializado en tráfico de estupefacientes en los suburbios
conflictivos de París. Luego encabezó 20 años el Programa de Asistencia
Jurídica de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el
Delito, con sede en Viena. Volvió a Francia, donde dirigió programas de
capacitación de magistrados para la lucha contra el narcotráfico.
La
falsificación implica tanto los genéricos como los medicamentos de
marca. Hay distintos niveles de falsificación. Hay fármacos que carecen
de principio activo. Leroy enseña a la reportera un frasco con un
líquido cuya etiqueta parece auténtica. El líquido es agua de río y se
vende en África Occidental como vacuna pediátrica contra la tifoidea.
Otros medicamentos falsos tienen dosis insuficientes de los principios
activos.
Una tercera categoría tiene ingredientes tóxicos. Entre
los ejemplos citados en el informe del IRACM resalta el de un jarabe
antitusivo elaborado a base de etilenglicol, sustancia base en la
fabricación de solventes y anticongelantes. En 2006 ese “medicamento”
mató a más de 100 niños en Panamá.
Según la OCDE 75% de estas
medicinas falsas se producen en China e India. El 25% restante se
elabora en Rusia, Nigeria, Filipinas, Siria… y países occidentales.
Establecer tipologías de redes criminales especializadas en medicamentos falsificados le costó mucho trabajo a Przyswa.
“Son
múltiples, flexibles, fragmentadas”, apuntó en su informe. “Supieron
aprovechar muy bien la liberalización de la economía y los fantásticos
avances tecnológicos de las últimas décadas, así como todos los ‘huecos
estructurales’ de nuestro sistema globalizado: tanto las brechas en los
sistemas de abastecimiento de medicinas a escalas nacional e
internacional, como las zonas francas, los paraísos fiscales y los
servidores informáticos albergados en las llamadas ‘zonas protegidas’.”
Przyswa
dividió esas organizaciones en tres categorías. Las primeras son muy
pequeñas, de entre dos y cinco personas. Actúan por lo general en los
países occidentales. Eligen un fármaco en boga, hacen llegar su versión
falsificada de China y la venden a un precio bajo.
El caso de Mmi
Trieu es emblemático. Entre 2008 y 2010 esta dueña de un salón de
belleza de Filadelfia importo de China vía correo postal 4 millones de
píldoras para adelgazar. Según las autoridades estadunidenses vendió 1
millón 750 mil a sabiendas de que eran tóxicas. Su negocio le dejó
ganancias por 245 mil dólares.
“Hay muchas microorganizaciones de
ese tipo que ofrecen sus productos en tiendas o internet. Su número
crece cada año. Eso significa que cada vez más ciudadanos comunes se
involucran en actividades criminales”, constató el investigador.
La segunda categoría abarca las organizaciones trasnacionales de tamaño mediano, con alrededor de una decena de miembros.
Entre
los casos reseñados por Przyswa en su informe destaca el de Peter
Gillespie, contador británico de 65 años que administraba una empresa de
distribución de medicamentos con sede en Luxemburgo.
Entre
diciembre de 2006 y mayo de 2007 importó 72 mil paquetes con 2 millones
de dosis falsas. La tercera parte de esas importaciones era para
combatir el cáncer de próstata, problemas cardiacos y esquizofrenia. El
contador y sus socios desembolsaron 1 millón 400 mil libras esterlinas
para comprar la mercancía, la cual vendieron en 4 millones 700 mil
libras; ganaron 3 millones de libras (4.9 millones de dólares) en seis
meses.
Los fármacos fabricados en China viajaban por barco a Hong
Kong, luego a Singapur y Bélgica, donde cómplices de Gillespie las
acondicionaban para hacerlas pasar por medicamentos franceses. Luego los
enviaban –como si fueran productos de patente– a Gran Bretaña, donde
eran vendidos por una red legal de distribución.
Según la Agencia
Regulatoria de Productos de Salud y Medicinas de Gran Bretaña estas
sustancias contenían entre 50% y 80% de principios activos e impurezas
no identificadas. Gillespie vendió 25 mil paquetes de estos medicamentos
a farmacias y hospitales de Gran Bretaña. Después de una investigación
de cuatro años que le costó 1 millón 205 mil dólares al Reino Unido, el
contador fue detenido, juzgado y condenado a ocho años de cárcel.
La red jordano-china
Przyswa
dedica varias páginas de su informe a la tercera categoría: las
organizaciones criminales trasnacionales de gran envergadura. Describe
varios casos, cada uno de los cuales parece inventado por guionistas de
películas de suspenso.
Llama la atención la historia bastante
enredada de la red jordano-china que contaba con dos estructuras: una
desarrollaba sus actividades en Medio Oriente y la otra actuaba a partir
de Medio Oriente en dirección a los mercados de Europa Occidental y
Estados Unidos.
La primera nació a raíz de la invasión
estadunidense a Irak en 2003 e implicó inicialmente a dos familias de
contrabandistas, una siria y otra jordana, a las cuales la caótica
situación iraquí incitó a lanzarse al tráfico ilegal. Contactaron a un
tercer individuo, el jordano Wajee Abu Odeh, quien no tardó en imponerse
como el personaje central de la red.
Una de las esposas de Odeh
era una china que lo ayudó a crear su empresa, Sky Park, en la ciudad de
Shenzhen. La pareja enviaba por avión grandes cargamentos de fármacos
falsificados a sus centros de distribución en Dubai, Amán, Damasco y El
Cairo. Luego redes de “mulas” los diseminaban por toda la región. Entre
2003 y 2006 el tráfico se consolidó en Irak, Siria, Jordania, Líbano,
Egipto y los Emiratos Árabes.
En 2007 la red fue desmantelada por
la policía de Jordania. Detuvieron a 15 personas que fueron liberadas
tras dos años de prisión. Odeh decidió entonces asentarse en los
Territorios Palestinos gracias a la complicidad del exfarmacéutico Abu
Hijleh, principal distribuidor farmacéutico en esos territorios.
Hijleh
promovía sus falsos medicamentos contra la leucemia o el cáncer de mama
–mucho más baratos que los verdaderos–, hablando de una “campaña
humanitaria” para contrarrestar los abusos de los opresores israelíes y
occidentales. Finalmente fue desenmascarado, pero sigue libre pues tiene
protección de políticos poderosos.
La rama egipcia de la red
jordano-china era dirigida por Sherif Abdul Kareem Abu Kasheh, quien
tenía en El Cairo uno de sus mayores centros de distribución.
Sin
embargo en 2009 cayó en una trampa de los servicios egipcios de
inteligencia. Aceptó reunirse con supuestos guerrilleros de las FARC
deseosos de incursionar en el tráfico de falsos medicamentos. La policía
se apropió en su casa de 5 mil cajas de falsos remedios contra el
alzheimer y mil 700 contra el cáncer de mama. Abu Kasheh fue condenado a
dos años de cárcel. Vive actualmente en Jordania donde sigue metido en
negocios médicos. Tras su liberación y salida de El Cairo,
investigadores de la policía egipcia comprobaron que varias personas
murieron por su culpa.
Tras la caída de Abu Kasheh la red
jordano-china consolidó su posición en Siria. Przyswa recalca que, hasta
antes de la guerra civil, ese país era un importante centro de
fabricación de medicamentos falsificados destinados a Medio Oriente y
Europa.
La segunda rama de la red jordano-china buscó conquistar
el mercado occidental pasando por Turquía. Przyswa cuenta la historia
del “escándalo del Avastin”, un fármaco contra el cáncer cuya versión
falsa, fabricada en China, pasó por Egipto y Turquía antes de llegar a
Suiza, donde fue almacenada antes de ser enviada a Dinamarca y entregada
al representante de una firma inglesa que la mandó a Gran Bretaña.
Un
distribuidor ingles envió 82 paquetes del falso Avastin a un colega
suyo de Tennessee, quien los vendió a su vez a médicos de Estados
Unidos. Finalmente las autoridades de ese país detectaron el fraude,
pero tanto el distribuidor de Tennessee como el británico negaron saber
que vendían productos falsos. La policía no pudo demostrar lo contrario.
Subraya
el informe de Przyswa: “La red jordano-china permite entender las
características de estas organizaciones criminales que logran
reconstituirse de una forma u otra después de cada golpe que se les
asesta.
“La policía china clausuró la empresa Sky Park en 2008.
Eso no interrumpió la fabricación de los medicamentos falsificados, pues
laboratorios sirios entraron al relevo. Hoy la red jordano-siria sigue
activa. Tiene unos 150 integrantes y está en la mira de las grandes
farmacéuticas porque elabora, entre otros, medicamentos de alto valor
agregado, como tratamientos contra el cáncer o enfermedades
cardiovasculares.”
En línea
La parte más
técnica y extensa de la investigación de Przyswa fue la dedicada al
tráfico cibernético. El experto radiografió minuciosamente las complejas
estructuras electrónicas ideadas por “criminales de cuello blanco” y
denunció el peligro que representa la multiplicación de farmacias
ilícitas en línea.
Según estudios realizados en julio de 2012 por
la Asociación Nacional de Directivos de Farmacias de Estados Unidos,
96.71% de las farmacias en línea actúan en la ilegalidad.
Przyswa
enfatiza: “El carácter ilícito de esos sitios salta a la vista, ya que
proponen precios a veces 90% más baratos que los de sus competidores
legales. En lugar de atraerlos, ese dato debería despertar la
desconfianza de los internautas”.
Pero otro estudio reciente
también realizado en Estados Unidos por la empresa MarkMonitor,
especializada en protección de tiendas en línea, revela que las páginas
web que proponen contenidos pirata o productos falsificados son
sumamente exitosas: reciben anualmente 50 mil millones de visitas, de
las cuales 92 millones corresponden a los sitios dedicados a la venta de
fármacos de origen dudoso.
La red cibernética más extensa y
peligrosa detectada hasta la fecha es la rusa Glavmed, la cual entre
mayo de 2007 y junio de 2010 atendió a 800 mil ciberclientes con
ganancias mensuales de 1 millón 380 mil dólares.
Europol,
prosigue, “detectó la existencia de grupos de cibercriminales capaces de
aprovechar en un tiempo récord las crisis sanitarias. Fue obvio en el
caso del virus H1N1, cuando escaseaba el Tamiflu, su único remedio
efectivo. De la noche a la mañana apareció en la web una cantidad
asombrosa de ese fármaco. Lo mismo pasó a raíz del accidente nuclear de
Fukushima en marzo de 2011. Traficantes japoneses se apresuraron a
ofrecer vía internet una versión falsificada de Premium Zeolite, para
prevenir los daños causados por la radioactividad”.