domingo, 16 de diciembre de 2012

RELACIONES PELIGROSAS EN SINALOA


Javier Valdez   
El niño del colegio está espantado por la casa en la que vive su mejor amigo. Ese otro niño tiene aspecto jipioso, desenfadado, pero se ve de buenas intenciones. Despertó sospechas porque vive en un barrio de moderado nivel económico, en una casa de tres pisos.

Sus padres están separados pero se quieren. Así lo explica él. Su madre trae una Mitsubichi negra, de vidrios polarizados. Contó que hace dos meses se le murió un tío. Y sus apellidos, no tan comunes en la ciudad, coinciden con un narcotraficante poderoso que controla la región y allende las fronteras.
El niño le explica a su mamá cómo es su compañero de la escuela. 


Están en un colegio privado. Cuando le dice que los papás de su amigo se quieren, pero están separados. La madre comenta que seguramente se debe a que alguno de ellos corre peligro, porque tienen algún pariente que anda de malandrín. Aunque también, reconoce luego, puede que se trate de meros negocios.
Por eso le prohibieron que lo visitara. Esa casa de tres pisos, que por cierto se la pasa sola, no puede ser resultado de nada lícito. Lo mejor es que no te juntes con él, por eso le ordena que no lo visite, que solo conviviera con él cuando estén en el colegio.

En la conversación emerge un dato adicional. El esposo, que no aparece mucho en la escuela y a quien el niño solo ve los fines de semana, trae una Ram del año, también negra o gris, con los vidrios como fondo de noria. Nunca se baja. Llega, pita y mi amigo nomás me dice, Al rato: levanta la derecha y sube los dos dedos en señal de cuernos. Y se va.

Anda desfajado, trae tenis de marca y un guatito de billetes en la bolsa. Pero no es engreído ni anda de mamila: en el recreo dispara paletas y sándwiches, refrescos y Sabritas, y ni se peina porque dice que le gusta el pelo así, suelto y enredado. Ni el gel le hace falta.

Su mamá es gritona. En las reuniones de padres de familia parece siempre querer destacar: trae un chiclón y nomás falta que infle la bomba y la truene durante la exposición que hace el director, y habla fuerte, queriendo imponerse cuando hay discusiones con los maestros. Ruidosa y despampanante.

Lo que les preocupa a los padres de él es que esa relación parezca consolidarse y que el niño insista en ir a visitarlos. Las señales parecen indicar que son narcos: ese tío muerto hace dos meses, la casa de lujo y de tres pisos, los vehículos de los padres y su supuesta separación.

Los padres piensan en prohibir esa relación. Por qué, preguntó el niño. Porque es peligroso. Luego se enteran: tienen dinero porque él anda en la política, una de las camionetas es de la empresa familiar y el pariente muerto no tiene nada qué ver con un capo asesinado a balazos. Y todo porque se apellidan igual.

6 de diciembre de 2012.

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