sábado, 17 de diciembre de 2011

EL FRANCOTIRADOR DEL NARCO II

Víctor Hugo Michel/ www.twitter.con/vhmichel

Ciudad de México • A veces el precio a pagar por el arma más letal del mundo, una capaz de derribar aeronaves y penetrar blindajes avanzados, puede ser una ganga: 4 mil dólares en algunos casos. “Oferta. Lleve su Barrett”, dice el anuncio publicado en internet, uno de tantos mediante los cuales se ofrecen rifles calibre .50 para la adquisición del público en general en Estados Unidos.


El anuncio, publicado por una tienda de armas en Virginia del Oeste, lleva la oferta más allá. “No cobramos envío”, promete. “¡Llame ya!”. Mientras en la Unión Americana la venta de Barretts se facilita a civiles pese a sus aplicaciones netamente militares y su alta capacidad de destrucción, sin que se haya podido aplicar ley federal alguna para restringir su comercialización, en México los incidentes que involucran este tipo de armas ya prendieron los focos rojos y se apilan sobre los escritorios de varios funcionarios.


La anécdota de uno de los ataques más osados registrados con Barretts en el actual sexenio le fue relatada a congresistas de Estados Unidos el pasado 25 de junio, cuando de visita a México buscaban analizar las consecuencias de la operación Rápido y Furioso. “Vimos cómo una bala de calibre .50 penetró el parabrisas blindado de un helicóptero de la Policía Federal”, reportó el comité encabezado por el legislador republicano Darrel Issa.


Issa, junto con sus compañeros, estaba de visita en el Centro de Mando de la Policía Federal en Iztapalapa. Se le mostró un helicóptero Blackhawk, uno de los donados por Washington como parte de la Iniciativa Mérida. Tenía impactos de bala de fusil antiaéreo. Justo a la altura de la cabeza del piloto, un hueco enorme mostraba el punto de la penetración de una ojiva de Barrett en la cabina.


Un interrogatorio al que el comité legislativo sometió al agregado del Buró de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego en la embajada estadounidense en México, Carlos Canino, detalla los pormenores del ataque, ocurrido durante dos operaciones aéreas en Michoacán en las que helicópteros de la Policía Federal fueron agredidos desde tierra con fusiles pesados.


Para el gobierno estadounidense, el hecho es conocido como “El Incidente de los Helicópteros Mexicanos”.


“El 24 de mayo de 2011, pistoleros del cartel de La Familia forzaron a un helicóptero de la Policía Federal a realizar un aterrizaje de emergencia en el estado de Michoacán”, se expone en el reporte del comité legislativo, dado a conocer a finales de julio pasado. “Los pistoleros atacaron al helicóptero, hiriendo a dos oficiales a bordo”.


Esta es la transcripción del interrogatorio de Canino:


-Canino: Fue en el estado de Michoacán. Cuando la Policía Federal Mexicana desplegaba sus tropas vía helicóptero, se encontraron de repente bajo fuego por parte de miembros de la Familia. Creo que dos tripulantes fueron heridos.


-Interrogador: ¿Eran soldados o policías?


-Canino: Policías. Policías Federales. Fueron heridos y el helicóptero tuvo que retirarse (…) Ahora me adelanto al 29 de mayo, de nuevo, la Policía Federal montó otra operación. Fue cerca del estado (de Michoacán).


-Interrogador: OK.


-Canino: Estaban iniciando el aterrizaje. Miembros de la Familia atacaron a cuatro helicópteros y creo que los cuatro helicópteros recibieron fuego. La Policía Federal regresó fuego desde los helicópteros, descargó sus tropas y se retiraron.


El reporte detalla que, aunque baleados, los helicópteros lograron retirarse a su base bajo su propio impulso. Al final de la operación, fueron abatidos 11 pistoleros y hallados 70 rifles, además de chalecos tácticos. Pero una de las armas recuperadas llamó la atención sobre las demás: era un Barret calibre .50. con el que un sicario había disparado desde tierra con tanta destreza como para atinar a un blanco en movimiento.


“Fue la primera que el Buró de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego en México había visto este tipo de blindaje en manos de los carteles. Junto con los rifles Barrett calibre .50, estos chalecos significan un nuevo nivel de sofisticación en el armamento de los cárteles”, reportó Canino.


La Comisión legislativa concordó: “durante el viaje a la ciudad de México el 25 de junio de 2011, miembros del Comité de Vigilancia Gubernamental de la Cámara de Representantes tuvieron la oportunidad de inspeccionar el helicóptero dañado (…) los rifles Barrett calibre .50 proveen una significativa mejora en la capacidad de los cárteles de la droga para infligir serio daño y muchas bajas a sus enemigos”.


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Lo cierto es que los tiempos han sido benéficos para la empresa Barrett Firearms Inc. basada en Tennessee. Su dueño, Ronnie Barrett, fue galardonado en 2006 por la consultoría Ernst & Young como uno de los “empresarios más exitosos” de Estados Unidos y aunque al ser una entidad privada no tiene que reportar sus ingresos, queda claro que ha tenido ganancias. Recientemente expandió su fábrica para responder a la alta demanda que hay en el mercado por sus rifles.


Usado por el Ejército de Estados Unidos desde hace una década, el rifle Barrett ha llevado a que la fama de la empresa crezca como la espuma: National Geographic lanzó este año una miniserie sobre la familia Barrett, cuyo patriarca, Ronnie, es un vocal oponente al control de armas e insiste en que los rifles calibre .50 tienen un mercado “amplio, legal y legítimo” entre la comunidad deportiva y de cazadores en Estados Unidos.


“¿Cuántos asesinatos se han cometido con un rifle calibre .50? ¿Cuántos rifles calibre .50 han sido encontrados en escenas de crimen?”, cuestionó Ronnie en 2008, al amenazar al estado de Hawaii con un boicot de venta de armas ante la posibilidad de que la venta al público de su rifle estrella fuera prohibida. “Es un derecho bajo la segunda enmienda de la Constitución poseer armas”.


La empresa no respondió a una solicitud vía correo electrónico para fijar una postura en torno al uso que se ha dado a los rifles Barrett en territorio mexicano en donde, coincidentemente, sí han sido hallados sus armas en escenas del crimen.


En su sitio de internet, Barrett Firearms asegura que la venta de sus rifles se limita “sólo a personas apegadas a la ley”. Pero su capacidad destructiva ha llevado a que una docena de ciudades estadounidenses y un estado, California, prohíban su venta a civiles.


Al mismo tiempo, el Departamento de Justicia de Estados Unidos ha detectado varios casos de presunto tráfico de Barretts a territorio mexicano, el más reciente en abril pasado, cuando un ciudadano mexicano de Texas adquirió, en conspiración con un ex agente antinarcóticos de Oklahoma, dos rifles calibre .50, uno de los cuales logró cruzar a territorio mexicano por Nuevo Laredo.


Otro caso prominente está ligado a un tiroteo ocurrido el 8 de marzo de 2008, cuando soldados del Ejército Mexicano se enfrentaron con sicarios en una residencia al sur de la ciudad de Chihuahua. Un militar y seis narcotraficantes murieron, mientras que tres soldados y un policía resultaron heridos.


Según los reportes de ese día, una tanqueta, una patrulla y varios vehículos recibieron impactos de bala de alto poder. En la casa de seguridad fue encontrado un rifle Barrett calibre .50 que fue entregado por la Secretaría de la Defensa Nacional al Buró de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego para su rastreo.


El rastro llevó a la ATF a un punto inesperado: había sido comprado en una armería de Texas, meses antes, por John Shipley, un agente del FBI basado en El Paso quien lo vendió de forma ilegal a los sicarios mexicanos.


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La fama de los rifles calibre .50 ha llegado hasta la comunidad diplomática estadounidense, que ha experimentado casi de primera mano su uso en verdaderas batallas urbanas. La escena de un enfrentamiento así fue descrita a principios de febrero de 2010 a Washington, con lujo de detalle, por Donald Helfin, cónsul de Estados Unidos en Nuevo Laredo.


Helfin, según se desprende del cable R 221 538Z, dado a conocer por Wikileaks, se valió de información privilegiada exprimida a numerosas fuentes en el gobierno mexicano para reconstruir los pormenores de un choque armado particularmente violento entre Zetas y soldados del Ejército Mexicano.


Redactada con un estilo directo y periodístico, la narración del funcionario estadounidense ofreció a sus superiores un vistazo privilegiado, de testigo casi presencial, sobre los momentos más críticos del enfrentamiento protagonizado por comandos zetas y pelotones de infantería en las calles de la ciudad fronteriza hacia las 9 de la noche del 19 de febrero de 2010.


De un lado, ex militares, desertores de Fuerzas Especiales con conocimientos tácticos. Del otro, soldados en activo. Doctrina militar frente a frente, a unos metros de la línea. 


“Lo que por ahora queda claro es que el Ejército se topó con zetas fuertemente armados a cuatro cuadras al sur del puente (internacional)”, redactó Helfin. Describió haber notado “fuertes detonaciones de granadas y gruesos calibres” mientras ambos bandos luchaban calle por calle.


“Varias fuentes nos reportan que vigías de avanzada de los Zetas bloquearon las calles con autos robados, frustrando los esfuerzos del Ejército por perseguirlos”, advirtió el cónsul estadounidense. 


El enfrentamiento se debió a que la guardia pretoriana de un comandante zeta se batió para defenderle.


“Todo este patrón indica que el Ejército se encontró con el cordón de seguridad de un objetivo de alto valor, lo que desató la respuesta de los Zetas”.


Junto con las tácticas empleadas –círculos concéntricos de protección, retirada escalonada—una de las armas encontradas en Nuevo Laredo llamó la atención de Estados Unidos: un rifle calibre .50 montado sobre una camioneta.

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